Los santos y los difuntos
Acabamos de celebrar la fiesta de “Todos los Santos” y la fiesta de “Todos los Difuntos”. Ambas fiestas muy populares y significativas. Pero aunque hayan pasado ya, no obsta para que hagamos una breve reflexión sobre ambas. La festividad de “los Santos” es una fiesta simpática y una fiesta que implica solidaridad. Recordamos a mucha gente conocida y desconocida, pero que tienen un denominador común: la santidad. Aunque cada santo suele tener su día determinado en el calendario anual, en este día los celebramos a todos juntos. Pero no sólo a los santos canonizados, que están en los altares o en las estampas, sino a un sin-número de personas que han pasado por este mundo haciendo el bien. Personas que han llevado una vida de honradez, de solidaridad, de buena convivencia; que han buscado en su vida, hacer la voluntad de Dios, y han tratado de vivir los valores del Evangelio, los valores del Reino de Dios. Hombres, mujeres, jóvenes y niños, cuya vida ha sido modelo y ejemplo; porque esas personas son también santos.
Tenemos un mandato de Jesús: “Sed santos como el Padre celestial es santo”. Para ser santo no es preciso hacer milagros, ni llamar la atención; se puede ser santo en el anonimato y en la discreción. Muchas veces vivimos con gente que son santos, que llevan una vida como Dios quiere, y no nos damos cuenta.
Para ser santo, basta con que la vida de Jesús resplandezca en la nuestra. En la medida que dejemos a Dios ocupar nuestro corazón, nos vamos transformando en santos (aunque nunca nos suban a un altar). Únicamente hay que hacer realidad en nosotros, el mensaje de Jesús. Un buen resumen de ese mensaje lo encontramos en las Bienaventuranzas: Dichosos los que saben compartir con los que más lo necesitan; dichosos los que consuelan y se sienten solidarios con los que sufren; dichosos los que trabajan por la justicia y por la paz; dichosos aquellos que son limpios de corazón. Y dichosos cuando nos persigan por seguir las enseñanzas de Jesús.
La fiesta de “los Difuntos”, es también un día de solidaridad, porque todos recordamos a todos los difuntos. También es un día de añoranzas y recuerdos. Unos recuerdos agridulces, porque por una parte lamentamos la pérdida de seres queridos, pero por otra parte, recordamos los ratos vividos juntos, el cariño compartido.
En el Libro segundo de los Macabeos, se dice que “es una idea piadosa y santa, rezar por los difuntos”. Y siempre me ha llamado la atención, cómo personas que no suelen asistir a celebrar la Eucaristía, casi nunca, van, sin embargo, en ese día, para pedir por sus difuntos.
Félix González
El santo-santo es el que logra hacerse cauce para la santidad de los otros.
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Fraternidad, servicio y humildad con estos mimbres nos hará Dios, santos.