Corazones en red

Cuando se habla de la Eucaristía, y en la concepción más corriente de la inmensa mayoría de los que   la practican, se da la máxima importancia al hecho de que aquel pan y aquel vino es Jesucristo. Y nos contentamos con “comerlo”, porque nos sirve de alimento espiritual, y siempre es saludable recibir dentro de nosotros a Jesucristo. Sin más. Por otra parte, la gran mayoría de las personas que “van a Misa” (casi todos de avanzada edad), lo hacen porque está mandado, por devoción, o por costumbre inveterada. Pero ¿son conscientes del compromiso subsiguiente que lleva “celebrar la Eucaristía”? Se cumple con un mandato, se satisface una devoción, se “oye misa”, pero terminada ésta con el “podéis ir en paz”, ahí se acaba todo.

Si alguien duda de que sea cierta esta afirmación, le invito a que haga una encuesta entre toda la gente que va a misa (domingos o laborables). Acabará, sin duda, por darme la razón.

Sin embargo, el sentido más profundo, es lo que tiene de reto y de compromiso, antes y después de la celebración. Jesús, en la última cena, realiza un rito comprometedor. Ese pan que se parte y se reparte, y ese vino, no son sino el cuerpo roto en la pasión y la sangre derramada en la cruz. Y al recibirlos en la comunión, nos comprometemos con Jesús en dar la vida, si fuese necesario, por los demás, a imitación de Jesús. Compromiso de amor hasta la muerte. Y no sólo es una disposición martirial en un acto de heroísmo final, sino en la entrega diaria, de por vida, a la misericordia, a la aceptación absoluta a la voluntad de Dios, a la entrega total a los hermanos…; a realizar y vivir las actitudes de Jesús durante su vida temporal. Si no se entiende así la Eucaristía, nos quedamos en el mero misterio del cambio del pan y del vino en el cuerpo y sangre de Jesús. Lo que llaman los teólogos: la “transubstanciación” (cambio de sustancia, permaneciendo los accidentes de pan y vino). Pero eso no nos comprometería en nada. Nada tendría que ver con la muerte cruenta de Jesús, y nuestra identificación con él. La inmensa mayoría de la gente, comulga para recibir a Jesús; ¿pero le compromete a algo?    

                                                                                   Félix González                      

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