Cuando quedas entre todos campeón
No puedo fijar el momento en que se produjo la avería en mi cabeza infantil, millonaria en fantasías. Pero indudablemente existió un Big Bang, una explosión de colores que tiñó mi corazón de rojo y blanco. Hasta entonces yo me había visto torero y daba verónicas y pases de pecho a una silla de enea en el cuarto de mi casa, pero fuese por falta de valor o por un súbito cambio de afanes, decidí que ya no sería matador sino futbolista. No futbolista sin colores, desapasionado o mercenario, sino fatalmente jugador del Atlético de Madrid, o por mejor decir, una reedición de Gárate. Había muerto El Cordobés y había nacido un delantero centro de leyenda, estas cabriolas y divinas locuras procura la infancia. Fui desde el principio mejor jugador con la cabeza que con los pies, pero no con la testa que remataba los centros medidos de Ufarte desde la banda sino con la cabeza que bullía sueños y se enredaba en una madeja inacabable de formidables andanzas que asaltaban el castillo de la lógica y hasta ponían bocarriba el juego de las quinielas. Yo era Gárate, es cierto, José Eulogio Gárate Ormaechea, y había nacido en Sarandi, Buenos Aires, Argentina el 20 de septiembre de 1944. Tenía una estatura de 1, 76 y aproximadamente 76 kilos de peso. Yo era un cromo, sí, ese cromo, pero era también el portero Rodri y los defensas Melo y Ovejero, y Luis Aragonés, e Irureta y Adelardo. Mi vocación de jugador total me permitía abarcar el colectivo, echármelo a la espalda y ganar y ganar, y también perder, claro, que eso es el fútbol.
Ustedes me disculparán que les cuente mi vida, pero es que solo desde la vida primorosamente única de cada uno es posible acercarse a la pasión disparatada y funcionalmente absurda que es el fútbol. No es una pasión inútil, es una pasión incomprensible y ahí está el secreto de su resistencia a cualquier calamidad. Uno se desenamora de la mujer que más quiso, de la que convirtió en motivo irrenunciable de su vida, pero salvo las personas de creencias muy frágiles o directamente presas de alguna psicopatía, nadie se desenamora del equipo que abrazó en su infancia. Estas cosas vienen de la niñez, son niñez en toda su pureza, y solo desde ella es posible intentar un acercamiento. Lo demás es politiquería o farsa y mentira de señores de palco, pongamos que cerezos y marines.
Luego, de repente, todo sucedió ayer. El obús que atravesó la noche en Bucarest, minuto 6, escuadra arriba, palo largo, etc. Una final condensada en un rapto de fuego y fiereza, la loca sintaxis de un tigre simétrico que no ha leído a Borges, pero se conoce las obras completas de Hugo Sánchez. Los minutos se iban tornando de espuma y champán francés, la copa empezaba a estar más llena que vacía, pero había que huir de cualquier ciega confianza. A quemarropa la emoción atraviesa todas las regiones de la piel y el hincha/forofo/aficionado a rayas convoca todas las ausencias y presencias de una vida muy larga, con más fiascos que gloria. Hoy tocó ganar, los rivales reflejan en sus rostros la tristeza y el abandono que uno ha conocido tantas tardes, pero el espejo en que esta noche se mira el escribidor es de neón y colores vivos. Alicia ha ganado su segunda copa en tres años, en los tres años y medio que lleva entre nosotros, y ahora duerme y sueña con princesas. Luego, mañana, con su elástica rojiblanca, con la mía iremos a Neptuno, a agradecer al dios los favores prestados. Mañana que es hoy, que es dentro de un rato. Y que viva el Atlético de Madrid.
P.D. Anoche, poco después del pitido final, con la chulería mostrenca de tantos madridistas (no de todos) escribió en su Twitter Pedro J Ramírez:
– Menuda algarabía están montando los atléticos camino de Neptuno. Es natural: ¡cómo se disfruta de la alegría en la casa del pobre!
Esto dijo el majadero, malaje y mala persona, y yo le repliqué:
– Hay que ser memo, mi buen señor don Pedro, pero memo sin hartazgo, sin fin, sin redención.
Incluso para los que estábamos de duelo por un reciente fracaso deportivo, la satisfacción de ver jugar bien a tu equipo en el momento más importante de la temporada y hacerlo, además, con esa amalgama de seriedad, solvencia y solidaridad es impagable. Es imposible que esa ética colectiva que el Aleti subrayó anoche sea entendida por alguien como Pedro J., tan acostumbrado, por otra parte, a sus sueños de grandeza y sus conspiraciones de medio pelo. Ya lo llevan escritas las camisetas del triunfo: “Mientras otros duermen, nosotros conquistamos Europa”.
La vida es rara, muy rara.
Antes del partido los atléticos teníamos un pálpito entre esperanzado y temeroso. Llegar a una final europea es en sí un acontencimiento, pero ganar dos títulos casi seguidos parecía demasiado para nuestra filosofía de la vida.
Luego, cuando el balón empezó a correr, la cosa fue mucho más sencilla, inesperadamente sencilla.
Pocas veces he disfrutado de un partido del Atleti como en el de ayer, en el que casi diría que por una vez, sólo por una vez, no recuerdo haber sufrido ni haber sentido que algún gafe nos iba a fastidiar la fiesta.
Amigo Juan-Antonio, démonos recíprocamente la enhorabuena, a ti, a mi y a todos los del Atleti.
Y termino: vi el partido con mi hija Laura, a la que por supuesto se le saltaron las lágrimas de alegria. Al acabar el partido, entre besos y abrazos, me volvió a decir como hace dos años tras la final de Hamburgo: “Papá, gracias por haberme hecho del Atleti”.
Que no cejes en tu empeño de que Alicia pueda decirte un día lo mismo.
PD.: A Pedro J. Ramírez que le den por el culo. No por madridista, sino por gilipollas.
Noche fantástica para todos los que nos gusta el buen fúlbol y, en especial, para u7na afición tan sufrida como la atlética. Lo lamentable es que, además de las majaderias de JotaPedro, los innombrables dirigentesdel club se disponen a desprenderse de Falcao y Diego. Esto si que pueden ser “recortes” para el futuro del Atlético
Hacía tiempo que no disfrutaba tanto con el Atlético. El partido fué para enmarcar, con solo una laguna, el penalty con 1-0, pero tal como estaba jugando el Atlético, hubiera ganado igual.
Felicidades a los ATLÉTICOS. No le dediquéis ni un segundo al impresentable PJ.
Un Madridista.
Increíble post Juan Antonio. Me he emocionado al leerlo, y me encanta el titular, creo que es acertado. Yo no pude ver jugar a Gárate, pero los expertos dicen que ha sido el mejor delantero que hemos tenido. Yo he disfrutado con Futre, con Kiko, con Torres o con el Kun. Y ahora con Falcao. Lástima que esta directiva (patética y horrorosa), nos haga ser un club de compra-venta de jugadores.
En cuanto a Pedro J., ni caso. No hay tío más vendido que él. Lo que me extraña es que le quieras seguir en twitter.
Un abrazo
Yo soy atlético, de toda la vida. Y soy un indignado. El miércoles salí a Neptuno a celebrarlo, y ayer también. Amigos míos me critican por salir, pero creo que una cosa no quita la otra. Es decir, yo este fin de semana voy a estar en la calle por mis derechos, como lo he estado contra la Reforma Laboral, la defensa de la Educación Pública y todo en lo que creo. Considero que soy suficientemente coherente con mis actos. Y lo que más me fastidia. ¿Por qué me tengo que justificar? Salgo para celebrar, y salgo para apoyar. Salgo porque creo que las cosas pueden cambiar. Y salgo porque me gusta también compartir mi felicidad con los demás.
Enorme artículo Tirado. Y que le den por saco al director de El Mundo.
Magnífico post, Tirado. Me alegro por tí (ya te felicité en su momento,) y por lo que habeis sufrido los atléticos hasta este momento. Ya no sois los “indios”, ya sabes por qué lo digo. Me alegra de que Alicia haya conocido un momento glorioso qcomo éste. Pero no entiendo cómo esta directiva (Marín entre otros se fue del palco “porque no aguantaba los nervios” del partido; hay que ver. cuand ha aguantado otros “nervios” de otros “partidos” jugados en los tribunales.) quiere deshacerse de Falcao que le dio el triunfo de la UEFA al club. Me parece tan inconcebible y despreciativo…
Y que a PJ le den por donde amargan los pepinos: tio más vendido y embustero que él hay pocos… Un besazo
Ahora, ¡ahora sí!,que estamos al otro lado del espejo en el país de la Alicia atetica, que representa tu hija,en ese ciudad donde el cuento ,se hizo realidad, en ese Bucarest que sera desde ahora la patria de tu hija,pues allí se realizaron todos sus sueños.Y los sueños son la verdadera patria de la niñez.
La situación heredada en las aulas es malísima. Le encargué un informe deprisa a mi sobrino, de 14 años y que es de corazón atlético, para conocer el color futbolístico de los chicos/as de su clase. El resultado es desalentador. La inmensa mayoría de clase se prefiere blanca, cuatro defienden territorio blaugrana y él es el único rojiblanco. La situación de los atléticos en los colegios se hace insostenible. La clase de colchoneros que soñamos se alimenta de victorias como la de Bucarest. La afición rojiblanca no será sin recreo y bocadillo.
Enhorabuena Maestro. Aupa Atleti.
El Atlético de Madrid levantó el miércoles la Copa de la Liga Europa al cielo de Rumanía, al cielo del triunfo, al cielo de su propia historia, cuando ha sabido reinventarse una vez más. El Atlético ha logrado su tercer título europeo en dos años. Ninguno de los jugadores de la alineación titular del Atlético de esa noche disputó la final de 2010. Y hace tan sólo diez años, el Atleti estaba en Segunda. Entonces los aficionados rojiblancos salieron al rescate de una entidad que se desangraba: “El Atlético somos nosotros“, dijeron. Y así ha sido a lo largo de la historia. En los años 70, el Atlético era la Peña Ovejero, que fue una de las primeras en España en introducir un bombo en un estadio; el Atlético era la Peña Fondo Sur, que adaptó el himno de la Legión como cántico rojiblanco; y el Atlético era la Peña Luis, que fletaba los días de partido un autobús desde el pueblo de Hortaleza hasta el estadio del Manzanares a 15 pesetas el viaje de ida y vuelta. El Atlético es su hinchada, los que están y los que se fueron, una hinchada a la que frecuentemente califican de perdedora, pero que en los últimos años ha ganado más trofeos que el Real Madrid. El Atlético es recibir golpes y reponerse, soportar humillaciones con la cabeza alta y luego ganar el trofeo con un par. El Atlético son los seguidores que el miércoles vieron el partido por televisión y en un momento determinado creyeron que Falcao era Gárate; o Forlán; o Rubén Cano; o Hugo Sánchez; o Collar; o Becerra; o Joaquín Peiró; o Cabrera; o Fernando Torres. Porque en realidad ellos, los seguidores, son el Atleti, y los jugadores quedan en el recuerdo como cromos pegados en el alma. Una pena que Luis Aragonés no levantara la Copa de Europa de 1974. Pero eso no lo sabían en la final ni el héroe Falcao, ni Diego, ni Adrián, ni Arda Turan, ni el resto de héroes vestidos de rojiblanco. Pero eso sí lo saben los aficionados rojiblancos, como saben por qué son del Atleti, porque el Atleti es el amigo que siempre vuelve, que siempre está, el familiar díscolo que finalmente provoca una gran alegría. Eso es el Atlético. Y hay que despojarlo de una vez por todas de tópicos dañinos, porque el Atleti es campeón.
Perseverancia y fidelidad a los ideales. ¡Qué te voy a contar! ¡Enhorabuena a todos!