Curro Sevilla

Curro Sevilla

Curro Sevilla

La que sigue es la verdadera y triste historia de un hombre que ha tocado casi todas las escalas del arte, se ha acostado con las musas y ha despertado con las musarañas. Un hombre cansado de correr caminos que no llevan a ninguna parte y de llamar a puertas en las que no contesta nadie. Curro Sevilla es un lorca de los cafés de Malasaña que te hace una caricatura al minuto. En sus años de mocedad pujó por hacerse un sitio en el selecto grupo de los matadores de toros, pero aunque daba el tipo le fallaron la suerte, el apoderado, tal vez incluso el arte, aunque no el valor, porque ese lo tiene sobrado, y le sirve para haber hecho de su otra vocación, la de poeta, una batalla sin tregua. Vende las revistas que él mismo escribe por los cafés y los bares de copas, con plaza fija hasta hace unos años en el Comercial. Tiene fácil la rima y cultiva con parecido virtuosismo el quejío lírico y el desplante de trazo grueso. El que resiste gana es su lema, copiado del blasón de don Camilo, el del Nobel. Sabe este alcarreño con pensión en Madrid, que la vida es forja dura y escuela de desilusiones. Como Babieca podría decir: “Metafísico estoy: es que no como”. Ha compuesto para cantantes y cantaores y de eso sigue recibiendo de vez en cuando alguna renta de la SGAE siempre bienvenida. Vive al filo, al límite de un abismo en el que lleva resistiendo treinta años. ¿Un bohemio? Esa es figura de otra centuria, a Curro Sevilla le falta la vocación de maldito, es pobre a la fuerza, hace tiempo que no bebe alcohol en los garitos de la madrugada, ni siquiera en las tascas de mediodía y procura ir siempre limpio, dentro de la obligada modestia indumentaria. Su poesía está hecha de zumo de limón lorquiano, ojos negros que enamoran, nardos de ángel roto, amén de caracolas y almendras amargas. Y, sobre todo, está bien medida, con los acentos en su punto, cosa tan extraña entre la poetería andante e incluso en la otra. En las antípodas del éxito, extrarradio del glamour, off off de sí mismo, no le pasa lo que a tantos que escriben con el estómago empachado.  Tiene un perfil gitano y unos ojos negros y tristes escoltados por dos grandes bolsas colgantes. He aquí un hombre que, a su pesar, come poco y duerme en lecho humilde, que busca mecenas para exhibir su arte y se levanta cada mañana con la loca pretensión de vendernos un trozo de poesía, un garabato con gracia en un mundo de opas y bancarrota. Gustoso de femeninos encantos y debelador de curas, esta es la estampa de un hombre perdido en el tiempo, en una ciudad que nunca acabó de rendírsele, en un mundo que se torna intransitable, loco a fuer de gastar modales de cuerdo. De cuerdo con cuerda para rato. Hasta que el alma aguante.

7 Responses to “Curro Sevilla”

  1. Qué buen perfil, querido Tirado. No sé dónde queda Malasaña, pero el Papa es bueno y Dios es un tipo con barba blanca

  2. Hecho de menos el nomadismo de los viejos bohemios de antaño, de los que en el Café de Fornos o en la plaza de Herradores lo sacrificaban todo a un gesto, a un poema, a una frase. Aquellos tiempos barojianos y unamunescos por cuyos cafés pululaban sablistas y figurones como Alejandro Sawa o Cornuti, el francés de desplantes lingüísticos sublimes. Tiempos heroicos de escritores menores, de poetas como Emilio Carrere y de gigantes como Valle-Inclán y Darío. Entonces se vivía la vida del arte a la intemperie, y brillaba la luna de altas horas sobre las pobres cabezas de tanto poeta desamparado. La riada de la vulgaridad y la impostura se llevó a aquella gente heroica por delante. Restos de aquel naufragio quedan: Tirado nos ha traido a uno de esos naufragos del tiempo para nuestra consideración, reflexión, meditación y nostalgia. Rezuma melancolía la figura rescatada. Por ello, y porque intuyo en Tirado a un bohemio extemporáneo, se me ha puesto en la garganta un nudo ante el desamparo de tanto poeta y músico abandonado, con sus grandes ojos solitarios abiertos de para en par ante la indiferencia de este Madrid que ya no siente ni vibra como antaño,

  3. Ilustres literatos, intelectuales y pensadores asistían al café para hablar de toros, teatro, temas políticos, ensayos, amores, versos y política.
    Romanticismo de época de gacetilla y prensa en blanco y negro que alimenta las charlas apasionadas en míticos cafés, donde jóvenes llegados de provincias para triunfar en el mundo del Arte y la Literatura preparaban disertaciones y argumentaciones con las que integrarse en los foros madrileños.
    El rumor de expertos oradores tertulianos, olor de tabaco liado y aroma de café.
    Cerca, floristeras, cerilleras, y dibujantes de retratos que hacían la ronda de café en café.

    Café el Suizo donde se reunían los generacionistas

    El Café Español donde acudían los Machado

    El Café del Prado de los ateneístas

    El Casino de Madrid

    El Café Pombo en la calle Carretas lugar del madrileñismo de “vanguardia” de la mano de Ramón Gómez de la Serna

    Café de la Montaña, Café de las Columnas, Lorencini, Café Imperial, Café del Ángel, Café del Príncipe, Café Fornos en la Calle Peligros ,el Parnasillo, La Fontana de Oro, Café de Levante, Café Universal.
    Va por ustedes maestros….

  4. Este artículo me ha llenado de una profunda tristeza, señor Tirado. Me ha recordado a la dura postguerra que viví trabajando en el Metro, haciendo muchas horas extras cada día para sacar adelante mi casa y para que a mi Encarnita le faltara lo menos posible. Muy triste, señor Tirado. En su blogs hemos pasado demasiado rápido de las alegres chicas del ‘As’ y del ‘Marca’ a la hambruna. Espero que lo siguiente que escriba sea un trihller, o algo sobre la Semana Santa, que es lo que pega.

  5. He visto en un recuerdo a Curro Sevilla. En la sobremesa de un café céntrico. Un día. Mil días. Algunos le llaman Curro. Curro Sevilla, estamos en el café, nos ha acercado una cuartilla manuscrita. No quiere interrumpir. Deja el papel y se marcha. Son unos versos con su firma. Quiero decir que abajo del poema se lee en negrita Curro Sevilla. Si te fijas, pueden ser versos leídos en otra mesa, otros días. Si no se presta la debida atención se leen como un menú.

  6. No hay vida sin melancolía igual que no hay memoria sin nostalgia. Una vez más Juan Antonio ha Tirado de pincel de maestro para retratar a uno de esos personajes que se hacen querer a través de las palabras. Palabras que empiezan siendo suyas y que, al final, acaban siendo de todos. Palabras llenas de tristeza pero también de una tupida esperanza como este rayo de sol que intenta hacerse un hueco entre la lluvia que golpea el barrio de San Miguel (en Torremolinos). Esto no es Malasaña, pero la nostalgia me ha llevado por los vericuetos de ese barrio donde conocí a otro personaje del que quizás hable otro día y que se vanagloriaba de haber sido el último carterista honrado. Le faltaba don de la palabra pero le sobraba corazón, un corazón en el que, por cierto, llegó a acumular muchas carteras.

  7. Debuto en este blog como comentarista (no como lector) porque quizá se me estaba echando de menos. No soy exactamente modesto, ya que no tengo demasiados motivos para ello. Lo de Perfecto es un seudónimo que me parece que me queda bien. El don va de suyo. Como el Cavalieri estoy admirado con la proliferación de los Pancracios, tal vez propiciados por las lluvias mareantes de este marzo. A Pancracio el del metro lo leo aquí desde hace mucho tiempo (confieso que en alguna ocasión he comentado aquí con el seudónimo de don Gerundio), pero ahora ha llegado otro Pancracio colosal, el amigo Celdrán, a quien sigo en Radio Nacional desde ni se sabe? ¿Qué tal con Pepa, admirado Pancracio? El caso es que yo ya no sé a que Pancracio quedarme, con lo que a lo mejor me tiro por la calle de enmedio, la de Solylokio. Saludos, amigos, creo que volveré. DON PERFECTO, como suena.

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