Investigación criminal

20090124elpepinac_2.jpg Vengo siguiendo con cierta desatención el relato de espionaje que se desarrolla en el corazón o la almendra podrida de las instituciones madrileñas, una historia fea, aunque no llegaré tan lejos como Manuel Rivas que escribía el sábado en su columna de “El País” que el affaire madrileño es un caso “mucho peor que el de los fontaneros que el 17 de junio de 1972 entraron en el sexto piso del hotel Watergate”. Caramba, aquí no se hará mucho periodismo de investigación, pero a la hora de sacar conclusiones no hay nadie en el mundo a la altura de nuestros columnistas. El hecho es que en esta mala novela por entregas aparecen tipos que no aguantan una mirada cara a cara en el espejo, como el impagable Francisco Granados al que el diario “El País” sitúa en el centro de la trama. ¿Qué decir de Esperanza Aguirre, la gran apuesta de la derecha filoaznarista? Yo, por no pecar de subjetivo, no diré nada, dado mi escaso afecto político hacia esta señora histriónica y rabisalsera. Sí me detendré en Dolores de Cospedal, auténtica debilidad de este juntapalabras. Como he hablado de las caras feas lo haré también de esta cara guapa, esta media melena rubia que intenta domeñar al ingobernable aparato del PP. De su ejercicio político sé lo que de otros, lo que el telediario me permite atisbar, pero me ganan sus maneras de un centrismo vivaz, tan alejado de la inquina aznarista como del talante incoloro. La Cospedal aparece en esta película de espías porque Mariano Rajoy le ha ordenado que lleve a cabo una investigación interna para descubrir quién espía a quién en el PP madrileño. Para mí, Cospedal viene a ser un equivalente de lo que sería Michelle Pfeiffer en cine, exagerando un poco, claro; de modo que me he puesto a seguir la historia. Y la primera intervención de Dolores me ha parecido extraordinaria: ha exculpado a Esperanza Aguirre tras llamarla por teléfono y declararse aquélla inocente. “¿Cómo no la voy a creer?, claro que la creo”, ha dicho Cospedal, sin despeinarse, conste.                                              

3 Responses to “Investigación criminal”

  1. Coincido plenamente contigo en que lo de Rivas no tiene precio como exageración barata. En estos tiempos está de moda que quienes se dedican a las tareas críticas sean los más acríticos de todos… Debe ser por eso por lo que sorprende tanto que un Ignacio Echevarría cualquiera (es un decir lo de cualquiera, claro) se dedicara a lo suyo con el debido celo profesional.

    El caso es que puestos a criticar exageraciones, tengo que confesarte que me parece que te has pasao ligeramente con tu comparación Pfeiffer/Cospedal. Vale que la primera dejó de elegir bien cinematográficamente hace muchos, muchos años, vale también que lo mejor de su carrera está -exagerando, cómo no- en sus primeros diez minutos y vale, por último, que la de la foto de arriba parece, de lejos, de lo más digno de su partido, pero, sinceramente, yo no la veo en frente de malkovich, con los ojos vidriosos y tocada con peluca de corte de francesa…

  2. ¿Ignacio Echevarría dices? El caso Echevarría es un escándalo y un baldón que cae sobre el propio verdugo: El País. Expulsado él y muerto “Babelia” fue uno y lo mismo. En cuanto a la comparación Pfeiffer/Cospedal, si me cabe ser intérprete de las ideas del autor de este blog, diré tan sólo que más que comparación era provocación. “Exagerando un poco” decía el propio bloguero. Ahora bien, si se compara con Esperanza Aguirre la Cospedal es casi Marylin. Y si se compara con Echevarría Manolo Rivas es un gnomo galaico, no diré tan menesteroso como Suso de Toro, que tampoco es cosa de extremar la comparación.

  3. Alguien dijo:
    Solo creo en Dios en la Patria y en Don Santiago Bernabeu.
    Puestos a creer, que mas me da, creer o no creer, el creer es cuestión de necesidad, o articulo de lujo, quien no se ha planteado la agnosis, el panteísmo, el poliquiteismo, y un largo sin etcétera. Pero creer, creer, creo. No creo en las asociaciones de amas de casa. Creo que el monaguillo, mete mano en el cepillo. No creo en lo que dan en llamar clase política, por que eso si, para todo hay clases. Ciudadanos de primera y segunda clase, Europa de dos velocidades. Y hasta chorizos y ladrones con clase. Pues habrá que creer, por dios, crean ustedes.

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