Los periodistas llevan sombrero

 

 

 

 

periodista-clasicoSoy enemigo de la utilización de cámaras ocultas en los reportajes de televisión. Y no sólo por razones éticas, que también, y estéticas, que asimismo, (esa pobreza de imágenes que quitan cualquier relieve a lo que se ve) sino porque de su uso pocas veces se extraen documentos de verdadero interés. Excepciones las hay, como en todo, pero sólo en muy contados casos está justificado el recurso de la cámara invisible. Si lo que se quiere es una fotografía objetiva, lo ideal e imposible sería que tanto la cámara como el periodista estuvieran ocultos, ya que en el momento en que hay una persona delante se altera cualquier situación. El único campo en que tiene sentido el artilugio es en el periodismo de denuncia, y el momento soñado por cualquier profesional es aquel en que la cámara recoge la comisión en vivo de un delito. Comprenderán que esto es harto infrecuente. Lo habitual es que el periodista vaya con su cámara incógnita no a registrar unos hechos, sino a provocarlos. No hay que ser muy sutil para comprender que tal cosa es ilícita. De hecho, en más de una ocasión los jueces han desestimado una investigación de la policía con cámara oculta porque esta no había grabado un delito, sino que había incitado al mismo. Claro que la utilización de la cámara oculta más ramplona e inane es la que hacen hoy bastantes televisiones, privadas sobre todo, para poner imágenes a asuntos cotidianos perfectamente obvios de tan corrientes y sabidos. Está, en fin, la cámara oculta a la que recurren los programas rosa, pero tal práctica no es sino parte de un espectáculo, de forma que el término periodismo está de más.

Bien, pues aquí donde me ven, soy cada vez más partidario de los micrófonos abiertos, que no ocultos. Esos cacharros que están delante de los personajes públicos, supuestamente apagados, pero que captan frases y opiniones no sé si significativas, pero sí muy divertidas. Desde el “manda güevos” de Trillo al “yo creo que hemos tenido la inmensa suerte de darle un puesto a IU quitándoselo al hijo puta”, de Esperanza Aguirre. Por medio quedan situaciones tan embarazosas como las vividas por el alcalde de Getafe, el socialista Pedro Castro, cuando un micrófono espontáneo lo cazó con aquello de “¿Por qué hay tanto tonto de los cojones que todavía vota a la derecha?”. O aquella divertida y franca confesión de Mariano Rajoy respecto al coñazo que le resultaba acudir al desfile de las Fuerzas Armadas del día siguiente. Ya ven que, a micrófono cambiado, los políticos van de los güevos a los cojones, pasando por el hijoputa y el coñazo. Infantiles. Elementales, ya lo sé, pero expresiones casi siempre más sinceras y sugerentes que las plúmbeas comparecencias públicas en las que cada vez más frecuentemente están recurriendo a la fea costumbre de no admitir preguntas, no sea que se les estropee el guión. ¡Tócate los cojones!  

 

 

 

 

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

4 Responses to “Los periodistas llevan sombrero”

  1. En la pasada campaña electoral, tras una entrevista entre Gabilondo y Zapatero, en la informal despedida, un micro quedó abierto escuchándose como este le decía al periodista que había que tensar la campaña o algo así. Al poco, al conocerse el hecho, Esperancita Aguirre, dando saltitos como adolescente pija canturreaba ante las cámaras de televisión: “Lo han pillao, lo han pillao, con el carrito del helao”. ¿Lo recordará? ¿Lo canturreará ahora cambiando el pronombre? Si lo hiciese la honraría.

  2. Creo que debería crearse una especialidad del periodismo que se llamase “micrófonos abiertos” o “confidencias involuntarias” o algo así. Porque de verdad que es cuando se conoce a los políticos o famosos.

    Y hay añoranza de los periodistas con sombrero. Y también de las máquinas de escribir portátiles con el papel calco dentro junto con las cuartilas….

  3. No se si Bernstein y Woodward vestían gabardina cuando se reunían con garganta profunda, o por el contrario la gastaban los hombres del presidente Nixon en sus registros nocturnos de la sede del partido demócrata. En cambio sí parece que aquellos periodistas escribieran sus investigaciones en una vieja Underwood (como gusta a meg) o la más novedosa Olivetti, con papel de calco y todo.
    En todo caso a través de sus crónicas negro soble blanco lograron que los políticos más influyentes de aquella época tuvieran que acercarse educadamente a los micrófonos a su pesar.
    Y ese trabajo periodístico sí que es para quitarse el sombrero y queda registrado por generaciones.

  4. Soy enemigo de la utilización de cámaras ocultas y de los micrófonos abiertos sólo por razones de libertad y sin excepciones.
    Todo lo que se dice hoy en día es políticamente incorrecto o políticamente correcto, pero al final, pura política.
    Véase los ejemplos de los micrófonos que nos remarca Tirado.
    En política Catalana, se prohíbe rotular en otra lengua que no sea el catalán.
    El expresarse por cualquier medio que no sea el que se le antoja al legislador, se convierte en algo punible.
    Un juez decide, si la expresión de alguien es apología del terrorismo. Si el decir de palabra condeno o no condeno tiene algún valor, mas que la palabra en si misma.
    Pero también es terrible que una libertad como la libertad de expresión por la que tanta gente ha luchado, ya no tenga significado.
    Un micrófono abierto (si es por error del técnico o aposta ¿no tiene responsabilidades?) o una cámara escondida es el recrearse en lo políticamente incorrecto, es como el burlarse de la gorda, o del cojo (por lo del ministerio de igualdad), de la fea o del del tic.
    La cámara oculta, ¿busca la justicia? El delito de robar es menos delito por que sea de guante blanco o butronero es decir sin violencia. El delito de la cámara, delimita otra de las libertades la intimidad.
    Delito es decirle a Gallardon, para su preocupación (solo por fastidiar) que la esperanza es lo ultimo que se pierde.
    “manda güevos”

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