Los muertos y las muertas

images

(A un amigo lector, gustoso de estos temas, que lleva el hoyo entre sus apellidos).

El otro año hice con mi amigo Falcet un reportaje sobre la muerte. Lo pasamos muy bien, porque la muerte es asunto de fundamento que alimenta la conversación. Morirse ha sido siempre un tema muy actual. Más que morirse, que se mueran, pues morir es cosa que afecta a los otros y cuando nos pase a nosotros seremos también otros, de modo que lo mismo dará. Con Pedro Matamorón, el hombre que se parecía a Balzac, he pasado bastantes horas hablando de la última hora por el mero gusto de divagar sobre ese espejismo tan real. A mí lo que me ha echado para atrás desde niño ha sido la puesta en escena, la lencería de la muerte, ese bochorno de que el cadáver esté ahí delante yacente en ataúd. Si morirse equivaliera a evaporarse, a un estar y no estar, sería llevadero, más allá de la pena de los seres queridos, que sólo la cura el paso del tiempo. Con esto se entenderá que yo sea muy partidario de los tanatorios, esos lugares asépticos donde se envasa a los muertos y donde hasta los féretros resultan menos escandalosos. Mi admirada M.A.L. (es muy buena, no crean) está preparando un libro sobre el particular y lo hace partiendo un poco de la tesis hoy dominante de que estamos escondiendo la muerte. Estoy con ella (con la tesis y con M.A.L.) en que vivimos en una sociedad narcotizada por el consumo y el “presentismo” que no quiere recordar que se tiene que morir, aunque no es mi caso: a mí la muerte ni me incomoda ni la obvio, lo que llevo mal son los muertos; y no quisiera imaginar un mundo sin tanatorios donde tuviéramos que volver a meter la caja en casa.

Se comprenderá así que me dejaran pasmado los monjes que Falcet y yo descubrimos durante el mentado reportaje, unos seres fascinantes y quizá absurdos que viven en los cementerios y que pertenecen a la orden de los fossores. Es una congregación pía que se creó en 1953 en Guadix, Granada, y que no tuvo un éxito desbordante pero sí una buena acogida que se tradujo en la creación de otras seis comunidades de fossores, instalados en los camposantos de otras tantas localidades. Falcet y yo estuvimos en Guadix, la pionera y ya casi la única que resiste la caída en picado de las vocaciones. Los fossores viven junto al cementerio para cuidar la ciudad de los muertos, desde los enterramientos a la limpieza de lápidas, y con la idea de no perder ni por un instante la certidumbre de la muerte. Dado que yo soy un tipo a contrapelo de creencias muy sólidas y confesada la desazón que me produce el aparataje de lo cadavérico es fácil entender lo difícil que sería verme con hábito de fossor, y, sin embargo, reconozco que me conmovieron aquellos seres tiernos y fantasmáticos que harían comentar a cualquiera lo que dijo el torero Rafael el Gallo cuando le presentaron al filósofo José Ortega y Gasset: “De tó tié que haber”.

Hace casi veinte años, cuando yo trabajaba en Radio Nacional, me tocó ir una mañana al tanatorio madrileño de la M- 30 a cubrir la muerte de alguna persona señera. Me invitó a desayunar el relaciones públicas del lugar, un hombre gris y entusiasta que me habló con fervor de la función social de los tanatorios y de cómo estos habían venido a darle a la muerte un color más moderno y funcional. Comentaba estas cosas el señor con palabras tan bien buscadas para la ocasión que a mí me entró por un momento la duda de si no sería verdad que morirse estaba empezando a ser chic. El relaciones del tanatorio creyó encontrar en mí un alma gemela y aquella mañana a cada rato venía a contarme alguna minucia informativa, ignorando a mis compañeros de otros medios. Hasta me trajo un plano del cementerio para que no me perdiera a la hora del entierro. Aquel ejecutivo vehemente es la contrafigura del fossor y, sin embargo, nadie como él podría poner en marcha una exitosa campaña de fomento de las vocaciones en la menguada orden.

10 Responses to “Los muertos y las muertas”

  1. No sé si es chic morirse, lo que si es rentable. Precisamente hoy escuchando RNE, Lucas ha entrevistado a un empresario que se dedica a hacer biografías de finados, porque segun sus palabras “la pesona fallecida siempre es especial”, incluso en power point con imágenes y todo. Me imagino a fustrados escritores con encargos hagiográficos. Lo que no ha contado es lo que cuesta. Habrá que ir ahorrando…

  2. Tienes toda la razón, Juan. Hoy la muerte se obvia, se calla, se olvida pronto. La noticia de la muerte de un amigo, de un ser querido impacta. Al principio. Luego, sus familiares se quedan a solas con su dolor y los demás con una copa de vino tras otra.

    Yo nunca he entendido ese exhibicionismo de lucir al cadáver en un cajón, envuelto en una sábana blanca o vestido de general, depende, para que los demás digan “parece que esta dormido, fíjate”. Los cadáveres se ocultan, como se ocultaba el rostro de un muerto en la antigüedad, para preservar su intimidad de muertos. En un ataúd cerrado no puede haber otra cosa que un cadáver. Lo que pasa es que el morbo lleva a enseñarlo, bien maquillado y bien tapado. Como si los suyos dijeran “aquí está nuestro muertecito, nuestro dolor, nuestra pena y nuestra ausencia”… Y esas cosas yo creía que pertenecían a la intimidad de cada uno.

    Los féretros cerrados preservan la intimidad, el pudor y la entidad del muerto que, a fin de cuentas es el protagonista del instante. Pero muchos se empeñan en violarlo, violar su imagen, para morbo de todos.

  3. Hace muchos años en una misa funeral, me pregunte si en mi entierro habría alguien, llorando por mí o por lo menos sintiéndolo.

    Con el tiempo me di cuenta, de que la muerte es algo no solamente necesario sino también inevitable y que es un negocio tan mafioso y oligopólico, que no tienen cabida las leyes de la libre competencia, ni las leyes de la lógica (morirse es mas caro que vivir), y que nuestros políticos que pasan el día discutiendo “gilipolleces”, por supuesto excesivamente bien pagados, no tienen en cuenta que ellos y sus familias también son próximos candidatos.

    También me impacto de niño el que una vecina que se quería ir unos días al pueblo con su hermana (aquellas vecinas de antaño de luto perpetuo) estaba a punto de renunciar, por si llegaba el del cupón del Ocaso y el mismo no se pagaba. Casi le hizo a mi madre jurar que el cupón seria abonado sin falta en el día que el cobrador pasara por casa.

    Dentro de las manías achacables a la edad, al principio me fastidiaba la importación de fiestas que hacían competencia a nuestras tradiciones, hasta que me di cuenta, que no era una competencia sino un motivo más de alegría para algunos. Pues que lo disfruten, que falta nos hace estar menos amargados.

    El muerto al hoyo y el vivo al bollo, y que me quiten lo bailado. Ah y que disfruten los humanos lo que se van a comer los gusanos. (¿Se nota que soy de la época de haz el amor y no la guerra?).

  4. “Sobre la muerte sólo puede hablarse en latín”, apuntaba el ocurrente Cioran. Ya me gustaría. ¿Qué razones empujarían a un humano a enterrar a otro humano por primera vez? Supongo que a una incipiente creencia en el más allá. Los dioses penates cuidaban de nuestros muertos a los que ofrecíamos leche y miel. No hablemos del antiguo Egipto. Se dice que la contemplación del universo y la conciencia de nuestro dolor han llevado al hombre a la creencia en otra vida. ¿Se toparán un día Dios y la Ciencia? ¿Cambiarían mucho los ritos de creer en la increencia? (supongo que no). Pero la muerte nos supera. “El pensamiento es incapaz de abordar cuestiones transcendentes como la de nuestra propia muerte”, reflexiona Steiner. Nadie puede vivir su propia muerte. Nuestros clásicos griegos insistían en superar la idea de la muerte para conseguir una vida plena, pero estoy más con la Yourcenar cuando dice que “la meditación de la muerte no enseña a morir y no facilita la partida”. Me conmueven las palabras del poeta inglés John Donne (1572-1631): “Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”.

  5. Estoy en contra de los tanatorios. Se salvan, únicamente, gracias al entusiasmo de sus jefes de prensa.
    Me declaro fossor empedernido. Prefiero un buen fossor que una azafata de tanatorio. Donde esté una buena pira funeraria que se quiten todos los crematorios del mundo.
    Nos ponen el cinturón de seguridad, nos quitan el tabaco y nos han quitado hasta las plañideras. Vamos al foso fossor. De cabeza. El muerto al hoyo conducido y cuidado por un auténtico fossor.
    ¡Vivan los muertos! ¡Y los vivos!
    Otrosí digo:
    Después de tanto tiempo soñando que soñaba he agradecido esta magnífica entrada en el blog. Y un matiz: la leyenda dice que lo que afirmó el Gallo cuando le dijeron que Ortega era filósofo fue “hay gente pa tó”

  6. Se acude hoy al cementerio tratando con respeto reverencial a la muerte,como si su presencia no resultase en realidad algo tan cotidiano como el fracaso o la mentira. Aunque también quizá nos sirva para disfrutar más de la vida. Creo que soy de la época de Seitaridis , de aquello de Haz el amor y no la guerra y de que disfruten los humanos lo que se van a comer los gusanos , por lo que de lo inevitable,mejor no hablar mucho del tema. Pero tira, tira, quién no confiesa, sobre todo en provincias ,que lo primero que se lee del diario es la página de las esquelas¿. Ahora, que nos espere la guadaña por mucho tiempo. Creo, que es muy dificil hablar con tranquilidad del tema ,dá mucho yuyu. Toquemos madera..y digamos lo que en estos casos se dice , y lo siento por repertir aquello de el muerto al hoyo y el vivo al bollo.

  7. ¡Me he acostumbrado a levantarme todas las mañanas!

  8. A mí la muerte no me da miedo, no me quiero morir pero… como decía la copla “morir es natural”. Yo creo que hay un despúes así que la muerte sólo es un paso que todos más tarde o más temprano debemos dar. Lo que hay que hacer es vivir pensando que para cuando no estemos nos recuerden con algo más que cariño. Que leguemos algo a parte de pelas, el que las tenga, leguemos amor a la vida y valentía al vivirla, sabiendo como sabemos que la parca no perdona a nadie. En fin, descanse ustedes en paz, que morirse es natural.

  9. No se si te he comentado alguna vez mi querido JA Concostrina Tirado, que yo he donado mis órganos,por un lado, y mi cuerpo a la ciencia,por otro, por lo que en mi funeral estará todo el que quiera menos la finada,usease yo.Le he pedido a mi hija,por cuestiones vegetativas obvias, que quiero un funeral con coro Gosspel bien marchoso y donde todos aquellos que me conozcan cuenten alguna anecdota en la que les hubiera hecho reir.Por supuesto con buffé libre. Quedas invitado.

  10. MAL que bien, querido amigo mío, y aunque con retraso, te agradezco el tema y la referencia, tan a tono en este mes de visitas a los cementerios y recuerdos de los finados. Pero hago una puntualización de cara a animar (o reanimar) el debate: más que al muerto, que sigue a la vista de quien quiera verlo, sea en tanatorio frío o en la alcoba de la casa de pueblo, lo que escondemos es la muerte en sí, de la que hablamos cada vez menos. Decimos eufemísticamente “se nos ha ido”. Y al día siguiente del entierro pedimos a los que se han quedado aterrados por la ausencia que olviden, abandonen el duelo y vivan como si nada hubiera ocurrido. Intentando engañar al tiempo con cirugías estéticas y tratamientos de rejuvenecimiento, como si la muerte ya no existiera. No para nosotros, todopoderosos señores del mundo moderno, dueños de la ciencia y la cosmética. Y las lágrimas, en casa. A excepción de algún plató de televisión. Pero ésa es otra historia, que es mucho menos natural que la muerte y da bastante más miedo. Besos.

Discussion area - Dejar un comentario






He leído y acepto las condiciones generales y la política de privacidad


Información básica sobre protección de datos
Responsable: REVISTA REINADO SOCIAL 21RS (más info)
Finalidad: • Gestión de la adquisición del producto, suscripción o donativo, así como la tramitación de los mismos.
• Envío de comunicaciones relacionadas con el proceso de compra, las suscripciones o los donativos.
• Envío de comunicaciones y ofertas comerciales, por diferentes medios, incluidos los medios electrónicos (email, SMS, entre otros). (más info)
Legitimación: Ejecución de una compra online, suscripción o donativo. (más info)
Destinatarios: No se cederán datos a terceros, salvo obligación legal. (más info)
Derechos: Acceso, rectificación, supresión, cancelación, y oposición. En determinados casos derecho a la limitación del tratamiento de sus datos. (más info)
Información adicional: Puede consultar toda la información completa sobre protección de datos a través del siguiente enlace (más info)
Los enlaces de (más info)