Domingo X del Tiempo Ordinario
(Joven, a ti te lo digo: ¡levántate!
Jesús va de camino con sus discípulos. En ese constante caminar de un lugar a otro, para exponer a todos el Reino de Dios que predica, se encuentra con muchas personas, grupos, caravanas… En este caso se encuentra, frente a frente, con un entierro. El hijo único de una mujer viuda; ha muerto, y le llevan a enterrar. Jesús ve el dolor inmenso de aquella mujer, y se le conmueven las entrañas. Tiene una manera de consolarla, que no consiste solo en palabras. Como puede hacerlo, lo hace. Se acerca al féretro. Manda que se paren los porteadores, y dirigiéndose al difunto, le dice, con autoridad: Joven, a ti te lo digo, levántate. Y el muerto se levantó. Jesús se lo entregó a su madre.
Pensando en hoy día, vemos que hay muchas comitivas de muerte; no los muertos que han pasado ya de esta vida, no. Se trata de otros muertos, que siguen viviendo entre nosotros. Personas que han perdido ya la esperanza; personas a quienes se les ha muerto la alegría, la amistad, las ganas de vivir; personas y familias enteras, que se les ha muerto la posibilidad de llevar una vida digna, porque la situación económica (el paro) les ha visitado de lleno, y no encuentran caminos de resurrección. Y tantos y tantos muertos en vida, que deambulan sin sentido, muchas veces, cerca de nosotros.
Y, además, está esa inmensa muchedumbre de jóvenes, abocados a la droga, al alcohol, a la desesperación, porque se han convertido en parásitos de la sociedad, sin posibilidad, o probabilidad, de regenerarse por un trabajo digno que les ilusione y dé fuerzas para levantarse. A todos ellos, les dice Jesús: “a vosotros os lo digo: ¡jóvenes, levantaos!”. Vale la pena seguir esperando sin desfallecer.
“Y aquí viene una importante pregunta: ¿Qué respuesta damos los cristianos a todos cuantos caminan en la comitiva de la muerte? ¿Qué respuesta damos a los parados, a los drogadictos, a las mujeres utilizadas y manipuladas, a los jóvenes que empiezan su camino, ya cansados, al enfermo, al minusválido? ¿Qué hace la comitiva de los cristianos cuando se cruza (y se cruza constantemente) con la comitiva de la muerte? ¿Esquivarla?, ¿ignorarla?, ¿juzgarla y condenarla?, ¿despreciarla?… ¿Acercarse a ella, y sentir el dolor de todos cuantos la integran, compartirlo y remediarlo? Si hacemos lo segundo, es que hemos empezado a entender a Cristo. Hay un baremo claro para saber en qué comitiva estamos. El baremo es éste: si por encima de todo, solo pensamos en nosotros mismos y en lo nuestro, repartiremos indiferencia y muerte. Esto es claro e indiscutible, porque “el otro” no nos importará o nos importará sólo en cuanto pueda servir a nuestros planes. Si por encima de todo (y con todos los fallos quizá inevitables) amamos a Dios y al “otro” por El, repartiremos vida, porque el “otro” será, ni más ni menos, nuestro hermano, y tanto más cuanto más necesitado se nos muestre”. Una vez más, la Palabra de Dios, nos debe hacer reflexionar, y ver qué tarea nos espera, y hasta qué punto estamos dispuestos a llevarla a cabo.
Félix González
Sagrado Corazón de Jesús: en vos confío.
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