Algo que debe hacernos pensar
No solo pensar; sobre todo, actuar. Me refiero al capítulo 9, 6-11, de la segunda carta de Pablo a los Corintios. Lo escuchábamos el miércoles de la XI semana del Tiempo Ordinario. Lo trascribo y lo comento:
”El que siembra tacañamente, tacañamente cosechará, el que siembra generosamente, generosamente cosechará. Cada uno dé lo que en conciencia se ha propuesto, no a disgusto ni a la fuerza, porque Dios ama al que da de buena gana. Dios puede colmaros de dones, de modo que, teniendo siempre suficiencia de todo, os sobre para toda clase de obras buenas. Como está escrito: reparte limosna a los pobres, su limosna es constante, sin falta (Salm. 111). El que provee la semilla al sembrador y el pan para comer, proveerá y multiplicará vuestra semilla y hará crecer la cosecha de vuestra limosna. Siempre seréis ricos para ser generosos”.
En verdad, no creo que haga falta hacer ningún comentario, dada la claridad del texto; pero mi deformación profesional me impele a intentarlo.
El Apóstol insiste en la necesidad de “compartir”. Pero no “tacañamente”, sino con generosidad. Sin embargo, la experiencia dice que esta generosidad brilla por su ausencia (salvo contadas y admirables excepciones). Dios nos colma de tantos dones que, “teniendo siempre suficiente de todo, debe sobrarnos para hacer toda clase de obras buenas”. No dice Pablo que demos de lo que nos sobra, no, sino que tenemos que hacer que nos sobre para poder compartir. Hacer que nos sobre, quiere decir que en nuestros presupuestos caseros, personales o familiares, debe estar prevista una parte para los más necesitados. Y esa parte ha de ser generosa. Por eso añade:”siempre seréis ricos para ser generosos”. Por difícil que esté la vida, hay que pensar en aquellos para los que la vida, no solo es difícil, sino que es imposible. No se nos pide que demos la vida (como la dio el Maestro), sino que demos vida. El arte de la vida es ser feliz con poco (Phil Bosmans). ¡Qué poco artistas somos! Vivimos con tal insensibilidad hacia los problemas de nuestros hermanos (hijos del mismo Padre), que su dolor (y su muerte) no nos afecta más allá de la epidermis. ¿Quién ha dicho que no podemos resolver los problemas del hambre y de otras necesidades vitales? ¿Cuántos millones de cristianos y personas de buena voluntad somos en el mundo? Si es verdad que muchos pocos hacen un mucho, ¿qué hacemos? ¿Somos conscientes de que la tragedia de tanta gente, de tantos pueblos, está gravitando sobre nuestras conciencias?
Siempre se oye la misma canción, la misma excusa: ¿Yo qué puedo hacer? Cuando las personas sienten en sus propias carnes un problema común, se unen, exigen, se manifiestan, luchan… Pero la pasividad es la tónica normal cuando a uno no le afecta directamente. Lo más que hace es lamentar la situación. Y eso de poco sirve. Todos podemos paliar, al menos, algunas situaciones. El mismo Phil Bosmans dejó dicho:”No puedo en un solo día cambiar el desierto. Pero puedo comenzar haciendo un oasis”. Hagamos un oasis; al menos, si no podemos formar un jardín, plantemos una rosa.
Félix González
¡En tu línea de esperanza activa!
Me han envíado un vídeo de Jose Luís Sampedro:
http://www.encuentrospor.com/video/porelfuturo-entrevista-a-jose-luis-sampedro/
Y dentro de todas las verdades que va desgranando tiene, para con la Iglesia, una rotunda afirmación de que está anclada en el Siglo XVII. Y lo hace así, sin matices, sin excepciones, sin el Concilio y sin contar con la Iglesia: Pueblo de Dios.
Por eso, nosotros:
Hagamos un oasis;
o, al menos, formemos un jardín,
o, al menos, plantemos una rosa.
O, al menos, reguemos las que existen y subsisten, y no las pisoteemos en nombre de otras verdades.
Muy interesante lo de Sanpedro. Gracias por tu aportación, Susana