Párvulos
Me cuenta Jana: rubia, alta, hermosa y culta, que entre sus alumnos de preescolar hay dos que se niegan a aprender a escribir. Son los más inteligentes, demuestran su talento natural en las diversas actividades escolares que acometen, pero a la hora de trazar garabatos rechazan con firmeza empuñar el lápiz. Desconoce Jana a que se debe esa tozudez, lo único cierto es que no se trata del capricho de un momento. El primer trimestre del curso está a punto de caducar y en tanto los compañeros de estos dos rebeldes le buscan las curvas a las letras, los conjurados se resisten. Tal vez sean unos precursores, quizá en su vocación ágrafa anide una actitud consecuente ante los tiempos venideros. Admiro en estos alumnos de Jana lo que tienen de genios intuitivos y temo el futuro que anuncian.
Yo también temo ese futuro. Hoy he tenido que contestar a una alumna de periodismo de Alicante, que me envía mensajes de desahogo y me consulta de vez en cuando, para convencerla de que no ha equivocado la carrera cuando ha recibido un fascículo del catedrático de periodismo radiofónico, diciendo, entre otras sandeces y nimiedades, que hay que aclarar la voz al entrar en el estudio. Esta provocando en la chiquilla una sensación de gilipollas que no debe ir más allá de la nariz del profe. Se está rebelando de forma que se niega a examinarse de esta asignatura, que considera superficial y sin enseñanza alguna. ¡Dios mío, qué profesorado el que está educando a la generación que va a dirigir la sociedad mañana!.
Es una verdadera lástima que no puedan examinarse los intestinos intelectuales de los niños para averiguar qué les dan de comer en casa (puede incluirse adultos).
No obstante le recomiendo a la bella Jana, además de sosiego, que lea ese famoso cuento donde un gran sabio llora porque no entiende sus propios escritos.
¿Y no se le ha ocurrido a nadie pensar que los niños en preescolar lo que tienen que hacer es jugar y no aprender a escribir si no les apetece todavía? Son muchos ya los expertos en educación que están reclamando sosiego a la hora de imponer a los niños desde tan pequeños una disciplina que les aparta del juego y fuerza sus ritmos de aprendizaje a edades demasiado tempranas. Recordemos ue antes la enseñanza obligatoria comenzaba a los seis años y muchos llegaban al colegio sin saber leer ni escribir una sola letra. El problema es que los padres queremos que nuestros hijos entren en Primaria siendo pequeños Einsteins. Y los profesores están desbordados por un sistema que les exige resultados inmediatos, aunque a veces sean poco fiables. Hay niños, por ejemplo, que leen de carrerilla desde bien pequeños, pero tienen nula comprensión lectura. Me gustaría preguntarle a Jana si esos dos rebeldes con causa desconocida juegan y disfrutan con ello. Si colorean, saltan, cantan y se ríen. De no hacerlo, a mí me preocuparía mucho más.
Negando, uno se afirma. Procaz edad para desarrollar esos fluidos nerviosos que son el ego.
María Ángeles: me dice Jana que los niños en cuestión tienen cinco años y que en su colegio (privado) a esa edad los pequeños empiezan a escribir. De todos modos ella no se alarma de que rechacen empuñar el lápiz, sino que le resulta curioso ese empecinamiento en niños tan bien dotados para todas las actividades y diversiones. Soy yo, en todo caso, quien ha elevado la situación a categoría, más que nada ingeniosa.
A mí me parecen fascinantes estos dos pequeños rebeldes. Hay que ponerse en contacto con Punset para que nos intente explicar el porqué de su negativa a empuñar el lápiz. Me intriga saber si son amigos, si son chicas o chicos, o chica y chico, si tienen algo más en común que su inteligencia y su apuesta decidida por ser auténticos escritores del NO.
Poz ke zepaiz loz plofez ke ni a mi amiguita Alicia ni a mi noz guzta que noz digan lo ke tenemoz ke acer en el cole. lo ke keremoz ez creaz un grupo muzicaz ke ze yame Alicia y laz Maravillaz, junto con mi hermanito ke dice ke Alicia ez mu guapa y mu guena.
Feliz año a todoz.