Tempus fugit
Llega Miguel del colegio y suelta: “Mamá, espabila, que el tempus es fugit“. Inevitablemente me empecé a reír: por la peculiar manera en que lo había pronunciado, pero sobre todo, claro está, por cómo lo había aplicado a su contexto más inmediato y real.
Siempre he pensado que se sabe cuándo una educación es buena cuando los chavales salen de clase impregnados de la materia que han tratado en el aula. No porque la hayan estudiado sino porque la han considerado interesante y la han asimilado. La llevan consigo. Es lo que hizo Miguel. Claro que muchas veces la formación (sobre todo la inicial de cualquier materia) es una tarea ardua y hasta árida, y hay que tener paciencia para empezar a ver los frutos trasladados a los intereses personales o la vida misma. Pero yo recuerdo a profesores como Antonio Sánchez o Emilia Escuredo que hacían de cada clase impartida por ellos un maravilloso viaje a mundos nuevos y excitantes. Daba igual que estudiáramos Lengua, Historia o Inglés. Y una deseaba poner en práctica aquellos descubrimientos nada más salir de las abarrotadas aulas del colegio.
Es curioso porque cuando hace pocos días se celebraba el Día del Profesor, yo no podía evitar darles íntimamente las gracias por cuanto aprendí en sus clases, que a día de hoy no he olvidado. Y no solo. Me han conformado y siguen haciéndolo. Porque muy probablemente yo sea hoy periodista y trabaje con las palabras gracias a las lecciones mágicas de don Antonio para explicarnos la formación de estas o las oraciones subordinadas.
Ay, Miguel, ¡qué razón llevas! El tiempo, claramente, se fuga entre nuestros dedos como arena de la playa. Pero de vez en cuando estos hacen de tamiz y se guardan bellas conchas o piedras preciosas. Consérvalas porque son un tesoro.
Miguel, tan reflexivo él, me soltó tras mi risa: “Mamá, es que esa frase es una verdad porque fíjate el tiempo que hace ya desde que abrieron el burguer de la esquina… Y yo es que ni me he enterado casi”. Una lección, esta otra, que difícilmente dejaremos todos de aprender, tengamos o no buenos maestros.