“No le haga trabajar más de diez horas…”
Me reuní hace unas semanas con un grupo de empresarios. Un buen amigo, empresario también él, me concertó una comida de trabajo con unos colegas directivos de importantes haciendas andaluzas. En el centro de atención de nuestro encuentro, la posibilidad de ofrecer cauces a jóvenes desempleados para una primera experiencia de trabajo. Fue sorprendente para mí la sensibilidad que percibí y el buen ánimo de todos para tender puentes hacia los que más difícil lo tienen para acceder al mercado laboral. Se trataba de dar oportunidades a quienes no las han tenido por barreras socioeconómicas, culturales o familiares.
Don Bosco nos inspira también en el campo de la inserción laboral de jóvenes en situación de riesgo de exclusión social. En la Turín del siglo diecinueve, nuestro padre se dio cuenta de que no bastaba partir el pan de la solidaridad con los más necesitados, sino que era necesario hacer palanca sobre los rígidos cánones pre-industriales y la nueva economía burguesa para propiciar un cambio social. Se trataba, en efecto, de dar más a los que menos tenían y ofrecerles nuevas posibilidades.
La “obra de los Oratorios”, como Don Bosco llamaba a su proyecto, quiso implicar a los jóvenes en su desarrollo personal y en el cambio social en medio de un mundo que nunca presta suficiente atención a los más vulnerables. Sus resultados fueron más que notables en el campo de la educación, la capacitación y la inserción social: mejoró las condiciones laborales de sus chicos, redactó los primeros contratos de trabajo asegurando derechos, se puso a la vanguardia de la formación profesional y, lo más importante, devolvió dignidad y futuro a cientos de jóvenes.
Fue la “otra revolución” ajena a las grandes ideas culturales y económicas que bullían en los países más desarrollados de Europa. Don Bosco impulsó un cambio social y vislumbró otra realidad. En momentos de crisis, la fuerza utópica y la tenacidad de aquel joven sacerdote turinés son un estímulo para creer que otra realidad es posible aún en tiempos, como los nuestros, de cambio de paradigma, de pocas certidumbres y de futuro incierto.
Hoy como ayer, los salesianos estamos llamados a seguir impulsando iniciativas para que los jóvenes con más dificultades encuentren oportunidades para salir adelante dignamente. Nuestra familia ha estado siempre a la vanguardia de la capacitación y la inserción laboral. Más que nunca, nos sentimos urgidos a propiciar un cambio social, sumando voluntades y contribuyendo al bien común, para que los más desprotegidos encuentren el abrigo de la solidaridad y la justicia.
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