SÁBADOS LITERARIOS. Andrés Trapiello, el escritor que no escampa

1204570124_564686_fotonoticia_normal_0.jpegAndrés Trapiello es un escritor indefinido. Raro, aunque nada excéntrico, más bien concéntrico, pues toda su prosa, abrumadora, converge sobre un mismo punto: el yo que mira y escribe. No es que escriba para vivir, ni mientras vive, es que vive para escribirse. Trapiello ha perpetrado varias novelas, incluso con una se llevó el premio Nadal. ¿Y? Nada entre dos nadas, si fuera por sus novelas, Trapiello sería escritor muerto. Y, sin embargo, el autor leonés es un caso de cuidado. No quiero decir que sea un escritor extraordinario o prodigioso o notable, diré solamente que es un caso único. Muerto Paco Umbral no hay entre nosotros un escrutador de lo cotidiano, un escritor de sí mismo y lo que le rodea, un antinovelista tan singular como Trapiello. Con la diferencia de que Umbral persiguió con anhelo desde joven la popularidad, buscó un estilo de estar en el mundo sin pasar inadvertido, en tanto que Trapiello es un tipo escondido, un oficinista libresco que labora sin descanso con las palabras, como un arquitecto o un albañil que trabajara para los lectores de dentro de 200 años o para los 200 lectores de hoy que puedan encontrarse en su mundo. En realidad, Andrés es un escritor bastante leído, relativamente bastante leído dentro de lo que se lee por aquí. Y es un escritor de escritores, del mismo modo que hay toreros de toreros.¿De qué escribe Trapiello? De todo y sin parar. En libros, en los periódicos, como un enfermo, como un peligroso grafómano. Pero lo que le ha hecho tener un nombre son sus diarios, agrupados bajo el título de “Salón de pasos perdidos”, de los que lleva ya 15 tomos. A uno por año, Trapiello nunca falla. Total, cinco mil, seis mil páginas, vaya usted a saber. Una hemorragia de prosa que asusta, conmueve y provoca las delicias de los adictos a la escritura sin contaminación ficcional. Cuando el escritor leonés saltó al ruedo con sus diarios no era un perfecto desconocido, pero no era nadie relevante en la literatura. Ese acto le define, pues, hombre, que escriba diarios Amiel, pase. O Napoleón. O Azaña, pero que, uno que va de trapillo, que noveleaba pero no acababa de novelear y que sale al campo de batalla con su solo amor a las armas y a las letras se sacase de la bocamanga no ya un diario, sino una colección de diarios es locura tamaña.

Para los que no lo han leído queda decir que en esos diarios de páginas apretadas Trapiello no hace grandes confesiones. Apenas va poniendo en limpio las cosas que ve y las que se le ocurren mientras pasea por las cuatro calles de su céntrico barrio madrileño, más lo que le sucede entre las paredes de casa. Por lo demás, no viaja, o no habla de ello, ni tiene tentaciones de seductor ni escribe para que lo quieran más. Un extraño señor de las letras. Como él va quedando sólo él.

8 Responses to “SÁBADOS LITERARIOS. Andrés Trapiello, el escritor que no escampa”

  1. Iba a comenzar mi comentario con un “nunca he leído a Trapiello, pero…”, y el pero me ha dado un puñetazo resacoso (qué quieres, son las 10 de la mañana y ayer salí a buscar a la princesa, ¡casi una hazaña épica!, aunque volviera sólo una vez más).

    He descubierto que mentía antes de teclear porque de Trapiello guardo un gran recuerdo de “Las armas y las letras”, un relato que debo releer sobre los escritores y nuestra guerra civil. Pero, sí, es cierto, sus diarios me asustan y tu texo, escrito desde la admiración ante lo único, no me incita a leerlos. Quizá porque soy sólo un lector, no un escritor. Pero, si algún día fuese editor (tengo la intuición de que lo seré) me gustaría ser tan valiente como el de Pre-Textos. Sin él, Trapiello sería para nosotros un perfecto desconocido.

  2. Querido Joaquín, no sabría yo como llevar a nadie a los diarios de Trapiello, puedo suscitar el gusto por leer a Umbral, o a Jardiel o a Carver, pero Andrés T es una extrañeza como prosista, y un buen poeta. El meollo está en sus diarios, yo los leo de higos a lunas, porque si se volviera uno adicto a sus páginas apenas leería otra cosa. Entresaco unas líneas de uno de los volúmenes de su Salón de pasos perdidos: “Los diarios de uno tienden a la tristeza, porque están escritos en esa hora fatal de los atardeceres, más o menos sangrientos o, por el contrario, invernizos y grises, pero siempre patéticos y graves, con luces bajas y silencios altos” Y también: “Los diarios son a la literatura lo que el yogur a la dieta: un privilegio de las naciones bien alimentadas”. Y, en fin: “Cuando a un escritor no se sabe lo que llamarle, se le dice prosista. Y cuando se dice de alguien que es un gran prosista, y no digamos cuando se le llama “estilista”, está perdido, porque quiere decir que no tiene lectores y los críticos le perdonan la vida. Por otra parte, ser prosista es nada. Ni las novelas ni los artículos ni los ensayos se escriben con la prosa ni con el estilo”. No te entretengo más, sólo que uno tiene una edad para tomar ya un yogur de vez en cuando, por el colesterol que no os preocupa a los jóvenes.

  3. Pues yo me tenía por una persona medianamente instruida, pero este Trapiello ni me suena y si me suena es de refilón. Creo que es de León, ¿no?

  4. Me precipité. Me parece muy buena la comparación con el yogur, pero 15 tomos de 500 páginas dan miedo. Al menos a mí. Y, sin embargo, después de leer estas líneas me parecen mucho más interesantes que el PPgate. Un abrazo

  5. Cuidado! Estáis a punto de que el dedo se os dispare a la ceja.
    Y Cësar Antonio no os va a dar ni un duro.

  6. No sé quién se esconde detrás del seudónimo Seitaridis, ¿o es acaso el propio jugador griego en prosa mortal quien se aparece en este blog? En cualquier supuesto, por lo que oteo, ver cejas aquí es casi como ver gigantes en la Mancha: un extraordinario ejercicio de sugestión mental. O sea, bienvenido a casa Quijote Seitaridis y que Dios le conserve la imaginación.

  7. jajajajajaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

  8. Haré llegar tu comentario a su hermano Pedro,al que te recomiendo que leas en Diario de León. Su columna se llama “Cornada de Lobo” . Como todos los hermanos son distintos pero ingualmente “adorables”

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