Vuelven a la Iglesia
Con gran sorpresa por mi parte, acabo de leer, en una revista religiosa, una noticia reconfortante. La noticia es que cada año, en Estados Unidos, vuelven a la Iglesia cinco millones de personas que la habían abandonado durante un tiempo.
Este estudio de investigación se lo debemos al reconocido profesor e investigador de una prestigiosa universidad, Mark M. Gray, autor de numerosos libros y artículos de revistas, que ha estudiado ese fenómeno religioso.
El dato es ya, de por sí, interesante. Pero se presta a hacer una reflexión sobre el mismo.
Podríamos comenzar haciéndonos dos preguntas: a) ¿por qué abandonan la Iglesia? y
b) ¿por qué vuelven a ella?
La primera pregunta puede tener, seguramente, más de una causa, unas más personales o de ambiente, y otra, tal vez, un cierto desencanto y rebeldía contra la Iglesia, a causa de sus defectos y posturas, difíciles de aceptar.
Sin embargo, es más llamativa la “vuelta al redil”, de tantos que la abandonaron. Seguramente, todas esas personas vuelven a los “cuarteles de invierno”, porque el invierno que viven, se hace más difícil, y como el hijo pródigo, se acuerdan de la casa paterna que les acogió en otro tiempo, y les dio la fe que después perdieron o, al menos, se debilitó. Se dan cuenta de que los que recibieron la fe en la Iglesia, no pueden decir:”Cristo, sí; Iglesia, no”.
Esta frase que tantos han repetido, sin fundamento alguno, fue avalada por el racionalista Harnak, y por el modernista Alfred Loysí, de quien es la célebre frase: «Jesús predicó el Reino de Dios, y lo que vino fue la Iglesia».
Muchos hijos se marchan de casa, porque dicen que se quieren independizar. Las causas son, también, variadas: unos que no comprenden o no son comprendidos por sus progenitores, otros que prefieren afianzar su personalidad y autonomía, y otros porque está de moda montarse la vida por sí mismo, sin dependencias familiares.
Yo creo que la salida de la Iglesia, para algunos, se debe a sentirse muy presionados por normas y costumbres a las que no encuentran sentido, y es más fácil salirse por la tangente; a otros, les escandalizan posturas rígidas y poco misericordiosas, y abandonan. Otros viven tan alejados de la Iglesia, que llega un momento en que la ignoran, porque no les dice ya nada; y si se presenta la ocasión, huyen de su influencia.
Pero fuera sigue lloviendo, hace frío, falta un buen techo donde cobijarse de la intemperie. El espíritu se siente desnudo. Es mejor volver al cobijo, olvidar los motivos que te arrojaron fuera, y reconciliarte con una Iglesia, pecadora, sí; con muchos defectos, también; pero donde puedes encontrar nuevamente el calor que te reconforte para seguir esperando el encuentro con Cristo.
Félix González
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