Una Asamblea sin Palabra
Me refiero a la Asamblea que formamos los cristianos en la celebración de la Eucaristía.
El Jesuita José Antonio García, decía hace algún tiempo:“Estamos en el siglo XXI, en el que la gente no sólo quiere oír palabras, sino tener palabra”…
Esta frase, que vale para tantas cosas, hoy, vale también para celebración y participación en la Eucaristía. En ella tenemos la “Palabra” de Dios; tenemos la “palabra” del sacerdote; pero no tenemos la “palabra” de la Asamblea.
Alguno dirá que los fieles repiten, contestan, rezan en voz alta. De acuerdo; pero siempre es lo mismo, las mismas respuestas a las mismas invitaciones. Solamente se suele salir de eso en el momento de la oración de los fieles donde, en algunos lugares ( los menos) se les da la posibilidad de añadir espontáneamente algunas plegarias.
En las “misas familiares” (Misas con niños) se suele mantener un diálogo con los niños; tienen la oportunidad de expresarse, de comentar la lectura (normalmente del evangelio escuchado). En algunos de los modelos de esa “misa con niños”, que el mismo Misal litúrgico trae, hay frases, aclamaciones, expresiones, que a lo largo de la “Plegaria Eucarística” se van intercalando en una especie de diálogo con el sacerdote.
Esto ayuda a evitar distracciones, a estar pasivo, a meterse más en la celebración, a participar más activamente, a “tener palabra” en la Asamblea.
Es verdad que ya hay establecidas algunas respuestas por parte de toda la Asamblea. Pero ¿No se debería hacerla aun más participativa?
Y lo que decimos de la Asamblea eucarística, podemos aplicarlo, con más razón, a la participación en la marcha de la Iglesia. El mismo José Antonio García, añade:“No recibir órdenes, sino gestar lo que hay que hacer”.
Es decir, no basta con ejecutar lo que unos pocos deciden; no basta con ser meros ejecutores de órdenes; sino que hay que participar también en la gestión.
Es verdad que estamos todavía lejos de que esto sea una realidad amplia, pero por ahí van los tiros, si queremos que el pueblo cristiano sea un pueblo de adultos, responsables de la marcha de la Iglesia de la que forma parte, aunque todavía sea de una manera bastante pasiva.
Un exceso de clericalismo, de casta clerical que ordena y manda, no ha sido bueno, y muchos aspectos en la marcha de la Iglesia se han desvirtuado o no se han enfocado bien. Hace falta la participación de todo el cuerpo eclesial, y no sólo de algunas de las partes. Hay cosas, ámbitos, para los que está más preparado un laico que un clérigo. Pero cada uno debe tener su lugar.
Ojalá llegue el día (pronto) en que la Asamblea, el pueblo, toda la Iglesia, tenga palabra, y no sólo oídos para escucharla. Todos saldríamos ganando: la Iglesia y el mundo.
Félix González
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