¿Mucha Navidad, y poco Adviento?
Comenzamos el Tiempo de Adviento, la preparación a la festividad de la Navidad. Cuatro semanas allanando caminos, limpiando rastrojos, preparando el alma. Cuatro semanas de gestación espiritual, para que pueda ser bien acogido el recién nacido. Cuatro semanas ejercitándonos en ser portadores de paz, para recibir al Príncipe de la Paz. Cuatro semanas, tratando de hacer más posible el Reino de Dios, para acoger al Rey de reyes. Cuatro semanas de alegre ascesis, para poder compartir la alegría del encuentro. Sólo si hay Adviento, puede haber Navidad. Nueve meses de adviento (de embarazo) tuvo que pasar María, para poder tener en brazos a su hijo Jesús.
Todos los grandes acontecimientos se preparan, se gozan de antemano, se esperan. De lo contrario, se corre el peligro de no saberlo situar en su medida justa.
Para la inmensa mayoría de los llamados cristianos, no existe el Adviento; o sólo existe de nombre, de teoría. Después, todos celebrarán la Navidad. Pero será como una fiesta sin preparar de antemano, sin darle su sentido genuino. Una fiesta que llevará todos los ingredientes de lo folklórico, de lo lúdico; pero vacío de lo verdaderamente festivo, espiritual y comprometido.
Habrá cena especial, correrá el champán y los vinos generosos, no faltarán los bulliciosos villancicos, pero faltará la acogida del misterio. Hasta es posible que se coloque en una esquina del salón o del comedor, un Belén, con sus luces de colores, su musgo y sus figuritas. Pero sin darle su verdadero sentido, porque no ha habido reflexión, no ha habido Adviento. Sólo la inercia y la costumbre son las actoras de aquel pequeño rincón de la antigua Palestina. Pero faltará el fervor, la oración ante el portal, la vibración del alma en la contemplación del misterio.
Ese adviento litúrgico de las cuatro semanas es necesario para poder celebrar la Navidad, para que no sea simplemente una fiesta, y sí y una conmemoración.
Una Navidad con pandereta, zambomba y almirez, no es suficiente para conmemorar que Dios se ha hecho hombre, que ha puesto su tienda junto a la nuestra, que se ha hecho compañero de camino.
Uno de los villancicos que tiene una letra con verdadero sentido, sin concesiones a lo meramente folklórico reza así en una de sus estrofas:
“Navidad es un camino que no tiene panderetas porque Dios resuena dentro de quien va en fraternidad.
Navidad es el milagro de pararse a cada puerta
y saber si nuestro hermano necesita nuestro pan”.
Pero para “saber si nuestro hermano necesita nuestro pan”, no basta con quedarse sólo con lo externo de la fiesta, hay que profundizar en el misterio de amor, de entrega, de solidaridad. Vivir el Adviento, ayuda a conseguirlo.
Félix González, ss.cc.
Dice José Luis San Pedro que nosotros no podemos hacer prácticamente nada para modificar las cosas, o las estructuras, o las costumbres… pero SÍ podemos NO HACER.
Y siguiendo tan sabia recomendación, en Navidad prescindo de: árbol, Belén, adornos, Papá Noel, Jesusitos en el balcón, añadidura de otras cenas, regalitos de amigo invisible, lotería…
Con esta actitud he querido buscar más libremente el sentido a la Navidad: Nace el salvador, en ese Niño Jesús de Nazaret y nacemos al proceso de salvación en cada interior, en cada uno, que queda culminado en Cristo. En Navidad también celebramos nuestro nacimiento en Cristo.
2 Corintios 5:17. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas.
Colosenses 3:4. Cuando Cristo, nuestra vida, sea manifestado, entonces vosotros también seréis manifestados con El en gloria.
Amiga Susana: si no te molesta, te diré que tienes un espíritu espartano (iconoclasta sería demasiado fuerte, y tal vez no exacto). Eres capaz prescindir de lo que poca gente es capaz de prescindir, porque las costumbres son ley y obligan a ser seguidas. Es verdad que tenemos que llegar a un “despojamiento” real, no sólo ideológico. Y eso pasa por privarse de muchas cosas, y de nadar contra corriente. No es siempre fácil, ¿verdad? De todas formas no es malo valerse de algunos símbolos para que nos recuerde lo trascendental. No quedarnos en lo meramente externo, sino dar prioridad al sentido verdadero de lo que celebramos. Y eso pasa por hacer una buena revisión y discernimiento. ¡Animo, campeona!
Para que no tengamos que preparar nada han proliferado las empresas que se encargan de organizar fiestas tanto de Navidad como de otro tipo. De manera que se celebra la fiesta como un producto de consumo, que dura unas horas y pasa, en la mayoría de los casos, sin dejar huella en nuestra vida y apenas en nuestra memoria.
Y sí, qué difícil es vivir a contracorriente, y qué necesario es que nos acompañemos en ese esfuerzo.
Ruth: Hay que estar muy lúcido para no caer en la tela de araña que nos tiende la sociedad. Es fácil caer en su red, si no tenemos las cosas muy claras y el corazón en su sitio. Son tantas las ofertas que se ofrecen, que resulta difícil liberarse de todas. Vale la pena que nos apoyemos en las personas que nos pueden ayudar a no sucumbir. Recordemos el slogan: “La unión hace la fuerza”.
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