SÁBADOS LITERARIOS. La muñeca hinchable

Estuve tentado de pedirles a los Reyes un libro electrónicoimages para empezar la década con un golpe de gracia futurista. Tengo un nivel medio alto de esnobismo y me da gusto manosear, y, si se puede, amancebarme con los artilugios a la moda. Antes de escribir la carta me di una vuelta por la tienda para comprobar las virtudes del cacharro y comparar los varios modelos en competencia. La elección fue inusitadamente rápida: los mecanos con letras se me cayeron de las manos todos, comprendí que lo que tenía a la vista no era un ensayo de lo que nos viene sino un artefacto que se ha quedado viejo antes de hacerse popular. El libro electrónico es a día de hoy una imitación relativamente lograda del libro, pero, ¿quién se acostaría con una muñeca hinchable (añádase muñeco, etc, en virtud de las equivalencias de género) si puede hacerlo con el original de carne y hueso? Ya sé, ya sé que muchos/as se acuestan con la muñeca: son tan viciosos que lo hacen en cualquier sitio, como mi amigo J, que se ha leído “2666” en el ordenador. Yo, por ahora, seguiré durmiendo con Matute o Baroja y no con su vago y quizá vano fantasma eléctrico. Estoy seguro de que el libro continuará perfeccionándose, que tendrá hojas o no las tendrá, pero me parece que el dispositivo que va a adelgazar las bibliotecas todavía no está aquí. Una de las ventajas del e-book es que permite almacenar miles de libros. Eso está bien para el experto o el profesor, pero al lector corriente no me parece que le aporte mucho, a no ser que los libros se lean solos, que entonces sí sería un avance fantástico. Y en lo de los hipervínculos que le permiten a uno leer “Papá Goriot” mientras ve postales de París, consulta la Wikipedia o escucha música, pues bueno, ¿qué quieren que les diga? Ya puestos se podría añadir una antología de goles narrados por Manolo Lama.


Los libros trasladan historias, emociones y conceptos y se forman mediante la acumulación de letras, por lo que se pueden descifrar en una superficie de papel, en la pantalla del televisor o en el e- book. Pero la lectura tiene también un alto componente de fetichismo y tocar, oler o doblar las páginas son placeres en sí mismos. Si triunfara el dispositivo electrónico y lo leyéramos todo en un único aparato nos perderíamos esa cosa fastuosamente diversa, en colores, tamaños y dibujos que es un libro, la suma infinita y fantástica que es una biblioteca. En este punto quiero recomendar un ensayo para apasionados de estas fruslerías. Lo ha escrito Jesús Marchamalo y se titula “Tocar los libros”. Se trata de un delicioso breviario escrito desde la bonhomía y la alegría contagiosa. Son sólo unas páginas, surgidas de una conferencia, que en seis años han aparecido en tres editoriales. Estamos ante un recorrido escrito desde el capricho y a vuela sugerencia. Aquí nos enteramos de que Juan Ramón Jiménez leía en una habitación con las paredes acolchadas, de que Octavio Paz sufrió uno de los grandes disgustos de su vida, justo en sus últimos años, cuando se le quemó su inmensa biblioteca o nos deleitamos con la historia del visir persa que en el siglo X transportaba por el desierto su colección de 117.000 libros en una caravana de 400 camellos ¡y en riguroso orden alfabético! El libro de Marchamalo no es una rareza para bibliófilos, es un delicado regalo para todos los lectores.


Edith Wharton (1862- 1937), la prestigiosa novelista norteamericana, tiene un librito, “El vicio de la lectura”, que podemos encuadrar en el mismo subgénero que el de Marchamalo, aunque nada tiene que ver con este. Edith pertenece al ala dura de los defensores a ultranza de la literatura como élite y exigencia artística; el pequeño volumen es un continuo vituperio de lo que llama “lectores mecánicos”, lo que podríamos llamar consumidores de best-seller, en contraposición a los “lectores natos”. Nos sitúa la autora en la dicotomía entre lo que yo llamaría el que lee para vivir y el que lee para matar el rato. Desde luego, pertenezco a la primera categoría pero nunca he sido muy amigo de quienes se dedican a otorgar carnés de competencia intelectual. Con todo, el libro es ameno y le asisten poderosas razones como cuando apunta que “leer no es una virtud; pero leer bien es un arte, un arte que sólo el lector nato puede adquirir”. Amén.

22 Responses to “SÁBADOS LITERARIOS. La muñeca hinchable”

  1. A mi el señor Tirado me parece una persona de orden, como debe ser. Los libros deben ser de papel, y no sólo para tocarlos, como dice el señor Tirado, sino para arrancar todas aquellas páginas que nos parezcan incorrectas o contrarias a la moral. Desgraciadamente desapareció la figura del censor, aquellas intachables personas que cuidaban de que nadie perturbara el pensamiento de los súbditos con alguna idea extravagante u obscena. Naturalmente yo no voy a lerer nada del tal Marchamalo, porque este señor debiera llamarse Marchabuena. El señor Tirado transmite su amor a los libros, yo imagino que los escritos por Don José María Pemán, o aquellas inigualables comedias de los Hermanos Álvarez Quintero, o a los del señor De Prada, a quien el destino ha reconducido por la buena senda tras su desafortunadísimo primer libro. Como verán se de literatura, de buena literatura, porque yo me considero un intelectual como pueda serlo el señor Fraga. El Gobierno debiera prohibir estas modernidades del libro electrónico, y no el tabaco, que como el Soberano, es cosa de hombres. Y aquí me tienen despierto a las tres de la madrugada, pero es que hay que estar permanentemente vigilantes ante el avance implacable de las conspiraciones judeomasónicas. Señores, viva España, y voy a leer un rato a Don Agustín de Foxá, hasta que el primer ABC del día llegue al kiosko.

  2. Frecuentemente, Tirado nos obsequia con textos largos. Como los poemas de mi amigo Gil (personaje literario).
    Estoy de acuerdo con él. Prefiero los libros clásicos a los eléctrónicos.
    Mis comentarios suelen ser cortos. Termino aquí.
    Si, más tarde, se me ha pasado la indignación que me produce la alusión a “El vicio de la lectura” escribiré un comentario aparte sobre ese libro vomitivo.

  3. A. Escribo mientras fumo un cigarrillo: el segundo del día. Hasta las 5 no encenderé otro. Por la noche aún me fumaré un cuarto. En esto soy mujer de orden, aunque aviso que estoy quitándome. En seis meses calculo que sólo fumaré dos al día. Y mi propósito es llegar a 2012 fumando sólo uno: el de la noche. Veremos.

    B. Pancracio (don) es un personaje de otro siglo. Pero no del XX, no sé de un siglo perdido. Ahora, da gusto leerlo. El libro de Prada que su pudor no le permite nombrar se llamaba “Coños”. Y tenía su gracia. Ahora se ha convertido en un triste monaguillo, con muchísimo menos ingenio que don Pancracio.

    C. A mí sí me han traído los Reyes un libro electrónico y ya he leído algunas cositas, pero nada que ver con el papel. Por lo menos por ahora.

    D. Al contrario de Seitaridis a mí no me molestan los textos largos de Seitaridis. Tirado escribe muy bien en largo. Y Seitaridis escribe magníficamente en corto.

  4. Quise decir que a mí no me molestan los textos largos de Tirado. A menudo se me hacen cortos. Lo que sí debía hacer es escribir con más frecuencia. Confieso con todo que lo verdaderamente notable de este país de Alicia son los comentaristas. Yo suelo ser una Guadiana, pero me he vuelto a enganchar. Seitaridis, Talavante, Eolo, el magnífico Macaón, Copos… y ahora Pancracio. Por Dios, pero, ¿quién es este hombre? Creo que voy a leer a Pemán, ja, ja…

  5. De todas las ventajas que los libros de papel tienen sobre los electrónicos hay una que me parece insuperable, la capacidad de ser dedicados, de esconder tras su tapa el calor de un amigo, el elogio de un antiguo profesor, un billete de tranvía, la entrada de un cine, la letra minúscula y femenina de una chica que ya no existe.

  6. Creo que fue Vargas Llosa el que escribió el otro día que el artefacto electrónico (es decir, la pantalla) iba a modificar los hábitos de lectura. Que sería una ingenuidad pensar que la pantalla no obliga a determinados textos, mientras el libro está adaptado para otros. Estoy de acuerdo con él. En la pantalla no soy capaz de leer ‘2666’ ni siquiera ‘Marcelino pan y vino’. Lo que cabe en un periódico, las noticias y los chismes, sí. Larga vida al libro.

  7. Me declaro fetichista a la antigua usanza; me encanta el tacto de un libro y su olor. En este tema me declaro cristoconservadora (sobre todo desde que entro en el espacio cristiano de este blog).
    Pero el nuevo fetichismo se impone con la electrónica, lo virtual. Sociedad descafeinada, sin aditivos ni conservantes, en la cual nada dura ni tiene consistencia. Este es el presente de muchos adolescentes (y también de bastantes adultos). Su realidad es tan light como incierto su futuro. Un cierto temor al contacto humano directo, piel con piel, los paraliza. El anonimato les da seguridad y les resta temores. Es la era de los cuerpos Danone para exhibir y prostituir ante la webcam; de los deportes virtuales en el Wii; de los periódicos digitales; de las prácticas sexuales a través de la red.

    Pido la vuelta al disfrute de los pequeños placeres cotidianos. El libro impreso que te acompaña en tus manos, el paso de sus páginas. Reclamo el uso de los cinco sentidos en su estado más puro y natural. El abrazo y la caricia que te envuelven. La mirada tierna y serena, imposible de apreciar con todos sus matices a través de una pantalla. La naturaleza viva y salvaje.

    Lo virtual sólo para lo realmente útil, como este espacio que nos ha brindado nuestro maestro Tirado. Para lo demás, aferrémonos a lo de siempre.

  8. Señora Ana, me llamo Pancracio, tengo 78 años y soy viudo. Mi mujer, Encarnita, murió en el 2004. Dios no quiso que tuviéramos hijos. Me he quedado muy solo. Pero he sido feliz, no se vaya usted a creer. He trabajado durante toda mi vida, hasta que me jubilé, en el Metro, en las oficinas. Yo, señora Ana, fui el encargado de aquel gran ascensor que había en la estación de José Antonio, que nunca debió de dejar de llamarse así. Fueron los mejores años de mi vida. Yo salía todas las mañanas con mi traje -me compraba uno cada dos años o dos años y medio, porque era lo que me permitía mi sueldo-, mi corbata y mi camisa blanca, planchadísima por Encarnita. Primero iba a las oficinas. Y luego iba al ascensor. El ascensor era muy importante, mire usted. En 1970, subir o bajar en él llegó a costar dos perras gordas. Yo lo hubiera dejado en una perra gorda, porque mucha gente no podía pagárselo. Incluso, lo confieso ahora, me hacía el distraído para que se colara algún anciano y no tuviera que ir por las escaleras. Yo trabajaba 12 o 14 horas al día. Hacía muchas horas extra, para que a Encarnita le faltara lo menos posible. No puede usted imaginarse su cara de alegría cuando en 1965, por fin, le pude regalar nuestro primer televisor, un Reyfra de 20 pulgadas. Lo pagué en 18 plazos. Aunque teníamos ya televisión en casa, dos sábados al mes la llevaba a algún cine de estreno, en el Paseo de José Antonio. No se imagina usted lo guapa que se ponía. Algunas malas lenguas de los compañeros del Metro decían que Encarnita era fea. Pura envidia. Era la mujer más hermosa del mundo. Mientras veíamos la película, ella posaba su cabeza en mi hombro. Y yo olía su cabello, sin que se diese cuenta. Era un perfume maravilloso. Dicen que el recuerdo de los olores es lo último que pierde la memoria. Cuando éramos novios, hice el Servicio Militar en Vigo. Cuando me daban permiso, cogía el expreso, siempre en tercera, claro, el viaje era largo e incomodísimo, pero yo era el hombre más feliz del mundo, porque sabía que en la estación del Norte me esperaba Encarnita. Yo entraba a las seis y media cada mañana a las oficinas del Metro. Encarnita y yo nos íbamos temprano a la cama. Y ella me leía, con su voz suave, novelas de Don José María Pemán. Hasta que yo me quedaba dormido. Entre sus brazos. Y a veces, así me despertaba. Ahora casi no consigo dormir. Cada noche pongo la radio y me imagino que es la voz de Encarnita, leyéndome novelas de Don José María Pemán. Hoy me he despertado con parte de la almohada pegada a la espalda y he creído que era Encarnita. Pero no, era la almohada y el transistor seguía funcionando. Me debí de dormir con la radio puesta. Entonces me levanté, me duché y fui a por el ABC. Perdone usted, señor Tirado, por ocupar tanto espacio en su periódico de ordenador. Yo soy un español. Un hombre. Y no temo a la muerte. Pero como hombre que soy, tampoco quiero desearla. Yo les confieso, señora Ana, señor Tirado, que hay días que me gustaría morir. Pero hay que luchar hasta el final, hasta la Victoria, como hicieron las tropas del Ejército Nacional. Pero pienso mucho en la muerte. Yo creo que será como cuando cogía el tren en Vigo. Un viaje largo e incómodo. Pero al final, cuando ya le haya dado cuentas a Dios, sé que me estará esperando Encarnita.

  9. El puto CAPTCHA me acaba de borrar mi comentario. Tirado, dile a los curas que lo quiten, ¡joder!
    Me declaro incapaz de escribirlo otra vez. Y más tratándose de ese libro-basura.

  10. Pues yo, como Morante, me fumo un puro a la salud de Ana R.
    Hay que ver las cosas que leéis. Y lo bonito que escribís.
    Ya lo dijo un colega mío: hay gente pa tó.

  11. Sr. Tirado, estoy con Vd. Yo también me negué a comprar el ebook, después de ver lo que es. Y sigo acariciando las hojas del libro que estoy leyendo que me tiene atrapada entre sus hojas. Y siempre que lo cierro miro -no sé por qué- lo que me queda por leer y lo que he avanzado en un momento.

    Sr. Pancracio: Me alegro de pertenecer al grupo de comentaristas de este blog. Y de dar la compañía que puedo o sé a quien la necesita. Veo que navega Vd. por la blogosfera con soltura y afición. Tengo la esperanza de que siga así mucho tiempo. Feliz día.

    Un saludo, Tirado, y una gran admiración gigante para tu amigo J, capaz de leerse las 1000 páginas de Bolaño en el ordenador. Je,je. ¡Qué aguante y qué fortaleza de espalda!.

  12. Por esta vez los desfachatados no podrán fisurar timbales ni gripar el trompetín. Zapatero permite leer donde y como a cada uno le de la gana: a la pechigonga o a la martingala, en vidrio gelatinado o pasquinado en azul , a la cachurra o a la guzpatarra. En fin, alégrese don Juan Tirado ya puede leerse hasta en carambola y a dos voces (mientras lean, apostillará algún ingenuo malaventurado).
    P.D.: Este año he prometido fumar un poco más (al menos lo que doña Ana R desdeñe)

  13. Sr. Tirado:
    Yo tengo un libro electrónico (ya estamos con los anglicismos, leñe) y lo lleno de libros que me gustaría leer. Cuando los estoy metiendo en este ‘artilugio’, me imagino que ya me los he leído y me los quiero leer todos a la vez. Sin embargo, ahora me estoy leyendo uno de Vargas Llosa en papel (no el que usted está pensando) por que hay que alternar, que a uno también le gusta la textura del papel (cada vez de peor calidad dependiendo de la publicación).
    Lo que quiero decir es que, a día de hoy, nada ni nadie va a sustituir al libro de papel, por muchos e-books (ahora si pongo el anglicismo) que se hayan vendido en los EEUU. Pero también es verdad que con el libro electrónico he podido tener acceso a libros que creo que nunca me podría haber comprado; por no tener tanto dinero ni tanto espacio en mi casa.
    Ya sé que parece una tontería, y que para eso están las bibliotecas (tampoco las va a sustituir nada ni nadie), pero ustedes saben mejor que yo que hay volúmenes que no aparecen en la biblioteca del barrio, y que para leerse un libro del Bolaños (yo me acabo de terminar “Los detectives salvajes”) si hay que cogerse tres metros y un autobús pues mire usted, con todos los respetos al tal Bolaños… me cojo otro y punto ¡Por libros va a ser!
    Así que no me sean ustedes obstinados y prueben el libro electrónico de algún amigo que se lo quiera dejar. Y si el Sr. Tirado quiere comprarse un libro electrónico, dejénle que se lo compre; que lo pruebe, que pregunte, que indague. Eso sí, tendrá que encontrar uno que le guste, pero no tenga prisa que ya lo encontrará. Lo importantes es que ya le ha ‘picado’ el gusanillo.
    Y sin que nadie se dé cuenta, podrá usted leerse un “Código Da Vinci” disimuladamente sin que nadie le tache de “lector mecánico” que trata de matar el rato.

  14. Pancracio, se te ve el plumero. Debes contenerte y no enseñar tanto la patita. Van a descubrir a tu autor.
    Por cierto, que quiten el CAPTCHA.

  15. Comprendo que cueste trabajo aceptar la evidencia, pero el libro en papel es pasado. Tiene presente, evidentemente, pero no tiene futuro. En diez años el noventa por ciento de los libros se leerán en formato electrónico. Eso está cantado, lo demás es melancolía e incapacidad de asumir la realidad. Que conste que yo todavía no me he comprado el dispositivo, pero lo que veo absurdo es escamotear la realidad y taparse los ojos.

  16. Si también yo creo, como casi todos supongo de los que escriben aquí que el libro como tál pronto será pasado, pero nos aferramos a él como un clavo ardiendo porque aún es pronto para dejar de pensar en tocarlo, pasar sus páginas el olor , el verlo ahí encima de la mesilla cuando lo estas leyendo ,o en la biblioteca de mi habitación, en mi caso y porque ¡no me da la gana de pensar en leer en un libro electrónico¡ ¿’vale?. Tal vez pueda mirarlo de refilón , pero de pensar en comprarlo ¡que le vamos a hacer ni por asomo¡,
    Me sumo a lo del CAPTCHA, a mí hasta tres veces me ha borrado el comentario. ¡a quien corresponda, que lo quiten. ?dónde estás Sin reflejo¿.

  17. Dejemos que el maestro Tirado siga viviendo en pecado. Simplemente a él no le atrae la “tableta electrónica” y tal vez se conforme con una onza de chocolate puro (o con leche, que no quiero dar lugar a malas interpretaciones). Por cierto, no pretenderemos que como no fuma cigarros ni puros cubanos se pase a los porros colombianos, verdad?.

    Estoy notando con este tema una cierta tendencia cristoprogresista que no me gusta nada. Redimirnos de los pecados a los que tenemos el libro de papel como fetiche me parece un tanto excesivo. Es cierto que por probarlo no pasa nada, puesto que ya más adictos a la lectura no podemos ser. Pero yo me pregunto, si como dice Luiso el futuro es el e-book:
    -Qué pasará con nuestras librerías de siempre en las que nuestro librero nos orientaba sobre nuestras peticiones mientras manoseábamos las últimas novedades?
    -Qué ocurrirá con nuestra cita anual en la Feria del Libro?. Nuestros autores favoritos nos estamparán una firma electrónica?
    -Y en los colegios, tal vez los niños del futuro estudiarán con un único librito electrónico en el que se incluyan todas las asignaturas?.

    En fin, tal vez desde que escribo en este blog me estoy volviendo un tanto conservadora, pero de verdad que no puedo evitarlo. Yo prefiero a Juan Antonio así, tal como es, con sus virtudes y sus pequeños vicios, aunque estos no pasen por el tabaquismo ni por el e-bookismo.

  18. Nada, q seguimos sin enterarnos. En los States el ebook sigue consiguiendo adeptos, pero en los PIGS como q no estamos en la onda. Cachisss.

  19. Voy a contaros una historia de libros.
    Largo viaje en tren, de vuelta de unas vacaciones, sin otra compañia que la biografia de Marcos Ana, Decidme cómo es un árbol. A mi lado un hombre llama mi atención. No creais que soy de esas personas que dialogan con desconocidos en los trenes. Por eso creo que las cosas ocurren por na razón. Como decía, de mi acompañante me llaman la atención sus manos que sujetaban un libro. Imposible controlar la curiosidad y no mirar la portada. Leia a Noam Chomsky. No recuerdo quien comenzó a preguntar por el libro del otro, por el viaje del otro, por el destino del otro. Precioso comienzo de una historia de amor, porque la amistad es amor. Sergio me contó su vida en aquel momento como médico en circunstancias poco edificantes. Al poco tiempo nos encontramos en mi ciudad para que conociera a mi entorno que le ha acogido de maravilla porque aún no hos he contado que Sergio es un ser humano excepcional. Cirujano curtido literalmente en mil batallas y mil guerras, Nicaragua, Sierra Leona entre otras, su vida es un libro que deseo que escriba pero de humanidad y entrega a los demás a través de la medicina humanitaria. Actualmente está en el sur de Yemen en zona de guerra con MSF, Por lo que me cuenta en sus crónicas corre serio riesgo y han evacuado a parte del hospital, pero él ahi sigue, Ni un grave problema de salud lo ha movido de los más necesitados porque antes estan los demás.
    Os puedo asegurar que fueron los libros los que comenzaron solos esta historia que ha hecho mi vida más rica y humana.

  20. Apostaría fuerte, sr. Tirado, a que se pasa usted mas horas diarias leyendo en un ordenador que su colega leyendo “2666”. ¡Agios ho Theos!

  21. Vivan los libros de papel!!! Viva el Real Madrid!!! Arriba España!!!

  22. Pues yo al libro me apuntare en cuanto bajen un poco, así fomentamos el empleo en china y la convertimos en potencia mundial, que así luego nos compran deuda y sacan al gobierno un poquito de apuros, !vamos que le deja respirar!.
    A la vez protegemos nuestros bosques, o los de la amazonía o los de confieras del Canadá, o vaya Vd. a saber… que luego todo se sabe.´
    Y además de tan social, me los pienso bajar por la cara, que así arruino a la SGA que nos son nada sociables y encima tienen el sombrero de “ala caída como Capone”.
    Que por cierto, estaba yo recitándole de memoria unos versos a una chorba de postin, al cariño de las sombras, de un centenario productor de madera, cuando detrás y como a hurtadillas, apareció no un mirón sino un cotilla, que talonario en mano me lo quería cobrar en nombre de su autor, ! pero si es de Góngora señor!, resultara que ahora los poetas tendrán representantes como los futbolistas.
    Pues ánimo, Cristiano, tu… cuanto ganas….

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