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(Fiesta de la Presentación de Jesús-Niño en el Templo)

Al coincidir este domingo IV del Tiempo Ordinario con el día dos de febrero, que es la fiesta de la Presentación del niño Jesús en el templo, las lecturas y la liturgia en general de esta fiesta, prevalecen sobre las del domingo.

La Ley judía, llamada ley de Moisés, imponía a los judíos, presentar a los cuarenta días a los hijos varones, en el templo, para ofrecérselos a Dios. Y como no se trataba de que se quedasen allí, se les rescataba simbólicamente, ofreciendo un donativo para el templo, que en el caso de los más pobres, consistía en un par de tórtolas o dos pichones, que es lo que María y José ofrecieron.

Y nos encontramos con dos personajes interesantes. Por una parte el anciano Simeón, hombre justo y piadoso. Y por otra parte a la anciana Ana, que se dedicaba a la oración y la penitencia, y que hablaba del niño a todos los que esperaban la liberación.

Ambos van a dar a conocer al niño a todos los que andaban allí por el templo. El anciano Simeón va a hablar proféticamente, diciendo que ese niño iba a ser la causa de que muchos cayesen y se levantase, y que habría de ser una bandera discutida.

Y la profecía se cumpliría, en la vida de Jesús, y después seguiría cumpliéndose, en los años siguientes, y seguirá ocurriendo en los años venideros.

Jesús es un signo de contradicción para muchos. Unos porque están a su favor, y otros porque están en contra. Pero nadie es indiferente ante él. O con él o contra él. Y tenemos que tomar postura.

Sin embargo, hoy día parece que muchos han pasado a ser indiferentes, que es la peor postura. Es lo que en el libro del Apocalipsis, se llama tibieza, y por la cual, la Iglesia de Laodicea  merece una fuerte reprimenda: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”. Duras palabras para aquellos que son indiferentes en su postura ante la persona y el mensaje de Jesús. El mismo Jesús dijo una vez a los apóstoles: “el que no está contra nosotros, está con nosotros”. Pero lo malo es cuando no se está con él, ni contra él; porque eso indica algo peor, que es la indiferencia, la tibieza.

La profecía, también la alcanza a María: “A ti, una espada te atravesará el alma”. Le anuncia el dolor que pasará a causa de su Hijo, fundamentalmente al pie de la cruz.  Por eso la imaginería suele representar a la Virgen Dolorosa con el corazón traspasado por una espada.

Félix González

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