Don Quijote de la Marcha

miguelrios27.jpegElvis movía la pelvis y se retorcía con furia de joven que aspiraba a comerse y follarse el mundo (el mundo terminó engulliéndolo y confiriéndole estatus de estrella inmortal), mientras que Miguel Ríos, que en su prehistoria fue Mike, ha movido todo el cuerpo con energía de superdotado durante medio siglo de carretera y soledad de artista rodeado de gente. En el escenario, Miguel es un tipo que se vuelve loco, un ser eléctrico, un híbrido entre un extraterrestre y un chico tímido de Granada, que durante dos horas se torna un superhombre. En los 80, felices y lejanos, o quizá felices por lejanos, Miguel fue muchas veces don Quijote de la Marcha, con guitarra en vez de lanza, pero siempre por caminos polvorientos, por trochas a veces equivocadas, con el alma de adolescente sinfín. Antes había tenido sus días de espinas, de drogas y derrotas, pero no perdió su encanto de muchacho dulcemente fiero, esa mirada limpia y contagiosa.

No se ha muerto Miguel, no, esto no es un epitafio sino una entusiasta despedida. A los 65, la edad en que se jubila la gente de oficina o tajo, ha empezado a despedirse un rockero, a pequeños tragos, de escenario en escenario, de pueblo en pueblo. Ya son años, pero se va con el porte y el pelo de tipo joven, quien sabe si operado una o mil veces, pero sin que las arrugas le abran surcos en su cara sin mortajas. Me gusta Miguel, a qué negarlo, recuerdo las noches del “Rock and Ríos” o “Los viejos rockeros”, con mi amigo Luis Santiago y otros periodistas de Diario 16- Andalucía, cuando las chicas y los chicos éramos guerreros. Ay, ese buenas noches bienvenidos, estrepitoso, pero no estridente. Y Santa Lucía, invadido por la ausencia me devora la impaciencia, yo sí quiero conocerte y tú no a mí, el teléfono es muy frío, tus llamadas son muy pocas, me pregunto si algún día te veré.

 

 

10 Responses to “Don Quijote de la Marcha”

  1. cualquier tiempo pasado sí fué mejor, al menos en lo romántico, por la juventud que teníamos que todo lo puede. En mi caso los ochenta fueron buenos, porque lo vivido siempre se recuerda y porque en parcelas tan importantes de la vida como son las emociones.me dejaron su impronrta imperecedora y para siempre, aunque nada sea para siempre.. Cómo no acordarse de aquelos cantantes de entonces como Miguel Ríos, y sus canciones .. Santa Lucía, del río, de Biemvenidos, o de Sabina, Serrat,, Ana Beleén, VIcvtor,etc,etc…

  2. Una noche -creo que en el verano del 81 en Torre del Mar- tú, yo y Pilar nos subimos al escenario al final de la actuación. Así. Sin cita previa, ni gorilas por medio. Los tres hablando con Miguel y a mí se me antojo que era un colega. Un joven-joven. Un eterno líder juvenil que ya andaba por la treintena larga. Fue el principio de esos años de viejos/jóvenes rockeros mientras la movida estallaba en mil colores. Pero Miguel siempre fue el músico ajeno a modas que bebía, como apuntas, del rock eléctrico y entendido como cultura juvenil. Siempre andaluz, pero siempre a la sombra de Chuck Berry, Elvis…

  3. Los recuerdos: inútil infinito. ¡Apestosos decadentes! ¡Ya no hay bárbaros! Sólo blandos indigentes del espíritu. La nostalgia del paraíso perdido aunque sea un albañal. ¿Qué mirada tiene la noche que no sea la del mezquino recuerdo? Enculados recuerdos. Las angustias de antaño. ¿Qué tenemos que ver con los jodidos recuerdos? Tiempos pasados: los de limpiar lentejas. Pero sé que el recuerdo muerde.

  4. Ay, MACAÓN, que miedo¡, un poco de humor por favor…

  5. Uff….Macaon, ¿los recuerdos tienen que ser bárbaros o mezquinos?. Buenos o malos, recuerdos son. Vida vivida al fin y al cabo. En aquellas épocas nos divertíamos de una forma y ahora de otra. Me parece que no hay llanto, ni dolor en la evocación de los tiempos juveniles que hacemos…

  6. Sois todos muy mayores. ¡Joder!

  7. ¿Para qué pensar en el pasado? La verdadera vida, la que de verdad añoramos, es la que nunca fue, o la que aún se espera que sea. La otra, buena o mala, se olvida (siempre queda una nostalgia de no se sabe qué, ni por q

  8. Celebro la llegada a este foro de Macaón, el hijo de Asclepio. Por fin tengo un compañero mitológico con el que dialogar y polemizar. No esconderé mis celos por el hecho de que Tirado no me hiciera a mi llegada un recibimiento de Wikipedia como el suyo. Llenaré el hueco diciendo que soy Eolo, hijo de Hípotes y señor de los vientos. Lo digo porque hay quien me confunde con Eolo, hijo de Poseidón, o Eolo, hijo de Helén
    Y ahora va por ti, viejo amigo Macaón. No esconderé mi extrañeza al leer que tachas a los recuerdos de “apestosos decantes y jodidos”. ¿Por qué? Supongo que habrá recuerdos apestosos y recuerdos dulces (tú lo sabes bien, porque como yo eres viejo). Los recuerdos son ineludiblemente humanos, e incluso mitológicos, del mismo modo que lo son los proyectos, y como estos no son de una pieza. Vivir esclavo de los recuerdos es cosa estúpido, pero evitar los buenos recuerdos es ejercicio masoquista, siendo además como son y con frecuencia involuntarios. El latino Marcial decía que “poder disfrutar de los recuerdos de la vida es vivir dos veces”. Y Napoleón que “una cabeza sin memoria es una plaza sin guarnición”. ¿Qué extraño artefacto sería por lo demás un hombre sin recuerdos? Quizá un pelele en el tiovivo del presente. Sigue cuidando tu memoria, que es mucha y fertil, y deja que los muchachos disfruten con sus ídolos de plastilina. Y da recuerdos a Asclepio, tu padre, a quien como dios de la medicina tanto debemos todos!

  9. Oh Eolo, erraste al esforzado Eneas en su penoso afán de llegar al nuevo mundo nuevo pero no pudo la retorcida Hera vencer a la Afrodita de sexo ávido y tetátinas tetas y, así, Eolo, sin querer, forzaste una de las más bellas historias de amor jamás escritas: Dido y Eneas, inspirando más de tres mil años después las más maravillosas músicas. ¡Qué no podrá el codicioso amor, esa ansia del otro!
    Pero como el amor es curvo escucho atribulado e impotente los alaridos de Horacio, el amigo de las Musas, ante la indiferencia persistida de su deseada Cloe: ¡Ni las pócimas de Macaón!
    El recuerdo, esas querencias malsanas y asquerosas. ¡Cómo atraen! Vale más la insinuosa mirada de hoy que todas las tantas noches de amor pasadas. Siempre acabo recordando lo que no fue y lo que fue lo olvido. No los quemantes deleites, sí los míseros desdenes. De mirar atrás uno acaba quedando bizco. De cualquier forma siempre hay que dar una respuesta a la luna y espero que con este calor aparecerá el sentido.

  10. Mi abuela adoraba las misas en latín porque le maravillaba escuchar a un hombre hablando en un idioma del todo incomprensible, pero que sonaba a gloria. Me pasa algo parecido con Macaón. ¡Yo qué sé lo que quiere decir o si quiere decir algo, pero este tío escribe como los dioses! ¿O es él mismo un dios? ¡Sabe Dios!

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