Corazones en red

La expresión castiza: “no pedir peras al olmo”, significa pedir algo imposible, algo que no es natural, o querer exigir demasiado. En el caso que me ocupa, no se trata de que sea  imposible, pero sí es exigir demasiado. Se trata de una petición que un colectivo de teólogos ha solicitado al Papa Francisco.

Le han pedido que revoque la condena a varios (bastantes) teólogos, llevada a cabo por el propio Benedicto XVI, y, anteriormente, en el pontificado de Juan Pablo II, siendo el entonces Ratzinger, presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

La petición se hace a través de un manifiesto emanado de la “Asociación de Teólogos: Juan XXIII”, en su 33 Congreso. En dicho manifiesto se lee: “Pedimos la rehabilitación de los teólogos y teólogas represaliados en los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, especialmente represivos en cuestiones de teología moral y dogmática”. He de decir, en primer lugar, que el título del artículo de Juan G. Bedoya, aparecido en EL PAÍS, no responde a la verdad, pues reza así: “Mil teólogos piden al Papa que revoque los castigos de Ratzinger”. Lo de “Mil teólogos”, habrá que tomarlo como una hipérbole, ya que en el Congreso no podía haber ese número de teólogos. Ese número aproximado podría responder a los asistentes al Congreso, que en su inmensa mayoría no son teólogos. Pero eso no pasa de ser un mal titular que no responde a la verdad; pero es engañosa.

Pero lo de las peras y el olmo, no se refiere a eso. Y me explico. Yo soy totalmente contrario a esa manera de actuar en la Iglesia, condenando teólogos por sus explicaciones o afirmaciones. El teólogo es  un investigador, y como a tal se le debe dejar investigar. En muchísimas cuestiones teológicas o morales hay muchas cosas que no están definitivamente cerradas (y tal vez nunca lo estén); no puede haber “pensamiento único” en muchas cuestiones discutidas y discutibles. Dejemos que los que están en ello, investiguen y den a conocer sus investigaciones. Como en todas las ciencias del saber humano, se avanza por medio de la investigación, en la cual puede haber resultados definitivos u otros que más adelante serán modificados. Incluso, cabe el error. Pero los errores no se superan apartando al investigador de la investigación.

Lo que sí quiero decir es que no me parece oportuno o prudente, poner en un brete al Papa, tratando de revocar la decisión del Papa anterior, que aún está vivo y muy cercano físicamente al actual. No sería prudente “enemistarlos”, o pedir a Francisco que desautorice a Benedicto XVI.

El camino que podría seguirse, consistiría, más que desautorizando al Papa dimisionario, de manera pública y oficial, hablando con cada uno de los teólogos afectados, para que sigan investigando pacíficamente, sin nuevas condenas. Y más adelante una vez desaparecido el Papa anterior, hacerlo oficial y públicamente. Se lograrían dos cosas: que los dichos teólogos siguiesen investigando, sin molestarlos; y por otra parte, evitar poner en ese trance a Francisco, causando, además, la humillación del anterior. ¿Solución salomónica? No lo sé cómo habría que hacerlo; pero “no hay que pedir peras al olmo”. Dar tiempo al tiempo.

                                                                                                          Félix González

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