Un sacramento no deseado, temido y con frecuencia desconocido
Me refiero, naturalmente, al sacramento de la Unción de los Enfermos, el llamado en otro tiempo Extremaunción. En amplios ambientes, sobre todo en barrios periféricos, es temido por los enfermos graves y los ancianos. Aunque la verdad es que es todavía menos deseado y más temido por la familia. Piensa el enfermo que es un anuncio de su muerte, y no lo pide. Piensa la familia que el enfermo se puede asustar y empeorar, y no lo aceptan.
Y no se trata de personas que en principio rechacen a la Iglesia o al sacerdote. Obvian el sacramento, por miedo, por no apreciar sus efectos, por ignorancia…Algunas veces me han llamado para administrar el sacramento, una vez muerto el enfermo, porque en ese caso no se puede asustar ni empeorar. De esa manera salvan el miedo, por una parte, y tranquilizan su adormilada conciencia cristiana. Naturalmente ya no era posible. Los sacramentos son para los vivos.
En mi larga vida de sacerdote (párroco o vicario) no han sido muchas, relativamente, las veces que se me ha demandado la Unción de los Enfermos.
Alguno podrá argumentar que la mayoría de los enfermos mueren en el hospital. Y allí suele haber algún capellán que atiende algunos casos. Pero no creo que sean muchos. Por otra parte hay que ser realista y no olvidar que los enfermos o ancianos, están mucho tiempo en la casa, y graves, antes de ser llevados definitivamente al hospital.
Y me asalta espontáneamente la pregunta: ¿cuál es la razón de este miedo, esta falta de interés o este desconocimiento? Creo que no hay una sola causa, sino que convergen más de una, a la vez.
En primer lugar, este sacramento “nunca se ha vendido bien” (y perdón por la expresión). El nombre de “extrema unción”, ya predisponía a pensar en una muerte cercana, y estaba rodeada su administración de un cierto halo de misterio, de impotente resignación y de desconocimiento por parte del enfermo (que la mayoría de las veces no era consciente) y por parte de la familia, para la que era un adelanto de la despedida fina. Más que alegría y esperanza, conducía este sacramento, en gran parte de las ocasiones, a aumentar el sentido del fracaso y del dolor.
¡Qué pena que un sacramento, que en principio está concebido como ayuda al enfermo, pidiendo al Señor por su salud corporal y espiritual, se haya convertido en el “coco”, para tanta gente.
Habría que hacer algo (¿qué?) para recuperar su verdadero sentido, y para que tanta gente perdiese el miedo, y se convirtiera en un sacramento de esperanza; un sacramento que se espera en la enfermedad, sin necesidad de dejarlo “para el final”.
Félix González L.
Además del miedo, el sentimiento es de pudor.
Me muero o te mueres, culturalmente, espanta.
Si entre la familia, también por pudor, nunca si habla de nada que suene a vida espiritual, en un momento tan delicado dónde todas las palabras van dirigidas a superar la enfermedad, hablar de extremaunción no tiene cabida.
Ahora la gente es capaz de transmitir que quiere donar los órganos o que quieren ser incinerados y que las cenizas vayan aquí o allá. Del mismo modo, podría expresarse también la importancia, para el que la tenga, de recibir este sacramento. Es mejor que parta la propuesta del que vaya a recibirla antes que de los familiares, que además podría interpretarse como intromisión.
¡Claro que pudor! ¡Mucho pudor! Lo que pasa es que el pudor, muchas veces, surge del miedo al que dirán, qué pensarán… a que te señalen con el dedo por hacer algo de lo que pasan otros.
De todas formas habría que ir quitando (¿cómo?) la idea de que es un sacramento para los moribundos. No; lo es para el enfermo relativamente grave o para el anciano disminuído ya de sus fuerzas, y necesitado de más ayudas.
a que te señalen con el dedo por hacer algo de lo que pasan otros. http://123boardgames.net/board-games-arena.html
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