Los hospitales de la esperanza

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El presidente Obama está perdiendo popularidad a chorros en su empeño por aprobar una reforma sanitaria que dé cobertura a los 47 millones de norteamericanos que no tienen para pagarse un seguro privado. De forma más discreta, Esperanza Aguirre está desmontando la sanidad pública en Madrid. Tampoco hay que extrañarse: la señora Aguirre no es de las que beben vientos por el apuesto Obama; por quien siente debilidad es por Margaret Thatcher, que hirió de muerte todo lo que oliera a público en Gran Bretaña, empezando por la escuela y la salud. Esperanza Aguirre está desarrollando su labor privatizadora con el escudo de la eficacia. Su mensaje es que para el usuario nada varía, que seguirá recibiendo atención gratuita, puesto que lo que se privatiza es la gestión. Y es cierto, pero ese cambio supone, como es natural, que la empresa que explota el negocio se mueve por criterios exclusivamente económicos. De hecho, la sanidad madrileña está yendo a parar a las manos de Capio, una multinacional sueca, ligada también a actividades inmobiliarias. Salta a la vista del último espíritu naif la singular amalgama del ladrillo y los quirófanos. Capio es propietaria de los terrenos donde construye hospitales. En Madrid se han creado en los últimos años 8 nuevos centros. Lástima que no hayan crecido de igual manera los recursos, ya que estas nuevas clínicas se están dotando detrayendo a los grandes hospitales públicos parte de sus efectivos materiales y personales.       

Jineta feliz en su caballo liberal, la presidenta Aguirre acabará transformando la sanidad madrileña en un producto de consumo más, como las bragas Princesa o las pipas Facundo. De momento, en los nuevos hospitales prima el diseño y un cierto regusto hotelero por encima de la atención médica, hasta el punto de que en algún centro se construyeron los quirófanos sin atender a las normas arquitectónicas básicas con que se conciben estos servicios. Sobra referir el malestar que la agresiva política privatizadora está creando en el personal sanitario. No son anecdóticos los casos de contrastados profesionales que han preferido prejubilarse o abandonar la medicina pública, incapaces de soportar el huracán Esperanza. Sobre la singular ineficiencia de la supuestamente bien gestionada sanidad de Madrid se pueden contar muchas historias, y me gustaría que los lectores relatasen las suyas. En mi caso me ha cabido la oportunidad de convertirme durante unos días en visitante habitual de la Clínica de la Concepción, gestionada por Capio. El enfermo era mi suegro. Si me animo relato en otro post un manual de desatinos. O mejor, le pido a él, si sale con vida, que lo ponga negro sobre blanco, pues mi suegro tiene buen dominio de pluma. Claro, que no sería justo colgarle en exclusiva a Esperanza Aguirre la medalla a la privatización de la salud, pues esto lo empezó en Valencia con mucha intención y denuedo el inolvidable Zaplana y lo ha sostenido el todavía no olvidado Camps. ¡Aquí sí que hay tela que cortar!

3 Responses to “Los hospitales de la esperanza”

  1. Me gustaría escuchar de tu suegro -me permito tutearte- sus aventuras y desventuras, porque nada como un relato en primera persona. Por mi parte, espero en breve un post sobre cómo un internista en la pura trinchera ve la en conjunto la sanidad de lo que un día fue un país que se quería igualitario y hoy yo percibo -al menos como profesional sanitario- como un fangal.
    El problema es que esos hospitales -según sé- han absorbido un gran número de médicos con contratos malos y precarios en la sanidad pública madrileña, buenos profesionales, bien formados, todavía jóvenes, que prefieren mal-trabajar en esos centros que marchar de su ciudad, aunque fuese para tener mejores condiciones laborales. Veremos cuánto duran.

  2. Yo tengo dos amigas enfermeras en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid y cuentan historias que dan ganas de llorar. Si lo que querían era acabar con el hospital lo han conseguido, Güemes, Aguirre o vaya usted a saber. Me da la impresión de que la norma general es la del destrozo de todo lo que huela a público. No sé que oscuros intereses habrá detrás, pero lo que me cuentan mis amigas es que el hospital va manga por hombro, que no funcionan muchos servicios y, sobre todo, que lo peor está por llegar. Habrá que exiliarse a alguna otra comunidad autónoma, aunque supongo que en ningún sitio atan los perros con longanizas.

  3. cada uno opina según le afecta a su economía, pienso que el médico de izquierdas quiere que todo esté burocratizado para que todo sea funcionariado público, y el de derechas quiere buenos hospitales menos burocracia, menos funcionariado pero que se les tuviera más en cuenta a la hora de proyectar los hospitales y de su dotación. Es el caso de un amigo médico , reconocido especialista traumatólogo de un hospital del Sacyl ,que se queja entre otras muchas cosas de que ni tan siquiera les han pèdido opinión para saber el material idoneo para el equipamiento del nuevo hospital en una ciudad de la comunida autónoma de Castilla y león. Luego en tyodos los sitios cuecen habas. No es demagogia , pero es natural que no nos guesten los “fangales”de los muchos hospitales que se ven en el país, que lo importante es contar con buenas infraestructuras y eficaz gestión ,donde los buenos profesionales médicos que los hay, puedan ejercer de forma satisfactoria su trabajo.

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