DOMINGO DEPORTIVO. La felicidad del fútbol
El fútbol es un deporte que juegan once contra once y en el que bastantes veces gana el Real Madrid. Los aficionados blancos se han habituado a la victoria, circunstancia que alimenta su leyenda y su arrogancia. Desde esa posición natural, están cegados para reconocer la evidencia de que los tiempos cambian y para sorprenderse y deleitarse ante un juego como el de Barcelona, trazado con fantasía y temblor poético. Música callada frente al ruido agónico, delicias con balón frente al grito de la tribu. Apuntados al espejismo resultadista, los merengues que conozco llevan media temporada haciendo la cuenta de la vieja, desde la presunción de que los azulgrana se lo harían en los pantalones tan pronto como pisaran el césped del Santiago Bernabéu. ¡Son los teóricos del cagómetro! Los permanentes cantores de la épica castellana, hija del secarral y el espejismo de la meseta.
Pero hablemos del Barça, hablemos del fútbol. Guardiola ha reeditado el equipo de ensueño modelado por Cruyff en los noventa, que ha tenido una versión reciente de la mano de otro holandés, Reijark, amante también del balompié concebido como un arte. El Barcelona del sábado nos hacía evocar al Brasil de los mejores tiempos, a la Holanda de toque primoroso de los setenta, a las grandes escuadras que han hecho de este deporte una exaltación de la belleza. A quien se parece ahora el Barça, pero superando el modelo, es a la España que maravilló a Europa hace unos meses. De hecho el núcleo de ese conjunto es el mismo que ha llevado a los catalanes a desarrollar un balompié preciosista que no tiene hoy parangón en el mundo. Preciosista, y práctico, para dolor de la nación resultadista, para la que un partido es poco más que una cosa que se gana aunque sea por 1 a 0 en el minuto 89, y un lugar en la tabla clasificatoria.
Baile y esencia, pases como brindis, una sinfonía antes que un choque. Rondo y ronda de noche, música para escépticos. Fiesta, borrachera y asombro. El fútbol como un monumento efímero a la felicidad. No soy blaugrana, soy un colchonero que escribe desde la envidia convertida en admiración.
No soy muy futbolero, pero soy muy antimadridista. El sábado vi la segunda parte en un bar, rodeado de merengues, y fue una experiencia única.
Yo soy madridista y hasta hace poco me enorgullecia de esto ,pero ver el sabado a mi equipo perder contra el eterno rival . me hizo darme cuenta de que el madrid esta muy mal y el barça sabe aprovecharlo.
Esta temporada seguramente no ganemos nada ,pero este madridista espera que el equipo mejore y se la devuelva al barça en un final no muy lejano.
Yo no soy de nadie, pero me gusta el fútbol y aprecio el buen fúbol como quien sabe degustar un buen vino. Ahora sólo espero que el recital el sábado del Barça no lo corte en seco el Chelsee. Por el bien del buen fútbol.
No he leído esto hasta hoy, 8 de mayo. Me parece tarde para responder. Pero lo haré.
Este año ha tocado que se cumpla lo que dice el Sr. Tirado: “casi siempre gana el Real Madrid). Esta temporada ha sido el tiempo del “casi”. Afortunadamente. El Barça es el mejor de 2009. El Madrid el mejor de la historia del fútbol. Eso dice la FIFA. Conclusión: mejor así, que no gane siempre. Sería horrible.
Tirado, te alabo lo de la admiración. La envidia (y estamos en un foro cristiano) me parece que es un pecado capital. ¡Te vas a condenar! Que Pedro Botero te trate bien, te lo mereces. ¡Que vuelva Pantic!
Está bien lo de la Fifa. Bueno, hay otra clasificación, no sé de qué organismo, que dice que el Barcelona actual es el equipo que mejor fútbol ha hecho en la historia del balompié. Mi padre dice que de 25 años aquí el único equipo que ha jugado bien al fútbol en España ha sido el Barcelona. El Madrid de la quinta, dice él, tampoco la tocaba mal, pero de eso debe hacer mucho tiempo. Lo de un 2- 6 no es que haga mucho tiempo, es que parece que no ha existido nunca. Bueno, esto lo arreglará Florentino.
¡Ganar, o no ganar, he ahí la cuestión!
¿Qué debe más dignamente optar
el aficionado noble entre sufrir de la fortuna impía
el porfiador rigor, o rebelarse
contra un mar de desdichas, y afrontándolo
¿desaparecer con ellas?
¡Morir, dormir, no despertar más nunca,
poder decir todo acabó; en un sueño
sepultar para siempre los dolores
del corazón, los mil y mil quebrantos
que jornada a jornada heredó nuestra
carne, ¡quién no ansiara
¡concluir así! Morir… quedar dormidos…
Dormir… tal vez soñar que ganar!
¡Ay! allí hay alguien (léase Villareal)
que detiene al mejor. Cuando del hincha
no percibamos ni un rumor, ¡qué sueños
¡vendrán en ese sueño de la liga!
Eso es, eso es lo que hace el infortunio
planta de larga vida. ¿Quién querría
sufrir del tiempo el implacable azote,
del fuerte la injusticia, del soberbio
el áspero desdén, las amarguras
del amor despreciado, las demoras
de la ley, del empleado la insolencia,
la hostilidad que los mezquinos juran
al mérito pacífico, pudiendo
de tanto mal librarse él mismo, alzando
¿una copa de acero? ¿quién querría
seguir cargando en la cansada vida
¿su decepción abrumadora?… Pero hay espanto
¡allá del otro lado del corazón!
La muerte, aquel equipo que todavía
está por renacer de sus cenizas,
ave fénix que resurgirá, pero que mientras tanto perturba
la voluntad y la alegría de todos aquellos
que juntos en comunión se deciden a soportar
los males que sabemos
más bien que ir a buscar lo que ignoramos.
Así, ¡oh conciencia!, de nosotros todos
haces unos cobardes, y la ardiente
resolución original decae
al pálido mirar del pensamiento.
Así también enérgicas empresas,
de trascendencia inmensa, a esa mirada
torcieron rumbo, y sin acción,
mataron la ilusión hasta de los niños.
Si hay otra clasificación…. la del Corazón.