Meditación

frioEs domingo y hace un frío propio de finales de enero. No obstante, me apetece pasar un rato solo en medio de la naturaleza. Diría que es una necesidad sentida. Elijo el mar. La tarde está avanzada, pero sigue luciendo un sol engañoso que no calienta a penas, pero alegra. Llego a la playa después de una caminata considerable. Mis piernas están cansadas, pero mi espíritu está en alza, al contemplar la majestuosidad del mar razonablemente en calma. Entro en la playa,  solitaria, que me parece más asombrosamente inmensa. Un sol ya decadente, refleja sus rayos sobre la superficie salada de ese mar que en este momento no es azul, sino de plata bruñida.

El mar está grandioso, inmenso y hermoso. Las leves y continuas olas, dejan pequeñas huellas que pronto desaparecen al llegar a la fina arena de su playa. Recuerdo los versos de Machado:”Caminante, no hay caminos, sino huellas, en el mar”. Hay un silencio profundo que encoge y sosiega el alma al mismo tiempo. Sólo el mar habla; y solo estoy yo para escucharlo. A veces un golpe más fuerte de alguna ola despistada produce un pequeño estruendo, imitando un trueno lejano. Pero como le ocurrió al profeta Elías a la puerta de su cueva: en el estruendo no estaba Dios”. Otras veces ese mismo mar me traía un suave susurro de allende el horizonte hasta mis pies:”y en el leve susurro, sí estaba Dios”.

He dicho que el mar estaba grandioso, inmenso y hermoso. Me vino al pensamiento la grandiosidad de Dios, creador y dueño del universo; su inmensidad inabarcable para la mente humana; su hermosura inigualable, porque es la belleza sin parangón. Y mi meditación iba discurriendo por ese Dios que supera todos mis sentidos.

Pero en mi lento caminar, y al pisar la arena, todavía húmeda y fría, iba hollando las marcas de unos pies descalzos de niño y de adulto, endurecidas por el viento, y  recuerdo de otros días agradables, de agua y de sol. Junto a ellas, salteadas, relucientes, pisaba también cientos de pequeñas conchas de nácar y pequeños caracolillos torneados. Era la experiencia de una naturaleza rica y bella, que también tenía la virtud de acercarme a Dios, su creador.

Es imposible acercarse a la grandeza del mar y de sus playas, sin que el alma se acerque también a Dios. Era la meditación de esa tarde fría y soleada, casi en el crepúsculo vespertino, en que el sol iba bajando de su cielo azul, para sumergirse en el mar que ya no era de plata sino de oro, allá en el horizonte lejano.

Se hacía tarde, y ensimismado en mis pensamientos (naturaleza y Dios), recorrí el largo camino de vuelta, mientras saboreaba el alma la meditación de una tarde fría de enero, con las piernas doloridas, pero el corazón rebosante de agradecimiento.

Al llegar a casa, pensé “qué fácil es meditar, con los pies y el alma desnudos, y Dios de fondo y presente con toda su grandeza, en el marco incomparable de la naturaleza pura.

                                                                                                       Félix González

9 Responses to “Meditación”

  1. Gracias, Félix, por esta reflexión que me ha transmitido paz.
    Mi salida ha sido después de la puesta de sol. El termómetro marcaba 0 grados, y algunos copos de nieve continuaban cubriendo los vehículos. A ratos seguía algunas huellas; otros, abría camino sobre el manto blanco que cubría el campo. Acariciaba la nieve blanda. También esos cristales de agua helada me remitían a Dios en esta noche fría y silenciosa.

  2. “…el sol iba bajando de su cielo azul, para sumergirse en el mar que ya no era de plata sino de oro…”
    Todo fue oro: la tarde, el mar, el corazón abierto, el sol naciendo adentro.

  3. Ruth: también la descripción de tu paseo post-vespertino es un modelo de descripción poética. Se ve que tienes un espiritu muy sensible. Muy hermoso. La nieve, las huellas, el camino por desbrozar, todo ello te llevó a Dios. Un abrazo.

  4. Susana: estoy seguro de que tú también hubieras disfrutado de esa tarde junto al mar. Dices verdad que todo fue oro. Cuando los ojos logran ver limpio, y el silencio acompaña, son como el rey Midas que todo lo convertía en ese dorado metal. Tus palabras son también oro del bueno. Un abrazo.

  5. ¡Que maravilloso santuario tenemos para encontrarnos con nuestro Creador!.
    Cada vez que voy y suelo ir bastante no puedo dejar de alabar a Dios por tanta inmensidad y tanta intensidad,lo comparo con su amor ,su misericordia….
    Bendigo al Señor cada vez que me meto en el agua por la suerte que tenemos de vivir en un sitio tan priviligiado,pero tambien hay por la parte de la marisma un banquito que yo le llamo el banquito del encuentro pues en el he orado mucho y decidido mucho es impresionante,cuando quieras quedamos y asi descubres otro lugar para descalzarte ante el Creador.

  6. Mayte: me alegro de tu experiencia de Dios a través de la naturaleza. Cuando los oídos están dispuestos a escuchar, se oye la voz de Dios en todo. Solamente las personas somos capaces de ahogar esa voz; pero la naturaleza lo grita siempre. Gracias por tu aportación a este blog, y por el relato de tu rica experincia. Y sigue usando el “banquito del encuentro”. Un abrazo

  7. ´´Yo tambien conosco el banquito del encuentro ´´ cuando mi colusna casi no mesostenia mis hermanas me llebarron para que difrutara de tanta belleza, eso teda fuerza para ver la vida desde Dios que y so el mar y el cielo para muestro de leite .

  8. Manuela querida: ya veo que tú también perteneces a la “cofradía del banquito”. ¡Estupendo! Todo lo que sirva para alabar a Dios o interiorizarlo en nuestro corazón, vale la pena. Gracias por tu colaboración, siempre bien venida. Cuida tu espalda. Un abrazo.

  9. Manuela, ¡cuida tu espalda!
    Que Dios la sostenga con una mano y con la otra, el cielo.

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