Corazones en red

El Papa Francisco nos sorprende cada día. Un cura italiano, ya mayor, le escribe una carta ofreciéndole su coche viejo, un Renault, 4 (fabricado en 1984, y con 300.000 kms). Francisco, recibida la carta, le llama (él mismo, sin intermediarios) y le dice que lo acepta. Llega al Vaticano en una grúa, el Papa lo recibe, le da las gracias, y lo conduce él mismo hasta su residencia de Santa Marta.

Un hecho muy simple, pero que tratándose del Papa, no deja de ser noticia. Pequeñas anécdotas, impensables en otros Papas, y que son presagio de cosas más importantes, que se están fraguando en el Vaticano, y que, en su día, se sabrán. Toda una esperanza.

Yo no soy susceptible de caer en la “papolatría”, ni creo que la Iglesia pueda cambiar mucho por medio de esas anécdotas. Pero ¡caray! Me gusta que el Papa sea sencillo y tenga sentido común. Lo demás llegará, a su paso, ya que como dice el refrán: “las cosas de palacio, van despacio”. Lo importante es “que vayan, aunque sea despacio. La prudencia también es una buena virtud.

No se trata de hacer una reforma rápida para calmar a los más inquietos y descreídos, sino de ir poniendo las bases (los cimientos) para una manera distinta de ser Iglesia, hoy día. Mientras tanto, el nuevo estilo, y las anécdotas inesperadas, nos ayudan a creer en un hombre que sabe actuar con humanidad y buen criterio.

Nadie debiera esperar una “revolución”, sino más bien una “evolución”. Y la evolución siempre es lenta, pero más segura. La revolución suele ser destructiva, mientras que la evolución es constructiva. La Iglesia no puede avanzar a base de sobresaltos que dejen a muchos en la cuneta; sino con el equilibrio propio del que sabe a dónde va, pero no se salta las diversas etapas del cambio. Si se quiere llegar al final del camino, es necesario recorrer todos y cada uno de los metros que te separan del final. Ya nos recordaba el gran Machado, aquello de: ”Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”. Y el gran dramaturgo inglés, Willian Shakespeare, afirma: “Tan a destiempo llega el que va demasiado deprisa como el que se retrasa demasiado”.

Pero en el camino, uno se puede encontrar piedrecitas, que hieren las plantas de los pies cuando se va a pie desnudo, y también grandes pedruscos que cuesta mucho más retirarlos. Y Francisco se va a encontrar, tanto las piedrecitas, como los pedruscos. Las piedrecitas las tendrá que sufrir él solo; pero para los pedruscos, es necesario que todos estemos dispuestos a ayudarle. Y tal vez, algunos no quieran echar una mano. 

Creo que Francisco es un  hombre equilibrado, que sabe a dónde quiere llegar, pero lo va haciendo “sin prisas, pero sin pausa”.

                                                                                                   Félix González

Tags: Félix G.L., Francisco I // 6 Comments »