Frases que se oyen
De vez en cuando se oyen algunas frases que hacen chirriar los oídos. Lo digo a raíz de lo que he oído hace nada. Tenía en la parroquia un entierro. Había muerto una señora joven (46 años) casada y con un hijo ya mayor. Una leucemia imposible de detener, la había llevado a la muerte tras dos años de lucha. Estaba yo en la puerta de la parroquia, esperando el cadáver, mientras la gente iba entrando. Una señora pasó junto a mí, diciendo en voz suficientemente alta: “¡qué crimen!” Yo no dije nada, como es natural, pero sus palabras me hirieron. ¿Quién había cometido el crimen? ¿A quién echaba la culpa en su interior? ¿Tal vez a Dios? ¿A la vida? Ni Dios ni la vida habían cometido ningún crimen con esa muerte. La vida porque tiene fecha de caducidad, y cuando llega la fecha, caduca. Es la ley de esta vida. En cuanto a Dios, lo único que había hecho era recibir, seguramente, en sus brazos de Padre, con todo su amor, a aquella mujer que llevaba tanto tiempo sufriendo sin solución.
Instantes después, un familiar con el que yo estaba hablando de la enfermedad y sufrimientos de la ahora difunta, me dice:”todo eso debían de pasarlo muchos de nuestros políticos”. Yo no dije nada, pero pensé que no venía a cuento tal expresión. Ni al peor de los enemigos se les desean tales males. ¿Qué tenían que ver los políticos con la enfermedad de aquella mujer, a quien la ciencia y la medicina habían hecho todo lo posible por curarla (de eso no tenían quejas).
Pienso que en momentos dolorosos puede llegar decirse barbaridades y tonterías, que en situaciones normales no se dicen. Pero, aún en esos casos, se descubre la entereza de las personas, su buen juicio, su aceptación de las circunstancias… incluso la profundidad de su fe.
En esos casos, me pregunto: ¿habla la cabeza o habla el corazón? Tal vez ninguno de los dos, sino un sentimiento de rebelión contra la realidad de los hechos.
He visto morir a mi padre y morir a mi madre; y he visto la serenidad de sus ocho hijos, reprimiendo el dolor, mostrando serenidad, y aceptando los designios de Dios con paz, aunque sangrase el corazón y la cabeza suspendiese el juicio.
Los acontecimientos dolorosos pueden aceptarse con fe o sin ella. Pero incluso cuando falta la fe, se puede reaccionar con “elegancia”, con ponderación, sin aspavientos, que a veces resultan hasta ridículos.
Félix González
Los sentimientos mezquinos caban hacia dentro agrandando la propia mezquindad.
Cuántas veces oímos palabras de odio que no solucinan nada. Parece lo habitual, ir manchando de reproche la serenidad y la bondad de los que no viven con la ‘bronca’ puesta.