Corazones en red

Acabamos de celebrar la solemnidad de la Resurrección de Jesús, vencedor de la muerte. La cruz, la Pasión, la muerte, el sepulcro, han quedado atrás. Y nos queda la Resurrección.

La solemne “vigilia pascual”, en la noche del sábado al domingo, no hace olvidar los acontecimientos anteriores, pero les da sentido. En esa “vigilia”, única por su significado y su actualización del gran misterio de Cristo Vencedor, hemos recorrido toda la “historia de Salvación”, a través de la Palabra de Dios. Y cada uno ha podido sentir y gustar, también, su propia historia de salvación, colectiva y personal.

El cirio, encendido con el nuevo fuego, representando a Cristo, luz del mundo, preside la celebración. Y la asamblea, con sus pequeñas luces tomadas del cirio, adelantaba su propia resurrección, al mismo tiempo que nos recordaba aquello de:”vosotros sois la luz del mundo”.  Y “no se pone la luz debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos”. Gran responsabilidad, y al mismo tiempo, gran privilegio: ser luz, para que la luz de Cristo ilumine las tinieblas del mundo y de las conciencias.

El “pregón Pascual” nos preparaba a la gran celebración:”Esta es la noche, en que rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo. ¿De qué nos serviría haber nacido, si no hubiéramos sido rescatados?

Durante cincuenta días, seguiremos celebrando la Pascua. Una Pascua larga. El cirio encendido en la Eucaristía de los domingos, nos lo seguirá recordando. Será como el vigía, que desde lo alto nos grita: ¡Seguid celebrando mi resurrección!

No podemos olvidar lo que hemos celebrado, porque no estamos amenazados de muerte, sino de resurrección. Y si la muerte está constantemente presente en nuestro mundo, debe estarlo como el paso necesario a la resurrección.

Hay muchos cristianos que nunca han celebrado la Vigilia Pascual, incluso de los que se llaman “practicantes”.  No saben que se pierden lo más bello, lo más significativo, lo más conseguido de la liturgia cristiana.

Es verdad que se puede vivir la Pascua sin haber asistido a la celebración nocturna; pero también es verdad, que de vez en cuando, necesitamos signos fuertes que apoyen nuestra fe, alimenten nuestro espíritu, y favorezcan la vivencia pascual.

Congratulémonos por poder celebrar el mayor acontecimiento de la historia, y demos gracias a Dios porque es Salvador; porque la “historia de la salvación” no es algo inacabado, sino completado abundantemente. “Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rom. 5, 20).

                                                                                                       Félix González

Tags: Félix G.L., Reflexiones // 3 Comments »