“Cuentan de un sabio, que un día”…
“Cuentan de un sabio que un día / tan pobre y mísero estaba, /que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía. / ¿Habrá otro, entre sí decía, /más pobre y triste que yo?;
y cuando el rostro volvió / halló la respuesta, viendo /que otro sabio iba cogiendo
las hierbas que él arrojó”.
Estos versos tan ingeniosos y sabios de nuestro gran escritor Pedro Calderón de la Barca, me inspiran unas líneas sobre la conducta humana. ¡Cuántas veces nos quejamos de nuestra situación, sin tener en cuenta a otros que pasan por peores momentos! Y no se trata de aquello de “mal de muchos, consuelo de tontos”. Se trata, más bien, de no creernos el ombligo del mundo, como si nuestros gozos y nuestros males fueran los únicos o los más graves del mundo a los que todos los demás deben prestar una atención especial o única.
En este tiempo de crisis prolongada, sin ver el final del túnel por el momento, estamos tentados de pensar más en nosotros, en nuestro presente y nuestro futuro, sin pensar en el futuro y presente de otras muchas gentes, cerca y lejos de nosotros, para los que la crisis es más angustiosa.
Para una gran parte del mundo existe una crisis existencial, no coyuntural, que amenaza constantemente su existencia: hambruna, abandono, soledad, marginación…muerte.
Esto es algo que debiera estar siempre gravitando sobre nuestras conciencias. No podemos pasar de largo a la vista del que está tendido al borde del camino, herido, expoliado, machacado. Tenemos la obligación ineludible, de acercarnos a él, y vendarle las heridas.
Cuando a Jesús le pregunta aquel doctor de la ley sobre quién es su prójimo, Jesús le pone la parábola del hombre asaltado por los bandidos y dejado medio muerto.(Lc.10, 25-37). Concluida la parábola, Jesús pregunta al su interlocutor:”¿quién se portó como prójimo con el herido? El maestro de la ley responde acertadamente:”Aquel que practicó la misericordia con él”. Y Jesús le dice: “Anda, y haz tú lo mismo”. Estas últimas palabras de Jesús van dirigidas a todos, sin excepción.
Pero hay palabras del evangelio que no nos interesa escuchar; son aquellas que nos comprometen. En medio de la crisis actual, bastante gente tiene que apretarse un poquito el cinturón, unos más y otros menos (incluso algunos aprovechan para hacer pingües negocios; son los vampiros humanos de la sociedad, sin ley y sin conciencia).
Pero hay personas, familias, pueblos enteros, que ni siquiera tienen cinturón que apretarse.
¿Hasta cuándo seguiremos, al menos los cristianos, indiferentes a estas situaciones? ¿Para cuándo dejamos el mandato de Jesús:”Anda, haz tú lo mismo”?
¿Nos comportamos como “prójimos” de esos hermanos, o pasamos de largo como el sacerdote y el levita de la parábola? ¿Nos resbalan un poco o un mucho las palabras de Jesús:”Tuve hambre y no me disteis de comer, estuve desnudo y no me vestisteis…?
Y no nos valen las palabras que tantas veces se oyen cuando sale este tema:”… y yo ¿qué puedo hacer? El que no sabe lo que tiene que hacer en estos casos, es que tiene embotada la conciencia, o no ha sabido leer bien el evangelio.
Félix González
Así mismo dijiste en tu primer post en referencia a “¿qué puedo hacer?”
Una buena forma de dilucidar cómo hacer ‘algo’ es empezar por un ‘alguito’. Para que se caiga la primera escama, para que se caiga la segunda…para que no nos caiga encima el telón de nuestra propia función.
Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. (Mateo 7, 7)
you have written very good content
Its amazing
yupppp