Mi barrio
Hoy tengo necesidad de hablar de mi barrio. El lugar donde comparto la mayor parte de las horas de cada día, de los días de cada semana, de las semanas de cada mes, y de los meses de cada año.
Y hablaré con cariño, con mucho cariño, porque me gusta mi barrio. Me gusta y quiero a las gentes que lo habitan. Pero también hablaré con dolor, porque no me gusta todo lo que pasa y todo lo que hay en él.
No me gustan muchas de sus viviendas, pobres, húmedas y poco confortables; no me gusta la suciedad de sus calles, las bolsas de Basura fuera de los contenedores; no me gusta su falta de estructuras culturales; no me gustan que los niños se críen en la calle.
Mi barrio tiene tres cruces; es como un nuevo Calvario. La primera es la de los jóvenes sin horizonte, sin dignidad ni entusiasmo, prisioneros de la droga y del ocio no deseado. Marginados, sin ideales religiosos, sociales o políticos. Es también la de muchas familias, viviendo en el umbral de la pobreza, por falta de trabajo. Con menos que lo mínimo.
La segunda es la ignorancia, la incultura, la falta de formación de tantos adultos que no tuvieron en su tiempo las oportunidades para superar esas carencias. Y la de niños y jóvenes, protagonistas del abandono escolar prematuro; niños y jóvenes conflictivos.
Es también la situación de muchos ancianos, que viven solos, y con una pensión o ayuda irrisoria o insultante.
Y entre estas dos cruces, está también la de Cristo, que sufre en el cuerpo y en el alma de tanta gente, un eterno viernes santo.
Un barrio tiene que ser un lugar donde se pueda vivir a gusto, donde no falte lo necesario para hacer agradable la estancia, donde sean posibles las relaciones humanas, favorecidas por el entorno.
Un barrio debe ser la casa grande donde todos puedan cobijarse de las asperezas del invierno y de la canícula del verano; un barrio que acoja a propios y extraños. Donde no florezcan más cruces, porque basta ya con un Calvario. Que nazcan, sí, las flores de la solidaridad, de la cultura, de la limpieza, del mutuo entendimiento…Mi barrio soñado, mi barrio esperado. Pero a pesar de todas sus deficiencias, quiero a mi barrio.
Félix González, ss.cc
Lo has descrito muy bien.
Un barrio al que conozco hace mas de 35 años y sigue con las mismas cruces de entonces, algunas mejoras sí pero pocas, porque esas cruces las siguen viviendo una generación tras otra y una se pregunta:
¿Qué falla para que siga casi igual despues de tanto tiempo?
De todas formas me sigo quedando con el barrio y con sus gentes, son diferentes y te llegan a mostrar un cariño especial, agradecidos de que por lo menos existan para otros y a pesar de sus carencias son capaces de sonreir y vivr la vida.
Yo también le tengo cariño al barrio…
Ana: tú conoces muy bien el barrio, aunque no vives en él. Pero tu compromiso cristiano está en él, con sus gentes, con sus niños de caatequesis, con sus padres…Y sé que , igual que a mí, te duele el barrio, pero lo quieres. En él te has dejado muchos esfuerzos, has dado mucho cariño, y has roturado mucha fe en sus cabecitas y en sus corazones. Gracias por tu dedicación. No te canses, aunque, a veces, llegue la tentación.
Yo sueño con una gran casa sin puertas, sólo con amplios ventanales, por donde la luz circula de calle a calle sin pedir permiso para existir. Sueño con una casa donde las necesidades primarias estén colmadas, donde no sea la primera, y en muchas ocasiones la última, razón de vida el subsistir. Yo no pudo pedirle a una planta que crezca hermosa, si no le brindo agua, comida y cuidados. El barrio ha cambiado, a mejor…pero queda un mundo de entrega por concretar. Ayer conocí a Antonio, un chico de la calle años ha, y ahora un pequeño autónomo…ayer conocí la alegría de un curita porque el buen Padre le permite ver algunos frutos de tanta semilla muerta y enterrada.
Sigo soñando porque para mis sueños no hay crisis ni recortes del 5%, y sigo poniendo una paletada de arena y otra de cemento, para que esa gran casa con la que sueño, sea la Iglesia de la cual me enorgullezco de pertenecer. Hay días negros, oscuros y profundos, pero todo queda bañado por la esperanza de que esa misma cruz, nos siga salvando a todos….a ellos, los primeros.
Al tajo, querido padre Félix…al tajo y a la miés, con nuestros fallos y faltas de amor…pero al tajo.
Un fuerte abrazo.
Paco: igualmente fuerte mi abrazo para tí, siempre tan positivo y tan esperanzado. Seguiremos esperando que ese Reinado de Dios, prometido, se vaya haciendo realidad, también en nuestro barrio. Entonces esa casa soñada, surgirá entre las amapolas de la mies esperada. Gracias, Paco, por tu entrega. Y… ¡al tajo!.
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