Corazones en red

No sé qué costumbres hay en Tenerife, en Río de Janeiro o en Venecia; desconozco lo que en otras de nuestras ciudades y provincias pueda ocurrir al respecto. Lo que sí conozco es lo que ocurre con el Carnaval de Cádiz (ciudad y provincia). La celebración del Carnaval es una de las fiestas más populares. Se celebra en los países que tienen tradición cristiana, precediendo a la cuaresma. Por lo general, en muchos lugares se celebra durante tres días, y se los designa con el nombre de “carnestolendas”, y son los tres días anteriores al Miércoles de Ceniza, que es el día en que comienza la cuaresma en el Calendario Cristiano. Se supone que el término carnaval proviene del latín medieval “carnelevarium”, que significaba “quitar la carne”, y que se refería a la prohibición religiosa de consumo de carne durante los días de la cuaresma.

Pero su duración sobrepasa ya los límites iniciales. Lo que se supone que debería ser, como lo era antes, es decir, terminar antes del Miércoles de Ceniza, se prolonga hasta el segundo domingo de cuaresma inclusive. Quiere decir que pervive durante una buena parte de la cuaresma (Miércoles de ceniza, 1ª y 2ª semana de Cuaresma). Casi media cuaresma; y sobre todo los comienzos, que son los que suelen dar el ambiente al resto.

Ya el gran Arcipreste de Hita escribe sobre el “combate de Don Carnaval y Doña Cuaresma”. Y existe un cuadro de un pintor flamenco, en el Museo del Arte, en Viena, con el mismo título, representando las escenas del Carnaval y de la Cuaresma.

Esta inmersión del Carnaval en el tiempo de cuaresma, desvirtúa el sentido de la misma. No soy nada puritano, y asumo la realidad tal como se presenta, porque no sirve de nada “dar coces contra el aguijón”, que diría el castizo (1).  Pero reconozco que todo eso es consecuencia del divorcio, cada vez más acentuado, que existe entre las orientaciones de la iglesia y las costumbres de una buena parte del pueblo cristiano. Algo tan respetado como ha sido siempre la cuaresma, va dejando de influir en las costumbres y se va descafeinando y perdiendo el sentido ascético y religioso.

Y me pregunto: ¿por qué no puede terminar el carnaval antes de comenzar la cuaresma, empezando, si necesario fuere un poco antes, para conserva su duración? Sin tratar de hacer tragedia, ni llegar al escándalo farisaico, creo que es una pena la pérdida de ciertos valores, que pueden variar de alguna manera, pero nunca desvirtuarlos. Y todo eso no es más que un ejemplo de una parte de la sociedad, que se va haciendo mayor de edad, pero, como ocurre a muchos jóvenes, a costa de valores.

                                                                                                                        Félix G.

(1) Así reza una de las fábulas del gran Samaniego: En casa del cerrajero/ entró la serpiente un día/ y la insensata mordía/ en una lima de acero./ Díjole la lima: – el mal,/ necia, será para ti,/ ¿cómo has de hacer mella en mí/ que hago polvos el metal?/ Quien pretende sin razón/ al más fuerte derribar,/ no consigue sino dar / coces contra el aguijón

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