La excomunión en la Iglesia (aproximación al tema)
Inicio este breve comentario, haciéndome una pregunta y dándome a mí mismo una respuesta: ¿Puede la Iglesia “excomulgar” a sus miembros? Mi respuesta es, no.
Aunque el Derecho Canónico, ley positiva de esta iglesia, así lo dictamina para una serie de conductas, me pregunto: ¿puede alguien hacer que un católico no se sienta en “comunión” con la Comunidad-iglesia a la que pertenece y de la que forma parte, sin la aquiescencia del propio interesado?
De hecho, la iglesia ejerce ese poder punitivo, en diversos casos tipificados en los cánones del Derecho. Pero considero que sólo el mismo individuo que forma parte de esa Iglesia, es el que puede considerarse desgajado de ella por propia voluntad (por ejemplo en la “apostasía”, que es la renuncia formal y querida de romper la comunión).
Ningún pecado o irregularidad en la conducta puede ser objeto de ex-comunión, porque sí así fuera, la iglesia tendría que excomulgarse así misma (dejar de ser iglesia) por la serie de pecados y atropellos cometidos a lo largo de su larga historia: cismas, contradicciones, guerras, persecuciones, inquisición…
El hombre, pecador en mayor o menor grado, no puede ser privado de su condición de iglesia, de miembro de la Comunidad a la que pertenece, por muy pecador que sea, aunque transgreda algunas de las leyes o cánones establecidos. Alguien puede ser pecador, por debilidad humana (como son la mayoría de los pecados), e, incluso, por malicia, y sin embargo no rechazar el pertenecer a la Comunidad. Se le podrá exigir, eso sí, arrepentimiento y enmienda para sentirse en mayor comunión, y disfrutar del amor mutuo que fortalece la comunidad. Pero el castigo, la separación parcial o total, no deben incidir sobre nadie que tenga voluntad de permanencia, a pesar de su pecado. Sólo Dios juzga; y lo hace siempre con misericordia.
Los enfermos no necesitan jueces, sino médicos que curen sus males; los marginados no merecen olvido y condena, sino acogida y fraternidad. El Evangelio no abunda en el castigo y la exclusión, sino en la misericordia y la compasión. Uno se excomulga (rompe la comunión) a sí mismo. La labor de la Iglesia es acoger, invitar al arrepentimiento, y facilitar la reinserción y la comunión fragmentada por el pecado. Sólo así se va construyendo el Reino, donde cabemos todos los de buena voluntad, con sus debilidades y fracasos.
Félix González
Dando un rodeo por lo positivo, a mí me resulta extraño lo relativo a los procesos de canonización con la búsqueda de milagro incluida.
¡Con cuánta ilusión ven canonizar o beatificar las congragaciones religiosas a sus fundadores!
En estos tiempos los santos ayudan a la controversia de las diferentes formas de entender la Iglesia. La Iglesia conservadora no arranca con mártires como Óscar Romero y, por otra parte, no cuestiona cómo mártires a los sacerdotes asesinados durante la guerra civil que, en muchas ocasiones, los persiguieron por odio a una Iglesia muy imperfecta que hacía el juego a la clase social de los poderosos, y no por la defensa de Jesucristo o de la justicia de los hombres.
Centrándome en la excomunión, lo primero que sugiere es amenaza y castigo, y yendo un poco más a la raíz, se aprecia el fracaso en el entendimiento ante concepciones diferentes o desviadas.
El miedo a no ser leales a la Iglesia de Cristo admitiendo posiciones que se alejan de ella, unido al miedo y terror que puede producir separar a miembros de la iglesia -dado que, en el concepto universal de Iglesia no debería haber excluidos-; se ha resulto en la historia tristemente, dando lugar a los cismas.
Así, la falta de unidad de las Iglesias es un absurdo total, la incapacita para propagar la fe en un mismo Dios y la inhabilita para proponer la unidad de los pueblos. Si la excomunión ha conducido a una Iglesia fracturada y que, a su vez, se divide cada día con las tensiones que su seno se desatan, no será nunca éste el camino ni desde la lógica ni desde el evangelio.
Susana: apuntas, entre otras cosas, la política seguida en la canonización de los santos. Coincido contigo. La conciencia popular es la que debería “canonizar (?) a aquellos que verdaderamente han dejado huella en su vida, y son un modelo a seguir. Hay santos recientemente canonizados, que, en general, no aportan gran cosa al pueblo cristiano, e, incluso, son poco o nada estimados, excepto para su grupo, orden o cengregación. Mientras que otros que han calado profundamente en la vida de la gente, tienen dificultad para ser reconocidos por la iglesia oficial, por motivos políticos, o por no haber sido tan sumisos a la parafernalia vaticana.
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