Rabia y dolor en Beit Jala
Los límites del odio y de la obcecación humanas son inimaginables. La animadversión de Israel hacia el pueblo palestino se ceba cada vez más en la población indefensa y desprotegida frente a los que ejercen el poder político y económico. En estos días, un tribunal israelí ha aprobado los planes del gobierno dando vía libre al trazado y levantamiento de un muro que parte en dos Cremisan y deja aislados y desposeídos a los ciudadanos de Beit Jala.
Una vez más se levanta el muro de la vergüenza, de la segregación, del odio, de la división. Muchas familias palestinas son de nuevo aplastadas y privadas de sus bienes por razón de su religión o de su identidad. Muchos hombres y mujeres ven vulnerados sus derechos como personas y como ciudadanos mientras el mundo asiste impasible a la decisiones políticas y absolutamente unilaterales del Estado de Israel que desoye a los tribunales internacionales.
El muro parte en dos la Tierra Santa y divide a las personas bloqueando las posibilidades de entendimiento y diálogo entre los pueblos. La cerrazón termina por dar al traste con las oportunidades del encuentro y la convivencia pacífica de razas y credos. Parece mentira que los seres humanos olvidemos tan pronto la historia, los episodios de odio, barbarie y destrucción que la humanidad ha vivido recientemente y de los que solo podemos aprender a defender, por encima de todo, la dignidad de todo ser humano frente a ideologías y radicalismos.
Hay rabia y dolor en Beit Jala. Hay tristeza en los corazones de tantas personas de buena voluntad que seguimos creyendo en la necesidad de abatir todos los muros y abolir todas las fronteras que fracturan, dividen, marginan y vulneran el derecho de las personas a vivir en paz sea cual sea su credo, su sexo o su raza. Solo el entendimiento de los pueblos salvará el mundo. Hoy, en la tierra que alumbró la Palabra se desangra la paz, herida de muerte por un muro ignominioso.
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