Corazones en red

La religión suele definirse como un sistema de creencias y prácticas acerca de lo considerado como divino o sagrado. Si lo comparamos con el cristianismo bien entendido, vemos que no tienen demasiado que ver. El cristianismo no es una religión propiamente dicha. Ser cristiano significa seguir a Jesús. Pero Jesús no nos da un elenco interminable de normas y dogmas. Jesús dirá: “Amaos unos a otros como yo os amo”; No he venido a ser servido, sino a servir”; “Estoy con vosotros como el que sirve”; “Soy yo, no tengáis miedo”; “Cuando recéis, decid: Padre nuestro”…”Yo tampoco te condeno, vete en paz”; “Dichosos los misericordiosos…”.  Y su vida, su estilo, estuvo presidido constantemente por la misericordia, la compasión, el amor…

El cristianismo es, sobre todo, un “estilo de vivir”. El estilo de vida de Jesús.

  La iglesia se ha ido cargando de órdenes y prohibiciones a lo largo de los siglos. Se ha suplantado el “estilo de vida de Jesús”, por una férrea disciplina, al servicio de la misma Iglesia, más que al servicio del Reino. ¡Qué capacidad tenemos los hombres para tergiversar lo auténtico, y cambiarlo por su sucedáneo!

  He repetido, por activa y por pasiva, en todos los foros a los que he tenido acceso, que la Iglesia no es el Reino de Dios. Y que con frecuencia, la que debería ser un instrumento válido para el Reino, se convierte en barrera y obstáculo para el mismo.

  Yo no me considero más lúcido que nadie, pero no comprendo cómo hay tanta gente de iglesia (y más cuanto más altos están) que no se dan cuenta de cosas tan palpables a la luz del evangelio; ¿será que les interesa no enterarse para no perder privilegios o seguridades?

 Quisiera romper una lanza a favor de tanta gente lúcida, de a pie, y otros con responsabilidades mayores (menos, pero más significativos) a la hora de interpretar el evangelio y vivirlo. Su testimonio es ejemplo para el presente y esperanza para el futuro. Son semilla y realidad del Reino, como el pequeñito grano de mostaza que se va haciendo árbol, poco a poco, para acoger a los pájaros que anidarán en sus ramas.

  Ponen en práctica aquello de que el cristiano no puede caer en el desánimo (aunque haya tantas razones humanas para ello), ni puede dejarse llevar de la falta de esperanza (porque nuestra esperanza está en Dios que es el que hace crecer la semilla); a nosotros nos toca sembrar y regar; lo demás le corresponde a Dios. Pero sembremos y reguemos con entusiasmo, aunque no veamos crecer la semilla. Lo importante es que llegue el Reino (que llegará, por más dificultades que se le ponga).

  Se puede colaborar a instaurar el Reinado de Dios, consciente o inconscientemente. Hay quienes lo hacen sabiéndolo y gozándolo. Pero hay también mucha gente, mucha, que sin saberlo, están contribuyendo a que llegue ese Reinado. Son las personas “buenas”, los pacíficos, los que saben compartir, los que saben perdonar, los que luchan a favor de la justicia y los derechos humanos, los que saben amar, etc… ¡Y entre unos y otros, son una legión! Pero eso se ve menos que lo contrario, y por eso parece que el Reino no crece. Yo creo que ese Reino sigue creciendo, porque creo en el amor. Y hay mucho amor en el mundo, reflejo del amor de Dios, del que procede todo bien.

La religión nos puede llevar a un Dios: creador, omnipotente, distante, superior…(el dios de los antiguos griegos o de otras religiones) Pero nunca nos llevará al Dios: Padre, misericordioso, amor, cercano…el Dios de Jesucristo.

Por tanto, que nadie se empeñe en hacer del cristianismo “una religión”, sino la vivencia de “una Buena Noticia” (evangelio).

                                                                                                               Félix G. ss.cc.

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