Esperanza perdida. Por EDUARDO GONZÁLEZ SUÁREZ

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No sé qué hacer, pero tengo que contarlo a ver si alguien me ayuda a comprenderlo. Hay médicos de bata blanca, de indumentaria verde y de vestimenta azul claro, y todos llevan ese aparato que se enchufan a las orejas antes de dictaminar y pasean así muy pagados de sí mismos.

 

Fue el día 4 de setiembre en la CONCEPCIÓN, la popular CONCHA. 2 de la madrugada. En Urgencias como un paquete sin destino, transportado en una silla de ruedas. Una cama escondida entre cortinas que ocultaban otras miserias. Un médico, y otro y otro… interminables (que hay que dejar practicar a los MIR) perdón, estas siglas doy fe de que no se refieren para nada al Sr MIR. Pinchazos, placas, traslados… y la primera ESPERANZA PERDIDA

 

Serían las dos.

serían las tres,

serían las cuatro, cinco,

seis de la mañana…

 

La ESPERANZA perdida o desaparecida, que para mejores causas ha de estar reservada. ESPERA eterna, mientras Kafka pululaba a escondidas con cara de asombro entre cortinajes baratos y un rictus escéptico en la boca.

 

A las 9 de la mañana renace otra ESPERANZA y ocupo la cama 25 de la habitación 5525. Al poco rato aparece una doctora, que dice llamarse Echevarría, en compañía de otra guardaespaldas que tiene cara de pescado soso y sin guarnición. Empieza de nuevo la sesión de circo de urgencias. Camine por esta línea, toque la nariz, mueva la lengua, enseñe los dientes así, triple salto mortal, bueno, esto último no, me he equivocado, pero creí que iba a terminar haciéndolo. Se despide y nunca más se supo de ella. Síííííí…es cierto.

 

El sábado 5 nadie, el domingo 6 nadie. El lunes… a medias. Una chica medio asustada entra y me dice ¿qué tal?

 

– Muy mal.

– Y, ¿eso?

– Los que estamos en el hospital estamos mal, si no no estaríamos aquí, ergo… yo estoy muy mal.

– La resonancia magnética está bien

– ¿Los demás resultados?

     

– No los tenemos todavía. A ver, cuénteme…

     

– No le cuento nada. Me han convertido Vds. en la perrita Cuchi.

 

Cuchi salta aquí, y ella salta, trae la zapatilla, y la trae, y así. Mire, vamos a hacerlo con organización científica en el trabajo, algo de lo que no tienen ni idea. Mire, pongan aquí a todos los MIR (que no es apellido, leñe) en dos filas. Yo en el medio hago todos los ejercicios que Vd. ordene, luego termino con una reverencia profunda y si ha salido bien me aplauden.

 

Ese mismo día vienen dos más de RECUPERACIÓN y se vuelve a montar el escenario sin resultados, allí nadie se digna aparecer y dar una explicación. Otra ESPERANZA más desaparecida.

 

El martes 8, ¡albricias!, mi hija gana una batallita de esta guerra, presenta la segunda reclamación y ¡oh milagro!, al cuarto de hora aparece un médico que anuncia que no viene a discutir. Por fin el miércoles 9 me rescatan del secuestro que he estado padeciendo y al recoger la documentación falta un volante para una nueva resonancia magnética y otra nueva cita. Dos horas de inútil espera y me voy de la Concepción con la última ESPERANZA perdida. Alguien me susurra al oído: Es AGUIRRE, la cólera de Dios. Detrás de la puerta de salida atisbo a Kafka riendo escandalosamente, y Jiménez Díaz está en lo alto del edificio llorando inconsolable, mientras la ESPERANZA se pavonea orgullosa de su legado a CAPIO. Yo me río también y lloro al mismo tiempo porque CAPIO es un verbo latino de la 3ª conjugación que significa tomar, coger, agarrar. ¡Qué mierda!

 

 

 

One Response to “Esperanza perdida. Por EDUARDO GONZÁLEZ SUÁREZ”

  1. En primer lugar, mi alegría por tu recuperación y por comprobar que, a pesar de las zancadillas de la salud y la vida, mantienes tu pulso literario con muy buen tono.
    El desmantelamiento de la sanidad pública es algo a lo que parece que estamos condenados, si es que entre usuarios y profesionales no levantamos algo más que la voz.
    Como usuario,desde hace varios años, de los servicios de cirugía y oncología del “Gregorio Marañón”, puedo decir que se está realizando un desmantelamiento obsceno de servicios e instalaciones. Por suerte, todavía la dedicación de los profesionales, tanto médicos como el resto de personal, merece una muy buena calificación, sobre todo teniendo en cuenta en las condiciones cada vez más desfavorables en las que desarrollan su trabajo. Esperemos que en esta ocasión, la Esperanza no sea lo último que se pierda.

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