Domingo III de Cuaresma

(“Se acordaron de que lo había dicho”)

El pasaje del evangelio que leemos este tercer domingo de Cuaresma, se presta a equívocos. Mucha gente no comprende la actitud de Jesús en el Templo de Jerusalén. Se les hace difícil aceptar a un Jesús “airado”, cuando todo el evangelio le presenta tan comprensivo, compasivo y comedido.

La verdad es que si lo leemos con atención y sin prejuicios, veremos que en muchas ocasiones se le ve a Jesús contrariado y hasta duro con la falsedad y el abuso,  en hechos y palabras. Recordemos que en alguna ocasión les llama a los fariseos:”raza de víboras, sepulcros llenos de podredumbre por dentro y muy blanqueados por fuera.

Hay un tipo de ira que la Biblia llama “justa indignación”. Hay que decir que la ira no siempre es pecado.  En Marcos 3:5, se dice: “echándoles una mirada de ira, y apenado por su obcecación…” (Se refiere a a los fariseos que le echaban en cara que curase a un enfermo en sábado). San Pablo les dice a los efesios: “si os airáis, no pequéis”. En el Nuevo Testamento se usan dos palabras griegas para la palabra “ira.” Una de ellas significa simplemente: “pasión, energía”; es cuando uno se aíra contra la injusticia, contra los abusos al inocente. No cuando uno se aíra en provecho propio. La ira es una energía dada por Dios con la intención de ayudarnos a resolver problemas. Ejemplos de ira bíblica encontramos en la confrontación de Pablo con Pedro, por su mal ejemplo en Gálatas 2:11-14, o el santo rey David, disgustado al descubrir al profeta Natán compartir una injusticia (2 Samuel 12), o Jesús airado por la manera en que algunos judíos habían corrompido la adoración en el templo de Dios en Jerusalén (Juan 2:13-18). Nótese que ninguno de estos ejemplos de ira involucraron la auto-defensa, sino la defensa de otros. Sólo la ira se vuelve pecado cuando es motivada por el egoísmo, nos dice el apóstol Santiago.

Algunos no leen bien este evangelio de hoy, interpretando que Jesús hizo con cuerdas una especie de látigo y expulsó a golpes a los mercaderes. No. El evangelio dice que echó del templo a los bueyes y animales que había allí para el mercado. A los mercaderes les dijo que habían convertido la casa de su Padre en una cueva de especuladores y ladrones. Y cuando ellos le preguntan con qué autoridad hace aquello, les responde: “destruid el templo y yo lo reedificaré en tres días”. Pero hablaba de él mismo, de su cuerpo que iban a destruir, a matar, y a los tres días resucitaría. Y dice el evangelio que cuando ocurrió, los apóstoles entendieron lo que había querido decir.

Es S. Pablo quien afirma en su primera carta a los corintios: ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? (1 Co 3, 16). Ese es el verdadero templo, más que los edificios construidos con piedras o ladrillos. Por eso debemos respetar ese templo que somos. Porque Dios no puede estar en nosotros, si lo tenemos ocupado con otras mercancías, ocupando el puesto de Dios. Yo comprendo perfectamente el gesto de aquel Santo que todas las noches depositaba un cariñoso beso sobre el pecho de su pequeño hijo, recién bautizado, porque decía: “Este Niño ahora es el Templo de Dios”.

2 Responses to “Domingo III de Cuaresma”

  1. ¡Qué inconcebible es que Dios habite en nosotros!
    .
    Dios mendigo del ‘hombre nuevo’.
    Dios callado para que oigamos el dolor de los demás.
    Dios amplísimo bajo nuestros pensamientos chatos.
    Dios paupérrimo porque perseguimos la gratificación.
    Dios presente aunque estemos ausentes de conciencia.
    Dios alimento de un pan repartido en nuestros cuerpos hasta desparecer por entero.
    Dios ungüento de perdón para reunirnos a todos.

  2. […] + En Corazones en red, comentario de P. Félix González: Se acordaron de lo que había dicho […]

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