El “Año de la Fe”
En el último estudio-encuesta, realizado en 60 países, en su mayoría occidentales, que ha entrevistado a unas 60.000 personas, sobre el nivel de creencia en la población, desde el ateísmo hasta la fe firme en Dios (exceptuado el Islamismo del que no hay suficientes datos), se deduce que han disminuido los creyentes y aumentado los ateos. Es un dato preocupante, debido a varias causas, entre otras el secularismo reinante y creciente, y el desprestigio de las iglesias.
El descenso de la fe aumenta más en los países más desarrollados, “donde el crecimiento económico está desplazando a Dios. Sólo en tres naciones (Israel, Rusia y Eslovenia) no se está dando el lento y continuo declive en la fe”.
A partir del mes de Octubre, se va a comenzar en la Iglesia católica lo que se va a llamar “el año de la Fe”, que va a coincidir, también, con el Sínodo de Obispos sobre “la Nueva Evangelización”. ¡Una nueva esperanza se abre!
Todos los pueblos, en principio son religiosos, todos han tenido sus “dioses”, interpretados de una manera u otra. La civilización los va destruyendo; el poder creciente del hombre los va reduciendo; el estado del bienestar, los aparca, no le son necesarios. El hombre se autodesigna dios.
Es muy curioso ver cómo, en el estudio-encuesta citado, aparece que según vamos creciendo en edad, va aumentando la fe en Dios. ¿Será que la disminución de poder, de energías, de vitalidad, según se va viendo más cercana la muerte, vamos necesitando la existencia de “alguien” que nos reconforte, que nos salve, que nos libere de nuestras angustias y debilidades? Sea lo que sea, el hecho es ese.
Los Apóstoles de Jesús, extendiéndose por el mundo de entonces, y los primeros cristianos, debían de tener una fuerza de convencimiento mayor que el nuestro, dada la rapidez con que se expandió el cristianismo. Tal vez su vida cautivaba con más fuerza y convencía más.
Hoy, un cristianismo más “descafeinado”, más acomodaticio, tiene menos capacidad, menos fuerza de convicción; incluso, puede ser para otros, causa de defección.
Si consideramos a Dios como algo útil, es lógico que se abandone, porque el hombre cada vez necesita menos creer para vivir “bien”. El desarrollo, que debiera llevarnos a creer más y agradecer más, lleva al hombre a autovalorarse en exceso, y prescindir de ayudas. Dios puede llegar a ser considerado como un estorbo para la realización personal. A ese Dios que camina en la historia de cada hombre, de cada pueblo, se le deja en cualquier recodo de ese camino.
Ojalá que el “año de la fe”, y la “nueva evangelización”, ayuden a volver a colocar a Dios en el centro del universo, en el centro del hombre.
Félix González
“Si consideramos a Dios como algo útil, es lógico que se abandone…”
Has dado en el clavo. Porque todos los esfuerzos en la vida se dirigen a conseguir un personaje más logrado, al que llamamos realizado.
Vivir habitado no se contempla como hallazgo existencial, ya que el ‘ego’ aquí no tendría entidad ni excusa para autoafirmarse.
Muchos de los presentados como maestros en la fe van haciendo el ridículo narcisista, alardeando de poder, vestidos de absurdo y oro, o reduciendo las conciencias.
Quizá habría que pensar de qué fe hablamos y qué se pretende conseguir.