Miguel Ángel, hermano, no te olvidamos

 imagen MA Blanco

Ay, canto qué mal me sales cuando tengo que cantar espanto.

Espanto como el que vivo, como el que muero, espanto.”

(Fragmento del poema que Víctor Jara compuso en el Estadio Chile y se sacó de forma clandestina; el cadáver del cantor fue encontrado, baleado y con espantosas heridas, al lado de la tapia del cementerio del barrio de San Miguel, el 16 de Septiembre de 1973).

¿Qué has hecho? Clama la sangre de tu hermano, y su grito me llega desde la tierra.” (Gen 4, 10)

Estos dos textos resumen mis sentimientos 20 años después del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco. Nunca había escrito sobre aquellos hechos sobrecogedores, aunque mis recuerdos (como seguramente los de muchos de ustedes) son muy vívidos. Me hablan de dolor, rabia e impotencia durante aquellas horas angustiosas, en que un país contuvo el aliento en espera de un desenlace que muchos sabíamos fatal, porque cuando una fiera sanguinaria cobra una pieza, jamás la suelta. Fueron días de manifestaciones, vigilias, llantos y miedo, de una movilización sin precedentes contra ETA de la que enseguida se apearon los que se habían subido al tren a su pesar: muchos peneuvistas, algunos socialistas (exactamente como ahora).

Hoy me pregunto qué queda de aquello y, en realidad, me pregunto por qué escribo si no lo había hecho en 20 años. Simplemente, porque no puedo tolerar que la verdad se violente ni que se intente reescribir nuestra historia, y me sobrecoge lo que veo y lo que escucho: alcaldes que se niegan a realizar un homenaje, gente que se sigue alegrando de la muerte de aquel pobre muchacho, políticos que no condenaron entonces ni condenan ahora, parlamentarios, concejales, presidentes de comunidades autónomas … Por eso rescato el fragmento de Víctor Jara, y me produce espanto recordar y sobre todo me produce espanto lo que veo y oigo. Porque no hay preverdad ni posverdad, sólo hay verdad y mentira. Hubo victimarios y hubo víctimas. Hubo torturadores y hubo torturados. Hubo verdugos y hubo ajusticiados. Hubo políticos (“con corazón de hielo”, como los definió Mayte Pagazaurtundúa) y ciudadanos, vascos y no vascos, que no condenaron entonces ni condenan ahora, que fueron conniventes con ETA y que perpetúan su ideología, sus actitudes y sus fines. Hubo un asesinado y uno de los autores (Txapote) incluso ha tenido hijos en prisión, ignoro si hijos del amor, ciertamente hijos del mal. Hubo unas personas -y las hay hoy en día- que crearon lo que monseñor Romero denominó “el reino del demonio”: los que secuestraron, torturaron y asesinaron; los apóstoles de la bomba debajo del coche y los tiros en la cabeza, así como los que les jaleaban y jalean. Hoy no matan, pero apalean guardias civiles, insultan, amedrentan y amenazan.

Y lo triste es que hoy lloramos y recordamos a Miguel Ángel, pero quedan en el olvido decenas y centenares de “víctimas silenciosas”: policías y guardias civiles, humildes concejales, empresarios y trabajadores, personas cobardemente asesinadas, enterradas a toda prisa, sin homenaje ni recuerdo alguno, cuyas tumbas aparecían cotidianamente pintarrajeadas y mancilladas, de modo que sus deudos (como la familia de Miguel Ángel) han acabado por trasladar sus restos a otros cementerios (de Galicia, de Extremadura), donde por lo menos puedan descansar en paz y su memoria ser honrada.

Todo eso hubo, y todo eso hay: un país que debe recordar la verdad, por justicia y respeto a las víctimas y familiares pero sobre todo para no repetir los errores del pasado. Para aprestarse a defender lo conseguido, porque los etarras ya no matan, pero siguen presentes entre nosotros. Hay entre nosotros quienes quieren llegar al poder a cualquier precio para imponer un régimen similar al que deseaban los criminales, aunque sea costa de sangre y de dolor. Quienes afirman que no hubo víctimas, sino daños colaterales. Quienes quieren destrozar la patria, sin importar las leyes ni el derecho, hasta imponer su forma de ver la sociedad y quedarse solos en el país, aunque eso suponga el fin de las libertades y el empobrecimiento de todos.

Por eso escribo, porque quizás muchos estamos dispuestos a defender a España y lo que hemos conquistado, por imperfecto que todo ello sea (libertades, una Constitución, unas normas de convivencia). Personas que se preguntan si el gobierno actual (aun siendo quizás el menos malo de los posibles) está haciendo lo suficiente, dado que muchos ciudadanos de bien (en el País Vasco, en Cataluña) se sienten abandonados y carecen de apoyos concretos en circunstancias difíciles, tal vez por ahora sin temor por sus vidas o sus propiedades, pero sí por su lugar en la sociedad y su libertad para expresarse en tranquilidad y paz. Por eso hoy no puedo callarme y he decidido escribir.

Recen por los enfermos, por quienes les cuidamos y por este país donde la verdad se ve día a día traicionada.

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