Domingo VI de Pascua

guiados-por-el-espiritu(Les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo)

En la primera lectura que hemos oído, tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, se nos decía que cuando los apóstoles, que estaban en Jerusalén se enteraron de que en  Samaría se estaban produciendo grandes hechos y acontecimientos, y habían recibido la Palabra de Dios por medio de la predicación de Felipe, enviaron a Pedro y a Juan, para que recibieran el Espíritu Santo, porque aún no había bajado sobre ninguno. Sólo estaban bautizados. Y, entonces, les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.  La pregunta que merece la pena hacerse cada uno es esta: ¿qué papel hace el Espíritu Santo en mi vida? O mejor: ¿Cuento con el Espíritu Santo, en mi vida, o es un ser casi desconocido para mí?

Mirad, cuando San Pablo llegó a Atenas, se dirigió  al Areópago, el lugar donde se reunían los sabios y los filósofos a discutir de sus teorías. Y empezó diciendo: “atenienses, al recorrer vuestros templos y observar vuestros altares, he visto un altar dedicado al “Dios desconocido”, pues ese Dios es el que vengo yo a anunciaros”.

Yo creo que para una gran parte de los cristianos, el Espíritu Santo es ese Dios desconocido, con el que no se cuenta nada, o muy poco. Y, sin embargo, vemos como el comienzo de la Iglesia se debe a él, que anima y mueve a los apóstoles a crecer por todo el mundo formando comunidades cristianas.

Y Espíritu Santo es el que inspira a la Iglesia, el que nos inspira las cosas buenas, el que nos comunica sus siete dones: el don de sabiduría, el don de entendimiento, el don de consejo, el don de fortaleza, el don de de piedad, etc.

No sé si somos conscientes de la cantidad de veces que invocamos al Espíritu Santo, posiblemente, sin darnos cuenta: cada vez que rezamos el gloria, cada vez que nos santiguamos, en el final de las oraciones de la Eucaristía, etc.

Vamos terminando este tiempo de Pascua, y celebraremos pronto la fiesta de Pentecostés, es decir “la “venida del Espíritu Santo”, que se suele llamar “Pascua granada”. La Resurrección se llamaba “Pascua florida” porque coincide con el tiempo en que rompe la primavera y pone al mundo en flor. La de Pentecostés coincide ya más con la recogida de esa flor hecha fruto, y por eso se llama “Pascua granada”, porque la flor ha granado, ya, en fruto. Esperemos con ilusión la Venida del Espíritu Santo en la próxima celebración de Pentecostés. Digamos: “Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor”.

 

 

 

 

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