Corazones en red

Hay muchas maneras de orar. Yo diría que tantas como personas que oran. Cada una tiene su modo de relacionarse con Dios, de hablar con Dios, de escuchar a Dios; independientemente de los métodos enseñados por unos u otros a través del tiempo.

Orar es, como decía Santa Teresa:”Tratar de amor con aquel que sabemos que nos ama”. Y cada uno expresa su amor con la intensidad y el estilo de que es capaz. Asumiendo las circunstancias y las especiales situaciones. Hablando, callando, o simplemente “estando” junto a la persona amada.

En estas líneas me voy a ceñir a apuntar un modo de rezar distinto, más frecuente de lo que se cree. Para mí es válido, en algunas circunstancias. Y reconozco, que en mí se da, de vez en cuando. Algunos pueden pensar, y piensan, que eso no es rezar. Cada uno que juzgue y actúe responsablemente.

No se trata de un método de oración, sino, más bien, de un tipo de oración sin método.

Vayamos aterrizando y digamos ya en qué consiste este modo de rezar (de orar).

Voy a la capilla con intención de hacer una buena oración. Pero resulta que no me resulta fácil, y, a veces, ni posible, orar como pensaba. Por más esfuerzo que hago, no lo logro (incluso me puede entrar el sueño). En vez de marcharme malhumorado, dejando la oración para otro rato, o para ninguno, prefiero quedarme en la capilla, simplemente “estando” junto al sagrario, muy cerca del Señor, como haciéndole compañía en su soledad. Y así pasar el rato, consciente de su presencia, y de la mía. Sin hablar con palabras, pero en sintonía con el corazón.

Pasar un rato junto al Señor, aunque no haya palabras ni escuchas, solamente presencia, creo que puede considerarse una oración, porque es “hablar de amor con aquel que nos ama”. Aunque sea una comunicación solo de afecto, sin la mediación de la palabras.

Félix González

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