Adiós a Eugenio Trías

imagesCAMH5B4BHace unos años, con motivo del 150 aniversario del nacimiento de Freud, entrevisté en su Barcelona natal y mortal a Eugenio Trías. Lo recuerda muy bien mi colega televisivo José Manuel Falcet a quien el filósofo le causó una gran impresión. A mí también. Yo había leído a Trías de manera nada sistemática. Desde que lo conocí, desde que oí hablar de él había sentido curiosidad y luego debilidad por la obra de este pensador dotado de una exquisita sensibilidad para el arte de la escritura y una admirable capacidad de seducción intelectual. Es uno de esos personajes elegantes que da Barcelona, al estilo de Salvador Pániker (tan poco ponderado por alguno de los lectores de este blog), pero con menos narcisismo y más voluntad de profundidad filosófica. He leído estos días dos buenos artículos sobre Trías, el uno firmado por Ignacio Camacho, poderoso de prosa, y el otro de Arcadi Espada, de finura y gracia sin grasa retórica. Yo solo quiero poner un apunte, unas palabras nada apasionadas, pero sí sentidas, porque la muerte es siempre un escándalo y porque me apetece evocar a un hombre empeñado en buscar en la filosofía una razón profunda, un hombre que no renunciaba a los trabajos forzados del pensamiento practicados por los gigantes de la disciplina, desde Platón a Hegel. Posiblemente, como apunta Arcadi Espada, la tarea hercúlea le venía grande, lo que no hace sino sumarle mérito a lo encomiable de su empeño. A mí también me cuesta seguirle a él, me pierdo por los laberintos de su erudición y su argumentación, pero vuelvo a emerger con la alegría que da encontrar el hilo perdido. La razón fronteriza y la especulación sobre el límite están en el centro de su obra, que se adentra en las espesuras de la religión, a la búsqueda de los mitos y los símbolos que están en el origen de la aventura humana, pero que no se queda ahí, sino que rastrea todo lo que de asombroso tiene el hecho de estar vivos. Trías ha escrito mucho de cine, sobre todo de Hitchcock y muy singularmente de “Vértigo”, que le fascinaba. Su otra pasión grande era la música clásica y a ella le dedicó un libro de algo más de mil páginas, que es una gozada, del que no he leído más allá de cien y al que voy a regresar tan pronto como acabe “Los enamoramientos”, de Javier Marías, del que quizá dé cuenta aquí. De la tarde en su casa me queda el recuerdo cálido de un hombre tranquilo, de natural candoroso, aunque con una sorna sin estridencias, que me puso al tanto de algunos chismes sobre el filósofo Xavier Rubert de Ventós que corrían aquellos días por los mentideros de la Barcelona intelectual.

10 Responses to “Adiós a Eugenio Trías”

  1. Lúcido comentario de un escritor y compañero cuya inteligencia y sensibilidad son manifiestas, tanto en su trabajo profesional como en su escritura.

  2. Le apuntaron a Eugenio Trías que quizá nuestra hispana lengua es incapaz de soportar el pensamiento filosófico: “Es un ver que no ve bien porque no sabe mirar”, respondió. Entre la metafísica y la poética, entre la ética y la estética. Le llamaban el filósofo del límite: “Somos los límites del mundo…tenemos un pie dentro y otro fuera, y ni siquiera está claro de qué o de dónde”. En las escasas intervenciones televisivas en que lo ví me dio la impresión de ser un hombre quizá demasiado serio, sentido, grávido. El filósofo y su trágico vivir entre la trascendencia o la inconsecuencia. Murió y como dijo “las auténticas tragedias no son nada sentimentales”. Dejó un buen hacer: “La audacia del pensamiento consiste en encontrar alguna respuesta respecto al reto de la verdad, pero asumida de forma crítica, no dogmática. Hemos padecido una razón ensoberbecida incapaz de reconocer sus propios límites”.

  3. Trías daba la pinta de ser grave e ingrávido, que puede parecer contradictorio pero no lo es. Tenía un bigote hegeliano estilo Hegel y eso que Hegel no llevaba bigote. Yo no lo he leído, aunque tampoco tengo intención de hacerlo. Parecía un filósofo verdadero y eso ya es mucho, pero yo no vengo aquí a hablar de poesía sino a pedirle al señor Tirado que nos premie a sus lectoras con algún escrito sobre las sombras de Grey. No sea estrecho, caballero, y menos en San Valentín.

  4. Suele decirse que existen dos especimenes, los estreñidos y los diarreicos. La gran mayoría de los filósofos son estreñidos (basta con mirar la foto de Trías, que en paz descanse). Me parece que Sabater es diarreico.

  5. Me apunto a lo de de las sombras de Grey, que seguro que no eran santo de la devoción de nuestro querido y “estreñido” Trías (hermano por cierto de un Trías de peor calaña).

  6. Señor Tirado, dice usted que “la muerte es un escándalo”. Nada de eso. La muerte es lo más natural. Dijo alguien que lo malo no es la muerte, sino el miedo a la muerte. Me ha gustado su escrito sobre este filósofo y esa referencia a la elegancia catalana, en la que lo compara con Salvador Pániker. A ninguno de los dos he leído, porque a mí, el que me gusta, es don Miguel de Unamuno. Menos mal que no ha caído usted en esos tópicos que se dicen de los fallecidos: “si leyera todo lo que se ha escrito sería feliz”, porque no sabemos si el muerto puede leer, o nos ve, o no nos ve, o descansa en paz o por el contrario está metido en una trifulca, o al morir ha dejado de ser filósofo y se ha hecho fontanero. No sabemos nada. Después de la muerte pasa lo que Dios quiera. Y por último saludar al señor Macaón, que es persona impregnada del sentimiento trágico de la vida. Nada más señor Tirado, Viva España, y en honor a este señor, Viva Cataluña (con eñe).

  7. Sentimiento trágico y sentimiento cómico Sr. Pancracio. Ay, el camino y sus comedias, que no sabrá usted. Por cierto no me ubique en esa costa que llaman del sol. Hace ya tiempo que, más que huir, me escondo del turisteo pringoso y de la muchachada vocinglera. Y el tal chalet bien yo lo llamaría voladizo o cornisa marina, situada en un despojado lugar que, por su fea fonética, procuro no pronunciar. Como buen golondrino allí me asiento cuando llega la fiesta de las golondrinas. Permítame recordarle unas palabras de don de Unamuno, Miguel: “Por fin ya sé quien soy… no lo sabía… ¿Lo sé? ¿Quién sabe en este mundo triste? ¿Hay quien sepa lo que es saber y entienda lo que la nada dice?”. Saludos.

  8. Es usted, sin duda, una persona profunda, señor Macaón. Su escrito en este blog me dio mucho que pensar, e igual ocurre con esas citas de Don Don Miguel Unamuno, que su talento y cultura nos regala en esta ocasión como comentarios. No todo el mundo tiene su sensibilidad, señor Macaón. Fíjese, por ejemplo, como Tirado destaca que al señor José Manuel Falcet “le causó muy buena impresión” el filósofo Trías. Don Eugenio Trías, que en paz descanse, a quien hoy sábado dedica el ‘ABC’ un aceptable artículo de Gabriel Albiac, es un pequeño filósofo comparado con Don Miguel, e incluso con otros muchos. Tirado y Falcet se sienten fascinados por Trías, pero usted, no. Porque conoce a los grandes. Le felicito, señor Macaón, y me congratulo. Un saludo y muy buenas tardes.

  9. Lo único que le preocupaba a UNAMUNO era la Inmortalidad,y ésta, como dijo el reciente fallecido escritor Eduardo Bronchalo, es la Mayor de las Imposturas. Se puede leer en su làpida sepulcral, por cierto al lado de la de mi familia,”Dí, Salamanca, que he sido. Y le responde la Nada con su eco…ido….ido…ido. Tal “la roma chica” responde , así, a su impostura. Esto viene al hilo de EUGENIO, al que le renponderá la Nada….genio…genio…genio: Puro nominalismo.Un abrazo admirado Macaon.

  10. Eugenio…¡eugenio!¿eugenio? Le responda la Nada en su eco…genio…¡genio! …¿genio?… A..Dios.

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