Otra de obispos

Rafael Bellido CaroLeyendo al guardián del Areópago, me encuentro con esta frase, hablando de los Obispos: “ no se atreven, no sé por qué, a reír y cantar, en mangas de camisa, tomando unas cañas en el jardín de su casa, con algunos diocesanos”.

Es verdad, no se atreven, Josemari. Son demasiado importantes para ponerse de esas fachas ante los seglares; ellos tan vestiditos de punta en blanco, con sus sotanas o clregymans, sus fajines, sus solideos… Rebajarse a ser como los demás sería un escarnio para lo que representan. Hay que guardar las formas, aunque estén más pasadas de moda que el charlestón.

A veces ser normal es lo más anormal del mundo. Y no quiero decir que los obispos sean anormales, pero poco normales en sus comportamientos, creo que sí. Como dice el Guardián del Areópago, ya citado, “tanta prosopopeya y perendengue”, les impide manifestarse como seguramente muchos de ellos desearían, con más naturalidad. Recuerdo que un obispo, arzobispo y cardenal, me dijo una vez, hace años: “Félix, que envidia me da tu barba. Me gustaría dejármela, pero me da vergüenza, me da reparo”. (sic). Si no fuera obispo, seguro que tendría barba, ya que tanto le gustaba.

Tengo un recuerdo imborrable por positivo, del primer Obispo de Jerez de la Frontera, constituida como diócesis independiente, con el nombre de Asidonia-Jerez. Fue D.Rafael Bellido Caro, natural de Arcos de la Frontera, y un hombre sencillo y humilde, al que nunca se le subió a la cabeza el cargo. Pues bien, conservo una fotografía de él, en mangas de camisa blanca, comiendo en un plato de plástico alguna vianda, junto a una familia muy humilde de la parroquia, durante una excursión de la feligresía en el campo. Todo un modelo de sencillez y naturalidad.

Pero esa humildad y sencillez le venía de familia. Cuando le comunicó a su madre que le habían designado para obispo, la madre le contestó con una simpleza admirable:”Hijo, de menos nos hizo Dios”. Nada de algazaras ni alegrías desbordadas. Ella y él sabían muy bien que ser Obispo no es ninguna dignidad; ningún privilegio; ninguna categoría superior. Sabían, o intuían, que ser Obispo era ser servidor, padre, consejero, animador…todo ello desde la humildad y la donación de sí mismo a los otros.

No me faltan anécdotas que corroboran lo bien que entendió D.Rafael, el ser Obispo. Pero no es el caso narrarlas. Me da la impresión  que desde el cielo me está diciendo:“Félix, no cuentes esas cosas, recuerda aquellas palabras de Jesús: cuando hayáis hecho todo lo que os han mandado, decid: «Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer».

En él no había “prosopopeya ni perendengues”, por eso no tenía reparo en compartir un plato de menudo con una familia humilde, en mangas de camisa.

Gracias D.Rafael, por la amistad que compartimos, y por ejemplo de sencillez y humildad que siempre diste.

                                                                                                     Félix González

5 Responses to “Otra de obispos”

  1. Felix:
    Gracias por leerme y citarme. Pero te voy a dar un pequeño estirón de orejas: no tengo nada contra los Josés, y menos contra San José, pero mi nombre es Jesús María, para los amigos como tú, Jesús Mari.
    Y hablando de obispos, los que hemos estado en Brasil sabemos como visten, o vestían, porque por obra y gracia de los nombramientos siempre de la misma línea parece que han cambiado mucho las cosas a peor, los obispos de aquellas tierras. Nunca ví al cardenal de Sâo Paulo, D. Pauolo Evaristo Arns, y mira que estuve con él un montón de veces, con sotana o alzacuellos, fuera de las celebraciones, claro. Así que me encanta lo que cuentas de D. RAfael.
    Un abrazo,
    Jesús Mari.

  2. Me parece significativo lo del plato de plástico.
    ¿No se comen siempre las sobras por vergüenza del que no le sobra y del que le falta?
    ¿No se pone freno a salidas y caprichos, encauzando de otro modo ese gasto?
    ¿No se tiene en la retina la imagen de los que pasan hambre cuando la comida nos hace felices?
    ¿No se intenta hacer sitio para que en la mesa no sobre nadie?
    ¿No se da, en ocasiones, la cara y nos plantamos ante un despilfarro?
    .
    “Somos lo que comemos” es una frase conocida que da también título a un libro.
    Yo la suscribo. ‘Somos’, según el respeto con el que comamos o según reconozcamos que es un privilegio cocinar y recoger para los de casa; y se vea el alimento como la forma de seguir en pie o la oportunidad de comer con los que compartimos la vida para seguir viviendo; para llegar a comprender que es una liturgia poner la mesa, sin que dejen de sentarse en nuestro sentimiento los que no puedan sentarse en ninguna otra mesa.
    Por eso, hay lugar para muchas maneras de comer y de beber, pero algunas, están más cerca del cáliz y de la patena.

  3. Perdona, Jesús Mari, por ese lapsus a la hora de citarte. Sabía bien tu nombre, pero a veces las brujas (que haberlas, hailas), te juegan una mala pasada trastocándolo. No me tienes que dar las gracias por leerte, más bien yo a tí por escribir. Por otra parte creo coincidir en gran parte con tu pensamiento. Te suelo leer, aunque no siempre te conteste o haga referencia expresa. Sigue adelante. ¡Chao!

  4. Las comidas o banquetes son una referencia constante en la Biblia. Hablamos también del “banquete del Reino”. Lo diabólico es cuando esa comida (ese banquete) es sólo para unos pocos, los privilegiados de este mundo, con exclusión de los marginados del mismo mundo. Pensemos en la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro, pero pensemos también en los muchos epulones de hoy día y de los muchos lázaros, también de hoy día, hambientos. Sentemos, primero, en la mesa de nuestro corazón a esos pobres hambrientos y marginados, y seguramente nos será más fácil y urgente compartir nuestros bienes .

  5. He pensado mucho sobre estos comportamientos que ud comenta sobre los obispos. Pero me llama la atención que ud a menudo escribe haciendo de ellos objeto de crítica. ¿No le afectan estos pensamientos e ideas sobre la jerarquía en el ejercicio de su ministerio? Imagino que su crítica nunca llega a una ruptura con quienes la jerarquía, que es algo que forma parte de la Iglesia desde su origen y que, por tanto, a mi modesto entender, tiene cierto valor

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