Pilar Rahola se confiesa
Pilar Rahola es suficientemente conocida en los ambientes de la política y del periodismo, autora de libros y numerosos artículos. El que quiero comentar ahora, que se titula “Dios y sus cosas”, es una confesión personal sobre su postura ante Dios y lo religioso en general. Pilar no es creyente; se debate en la duda:”Prefiero militar en la duda, esa duda que aterriza en los miedos y en las soledades y que no da opción a ningún bálsamo”. No obstante, ella se muestra llamativamente respetuosa con los que creen. Estas son palabras suyas:”con independencia de la actitud personal hacia el concepto de Dios, estos días me parecen especialmente bellos para los que gozan de una fe sincera. Gentes que han construido grandes edificios de buenas acciones, porque creer los ha hecho más nobles y más humanos. Gentes que cuando rezan, aman, y amando dan algo de luz a los rincones sombríos del mundo. Va para ellos este artículo, cuya incapacidad para entender a Dios no lo inutiliza para entender a los creyentes”.
Hay un párrafo en su artículo que no deja de llamarme la atención. Es cuando habla del Dios del que las monjas le hablaron en su infancia. Hay mucha gente que guarda mal recuerdo de todo eso, porque acusan a las monjas de su colegio de hablarles de Dios de una manera ñoña o terrible. Ella, no. Dice así:”Pero con el Dios de las monjas de mi infancia, que enseñaba a amar al prójimo y dibujaba con renglones caritativos las líneas de la vida, con ese Dios me tuteo sin creer. Porque es la fuente de inspiración de gentes extraordinarias. ..Los que aprenden a entender a los demás, cuando aprenden a creer. Los que buscan respuestas sin imponer dogmas. Los que conciben sus creencias como una fuente de tolerancia. Los que ayudan a su prójimo porque lo conciben como su hermano. Los que gracias a Dios encuentran tiempo para construirse interiormente. Los que buscan dotar de trascendencia su paso por el mundo. Los que entienden que creer en Dios es creer en la ciencia. Los que tienen respuestas pero siguen haciéndose preguntas. Los que rezan porque aman”.
Y estas otras son las palabras con que termina el artículo que estoy comentando:”Para todos los creyentes del Dios del amor, feliz domingo de Resurrección”.
Es realmente magnífico encontrarse con personas que saben respetar a los demás, aunque no puedan compartir sus creencias. Pilar Rahola se muestra en este artículo, no sólo respetuosa, sino, yo diría, admirativa respecto a los que pueden creer. Y pienso que trata de ser consecuente, al mismo tiempo que se ve, en cierto modo, torturada por la duda. Creo que la duda permanente sobre Dios, y sus consecuencias, es más difícil de sobrellevar, que la misma negación de ese Dios. Me recuerda la situación de otro gran hombre que vivió en sus propias carnes esa situación: Miguel de Unamuno. Y que, sin embargo, eso no le obstaculizó para escribir bellamente sobre el cuadro del “Cristo de Velázquez”, conservado en el Museo del prado.
En un mundo de tolerancia cero para muchas cosas, y especialmente para las cosas de Dios, encontrarse con posturas como Pilar, es como una ráfaga de aire fresco y reconfortante, al mismo tiempo que te ayuda a pensar que no se ha perdido en todos el respeto por el otro.
Félix González
Nota: Hay una respuesta del teólogo J. Ignacio González Faus al artículo de Rahola, y que procuraré enviar mañana. Creo que vale la pena.
Este artículo pone las pilas y nos emplaza a reflejar toda esa luz que ella puede ver en muchos cristianos y que es la Luz del Espíritu.
Pilar Rahola tiene una columna en el periódico “La Vanguardia” donde aborda temas diversos con respeto y mucho sentido común. Mis padres siempre la leen y a mí me sorprende porque cuando era política… parecía que careciese de las dos cualildades apuntadas. Es esperanzador comprobar que las personas cambian.
Él es la luz del mundo, y nosotros tenemos que acrecentar en el mundo esa luz. Pero ciertamente tenemos que contar con que nos ponga las pilas.
María José: es verdad que todos tenemos la capacidad de cambiar. Es una buena actitud. El Espíritu, cuya fiesta acabamos de celebrar, es el que nos da esa capacidad. Lo malo es que, a veces, la desperdiciamos. Gracias por colaborar en el Blog.