Aforismos
Hay escritores impacientes que se equivocan de género. Empiezan con el aforismo, desconocedores de que del adagio no se parte, que a la síntesis se llega. El aforista es un iluminado, llámese Nietzsche, Escrivá o Gracián. Cuando un escritor le hace ascos a la retórica, cuando desconfía de las palabras y siente la pereza del relato, es que lleva camino de convertirse en santo o en loco con altar. Quien sentencia con aforismos no es ya que vea claro, es que está deslumbrado. Las máximas están preñadas de certidumbres, buscan descargar sobre la conciencia de los lectores, servir de aspaviento y de receta contra los males de este mundo y del otro. Poetas con vocación de profetas, los aforistas desprecian los adjetivos y quieren condensar en una metáfora una verdad que valiera tanto como un evangelio. Hay que estar muy seguro de lo que se quiere decir para contener en treinta palabras lo que un autor no tocado por la mística necesita relatar en doscientas páginas. Los escritores que no caen en el adagio deben esa gracia a su acendrado amor a las palabras. Su pasión retórica los salva de subir a los altares.
Sólo sé que no sé nada…. y me queda mucho por saber.
Acabo de terminar de leer “El retrato de Dorian Gray”, de Wilde y su lectura es como una correr por una pista de atletismo plagada de vallas. Cada vez que tomas carrerrilla, se impone ante ti una frase genial. La admiras, pero te frena, te detiene y te obliga a releer para apreciar su maestría y tomar impulso para sortearla. Me volví loco llenando el libro de pos it hasta que recordé un pequeño gran libro de Villena que recoge ¡más de 500! Más admirador que saqueador, Villena advierte en el prólogo que en el juicio a Wilde se le acusó de ser todos sus personajes. Confudieron al creador con su obra porque cada aforismo pertenece a un personaje con una forma única de ver la realidad, aunque sea a través de la maestría de Wilde
Obviamente, el “una correr” es una errata, señor moderador
“Lo urgente puede esperar. Lo muy urgente debe esperar”. José María Escrivá de Balaguer.
Reconozco que soy una a-forista,o sea “sin” “foro”,en otras palabras que vivo fuera de Madrid en una capital de provincias donde los aforismos se reducen a los refranes como por ejemplo “A quien madruga,no le ayuda ni Dios”,un, dos, tres responda otra vez…….
Ahora estoy intentando analizar el de “Año de nieves, te toca hacer 11 directos en el telediario”.
El haiku (que siempre he pensado que es lo mismo que el haikai, aunque también pensé durante mucho tiempo que el bogavante era el marido de la langosta) es un aforismo en verso; la saeta es un aforismo de Semana Santa desde un balcón.
Los buenos articulistas, como Tirado, son perros con olfato para buscar preciadas trufas blancas, y encuentran las máximas enterradas en los libros de Proust y San Agustín, en los discursos de JFK o en las declaraciones de Helenio Herrera. Por eso dicen que los aforistas empiezan por el final: tienen razón y no la tienen. No es lo mismo ser buen poeta que buen lector de poesía.
Hay blogs de máximas, y blogueros que nunca tuvieron blog porque dejaron este mundo antes de que los garajes de Californa presenciaran el alumbramiento de Blogger, Google, Yahoo, Youtube, Facebook y WordPress (el caso de Tirado, que tuvo su primer blog hacia 1973, aparte lo dejo a la espera de que el padre de Alicia lo desarrolle oportunamente).
En todo caso, ahí va el punto 267 de ese libro para ayudar a hacer oración que escribió san Josemaría hace casi un siglo -lo pongo porque tiene poesía, y porque muestra que no todos los puntos de ese libro son de una línea, ni en verso-:
“Es preciso convencerse de que Dios está junto a nosotros de continuo. —Vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas, y no consideramos que también está siempre a nuestro lado.
Y está como un Padre amoroso —a cada uno de nosotros nos quiere más que todas las madres del mundo pueden querer a sus hijos—, ayudándonos, inspirándonos, bendiciendo… y perdonando.
¡Cuántas veces hemos hecho desarrugar el ceño de nuestros padres diciéndoles, después de una travesura: ¡ya no lo haré más! —Quizá aquel mismo día volvimos a caer de nuevo… Y nuestro padre, con fingida dureza en la voz, la cara seria, nos reprende…, a la par que se enternece su corazón, conocedor de nuestra flaqueza, pensando: pobre chico, ¡qué esfuerzos hace para portarse bien!
Preciso es que nos empapemos, que nos saturemos de que Padre y muy Padre nuestro es el Señor que está junto a nosotros y en los cielos.”
Al nacer todos los hombres son iguales, pero es la última vez.
Abraham Lincoln
Decía Nietzsche: “mi ambición consiste en decir en diez frases lo que otros dicen en un libro –o lo que otros no dicen ni en un libro”.
Juan Antonio, es una gozada leerte, por lo que espero que no hagas caso al filósofo germano en recurrir al aforismo, aunque sí en que en este blog llegues a decir lo que otros no dicen ni en un libro.
Gracias por compartir tus escritos generosamente con los internautas. Un abrazo.