Domingo XIII del Tiempo Ordinario
En el evangelio de hoy, vemos a Jesús ante un caso de enfermedad y otro de muerte. El padre de una niña viene a pedirle que vaya a curar a su hija que está muy enferma. Mientras va de camino, hay una mujer enferma desde hacía muchos años, y que ningún médico había sido capaz de curarla. Va mezclada entre la muchedumbre. No se atreve a dirigirse a Jesús. Tal vez tenía vergüenza o se sentía indigna. Pero tiene fe en que aquel profeta puede curarla, y se acerca para tocarle el manto. No se atreve a más. Y en ese momento queda curada. Jesus la dice: tu fe te ha curado.
Mientras tanto, llegan unas personas, a decir que la niña, a quien iba a curar, ya había muerto. No obstante, Jesús se empeña en ir. Y la resucita, porque aquel padre seguía teniendo fe en el poder de Jesús.
Es la fe la que hace milagros. Cuando Jesús no encontraba fe, no podia hacer los milagros. El evangelio dice que, en una ciudad, Jesús no pudo hacder ningún milagro, porque no encontró fe. Dice que no pudo.
¡Cuántas veces hemos dicho que tener fe en Jesús, en Dios, es fiarse de él! Naturalmente, si uno no se fía de Jesús, no puede pedirle nada. Pero cuando Jesús ve la fe de una persona, no puede resistirse a tener en cuenta su petición, o sus deseos, si coinciden con su voluntad. Porque si no coincide con la voluntd de Dios, es que no nos conviene, aunque no lo entendamos.
He escuchado muchas veces decir a algunas personas:”A mí Dios no me escucha; le pido esto o aquello, y nunca me lo concede”. Posiblemente, empiezas por no fiarte mucho de que te lo va a conceder. No te fías, no tienes verdadera fe.
Pero, además, es necesario que te fíes de Dios en todo y en todas las circunstancias. Y eso es más difícil. ¿Estás seguro, te fías, de que lo que te ocurre , tal vez ocurra para tu bien o para los tuyos? ¿Sabes más que Dios?
Si fuéramos un poco más ineligentesy menos egoistas, seguramente estaríamos de acuerdo con el Señor, tanto si nos concede lo que le pedimos,como si no. Porque Dios sabe lo que se hace, ya que tiene todas las claves en sus manos. Nosotros, no. Confiemos más en Dios, y, seguro, que nos irá mejor.
Félix González
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