¿Quién lee mi libro?

Es frecuente que salga a colación el futuro del libro, que si papel, que si pantalla. El tema da para mucho, excita pasiones, remueve momentos estelares de la sensibilidad colectiva y convoca, nuevamente, a apocalípticos e integrados. Casi nadie dirime aquí con la objetividad desapasionada del científico, sino con las tripas del deseo o el temor. A unos, celosos guardianes y coleccionistas de los tiempos dorados de nuestra pubertad y juventud nos irrita que un cacharro sin alma y menguado de cuerpo pueda arrebatarnos a la manoseada novia de papel, otros, que no han leído apenas y tienen incubado cierto virus de resentimiento contra los devoradores de libros, ven en la extinción de los ejemplares impresos su salvación, en la idea de que vuelto todo pantalla desaparecerá la frontera entre letrados e iletrados. Pero las categorías son muchas más y dan pie a bizantinismos de variada gama y escala. Metidos a futurólogos me temo que valemos poca cosa y sería feliz ocurrencia poder ver el presente desde la ventana imaginaria de 50 o 100 años adelante.

En todo caso, papel o pantalla, es fruslería que tiene poco relieve respecto a lo que de verdad importa. La cuestión no es que leamos en este o aquel cacharro, sino qué leemos y cuándo leemos. Internet se ha convertido en una fiesta extraordinaria, abierta las 24 horas del día, del año, de la vida, una discoteca sin resaca, un entretenimiento perfecto. Yo sigo estos debates en Facebook o en Twitter y participo y los aliento y veo como se origina en seguida un apasionante toma y daca (feedback dirían los teóricos de la comunicación), todo con mucha ventanita y color y alegría. ¿Quién tiene así paciencia o el alma serena para leer a Azorín o a Lezama Lima, a Lorca o a Marías? Hay una doble cuestión: por un lado el tiempo es escaso, porque el hombre moderno vive al límite del estrés, de forma que si uno dedica dos horas a circular por las autopistas de Internet no tendrá ese tiempo para leer, lo que ortodoxamente se entiende por leer, en cualesquiera sean los formatos. Pero es que además de tiempo es preciso disponer de una disposición de ánimo, de una calma interior mínima para degustar de verdad la literatura. Eso vale para los lectores y para los escritores que se pasan las horas enchufados y se lo tengo muy dicho a algún joven talento a quien le gustaría ser Umbral en unos tiempos en que de Umbral apenas si ha quedado algo más allá del cansino “yo vengo a hablar de mi libro”.

Sé de que hablo, porque yo mismo procuro ponerme a dieta de esta golosa fiesta global y con frecuencia me empacho, porque las horas aquí se van sin sentir. Lo sé hasta el punto de que últimamente noto que tengo más descuidado el blog (tres años ya, como mi Alicia) y eso es así porque la cabra que soy yo también tira al monte y se lo pasa mejor en el tablero flipante de Facebook que empeñado en escribir en relativa soledad post tras post. Finalmente puede que sea Facebook o alguno de sus sucesores los que acaben con la estrella de Gutemberg, en tanto nosotros dilucidamos sobre galgos de papel o dálmatas electrónicos.

12 Responses to “¿Quién lee mi libro?”

  1. Tienes toda la razón. Escribir exige un parón y un aislamiento. Facebook, atrae, la cita en el gymnasio consumne y mientras tanto el papel en blanco y las musas esperan pacientes. En cuanto al libro electrónico y al papel. No sé su futuro, pero hoy por hoy el libro en papel gana, por lo menos en los usuarios del metro. Contabilicé el viernes pasado en el vagón en donde yo estaba una proporción de, por dos pantallitas , seis de papel. No sé hasta cuando..

  2. Creo que es Vargas Llosa quien ha dicho que era una ingenuidad pensar que da igual leer en pantalla que en papel. Que un artefacto y otros son diferentes y modifican la manera en que los usamos. Por experiencia propia sé que en pantalla se me hace muy difícil leer algo denso.

  3. No me negarás, amigo Juan, que los escritores, si quieren llegar a ser Umbral (o lo que quieran ser ahora) tendrán que “adaptarse” a los nuevos tiempos.
    ¿Que la gente ahora se “engancha” a las nuevas tecnologías, internet y la tinta digital? Pues no pasa nada; se adaptan los contenidos a las nuevas tecnologías, internet y la tinta digital. ¿Que desaparecen los libros? Que nadie se asuste; el que quiera leer ya se buscara la vida y buscará (y comprará) el libro allá donde esté.
    Para aquellos que estén todo el día conectados a los Facebook, Twitter, etcétera, y quieran ser grandes escritores, no entiendo por qué tienen que dejar ese vicio para ponerse a escribir. Si las tertulias de Facebook son como las tertulias de cafetín, con sus discusiones y sus debates encendidos.

  4. Creo q ya están aquí. Alguien los ha visto en el Metro. Están en la Universidad. En el ascensor de Torre Picasso. Pronto tomarán la Escuela.
    Me extraña q su llegada no se note aún en la Escuela de los más pequeños, aliviándoles del peso de su mochila escolar.
    Alguien del círculo familiar los invitará a casa y progresivamente se introducirá en más hogares. Será entonces cuando los escritores superarán a los lectores.

  5. Amigo Palmiro:

    Esto va muy rápido y además no sabemos a dónde va. Alicia no sólo conocerá a Suárez por los libros de Historia, como nosotros conocimos a Cánovas del Castillo, Alicia estudiará en los libros de Historia a ZP. Peor: estudiará en el Youtube de su tableta lo que eran los libros de Historia.

    Alicia sin embargo es una afortunada que tiene unos padres que le hablarán de cómo era el mundo sin Youtube, de cómo los enamorados se enviaban cartas perfumadas antes de washapear y de lo que es un poeta, o sea, de lo que lleva en el corazón un socio del Atleti.

    Tengo que venir más por aquí. Esdte blog tienen algo que tira de uno pa’rriba.

  6. Creo ilustrado maestro,que el libro o el pápel no es la novia que se manosea,si no pobres poetas que se alimentan solo del azahar de encontrar un libro perdido que les abre los ojos del conocimiento,un libro olvidado en la estanteria de los planetas,que de repente se te aparece en el tiempo como una estrella nueva.El encuentro de un verso que borrara,entonces,y que ahora cobra, a través de las nuevas circunstancias toda su dimensión en el tiempo y en el espacio.Sólo con internet nos cargaremos el origen de la vida que es el AZAR.

  7. Decodificar un libro es como interpretar un sueño. Cuando hablamos por telefono con alguien que no conocemos, formamos una imagen mental del interlocutor que normalmente va a distar mucho de la realidad. Un timbre de voz además distorsionado no da una idea de la realidad.
    Lo mismo se aplica a la lectura, al hacer la recodificación del texto, formamos una imagen mental, que distara bastante de la imagen mental que nos intenta trasmitir el autor, dependiendo de la profundidad y calidad de las descripciones.
    Gracias a ello cada uno podemos tener nuestra propia historia, con un hilo común conductor, pero como una interpretación totalmente diferente y en muchos casos errónea de lo que nos intenta transmitir el Autor.
    Algo habitual, véanse diferentes interpretaciones en el campo del derecho y la jurisprudencia (no entiendo lo de prudencia) que no tienen desperdicio y que más bien parecen interpretaciones destinadas a revistas como la Codorniz. (…)
    Pero el medio, en papel o electrónico no tiene que ver nada con la interpretación, si no mas bien con las manías del lector.
    Y puestos a ser maniáticos, maniáticos somos todos.

  8. Alguien me regaló una novela de Umbral que olvidé en un hotel sin bidé. ¿Qué habrá sido de mi regalado libro? Vivimos entre preguntas, demasiadas preguntas, por ejemplo, ¿qué tal os va con vuestro cerebrito Rajoy? Esperando nanay, responderéis. Por ejemplo, ¿dónde esconde la pluma el señor grafómano? En el vaso de la dentadura postiza, respondo. Paseo, un individuo vocifera por el móvil: “…nohabísvinío… venga sosperamos”. Pues eso señor grafómano, sosperamos.

  9. Pues, querido Macaón, debieras haber dejado en el bidé o en el perchero de las amistades perdidas a quien te regaló ese libro. Quien le regala a uno un libro que se termina olvidando en el bidé de un hotel o de una casa de putas no es amigo ni merece siquiera el título de conocido. ¿Indeseable? Eso, un indeseable, ágrafo para más señas.

  10. De jovencito tuve una novia, tibia y bonita y algo mojigata, que entre pudorosa y reprimida risa me contó un chiste de colegio de monjas: un bidé es un aparato con forma de guitarra donde cada una se toca su fandango. ¡Qué no habrá visto un bidé! (aparte del libro de Umbral). Lo imagino como dos grandes ojos que inquieren, ojos que lloran o silban o desprecian. Tanto amargor, tanta dulzura en su acogedora lisura. El bidé es prodigioso, sabe ocultar olores y sabores únicos, del cielo o del infierno pero auténticos. ¡Qué no sabrá un bidé!

  11. macaon es el nuevo umbral de intetnet la metafora del bide es de un surresoñalismo con la brillante belleza de la realidad mas humana que abona los colores de la rosa .

  12. el tiempo es una pura metafora que resuelve la realidad de la muerte.es una novela que empezando por el final cobra sentido el principio. El puro azar se convierte en la camisa de fuerza de este manicomio de la vida. El sueño es real ,y la relidad es el sueño de la muerte del que nunca despertaremos .que paz.

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