Corazones en red

(Haced lo que él os diga)

El Evangelio de este domingo 2º del “Tiempo Ordinario”, nos trae, de nuevo, la narración del pasaje de las “Bodas de Caná”. Este pasaje de la vida de Jesús, que no deja de llamarnos la atención por la intervención de María, en él, es uno de los más bellos, a mi parecer. Coincide este domingo con la “Jornada en favor de los inmigrantes y refugiados”, que se celebra en este día. Y el evangelio de hoy nos ilumina esta Jornada.

Cuando en aquella boda se presenta un grave problema, que va a afectar directa y negativamente a los recién casados, allí está María, la Madre de Jesús, que se da cuenta enseguida del problema y trata de resolverlo. Para ello acude a Jesús, su hijo. Y aunque Jesús, parece no intervenir “porque, como él dijo, “no había llegado todavía su hora”. No obstante, María, que le conocía bien, y se fiaba de que no iba a dejarlos de atender, dijo a los criados:”Haced lo que él os diga”. Y se obró el milagro de la conversión del agua en vino. Primer milagro de Jesús. Todo lo que dice y hace Jesús es en favor de los demás, especialmente de los más necesitados, los más marginados, los pobres y disminuidos, los excluidos. Por eso, hoy, en esta Jornada de los Inmigrantes y refugiados, volvemos a escuchar las palabras de María: ”Haced lo que él os diga”. Y lo que él nos dice, es lo mismos que hizo en Caná: a unas personas en grave necesidad. Es una invitación a hacer eso mismo con estas personas abandonadas, que han tenido que huir de sus países, de mala manera, por causa de horribles guerras, o de injustas hambrunas seculares. A todos e nos han conmovido el corazón, al ver imágenes terribles de tanta gentes abandonada a su suerte, con frío, lluvia, barro, hambre, tirados y abandonados junto a las fronteras de distintos países, que no se deciden a acogerlos. Niños que mueren en el camino, o se ahogan en el mar antes de ser rescatados. Jóvenes que acaban por perder la esperanza de una nueva vida; adultos y ancianos, que ven destrozadas sus ilusiones por la indiferencia de los que se llaman sus hermanos. Pidamos en este día, al Señor, que se mejore la situación de estas gentes, y que mueva el corazón de los que pueden solucionar este gravísimo problema humano. Y nosotros seamos sensibles a esta tragedia.

Félix González

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