El Adviento, a examen
Me da la impresión de que la palabra “Adviento”, y diría que también su contenido, ha pasado a ser una palabra manida, y un contenido vacío y rutinario. Lo que debería ser novedoso cada nuevo año, se vuelve intrascendente. Cuatro semanas de preparación y espera de la Navidad.
Pero ¿qué se espera? ¿Quién espera? ¿Qué supone para la inmensa mayoría la Navidad?
Hay quien no espera nada, como ocurre en la obra de Samuel Beckett: “Esperando a Godot”, (dos hombres que están esperando a un tercero pero este tercero nunca viene y ellos se cansan de esperarle).
En el Adviento ¿se espera a alguien que no llega, y nos cansamos de esperar, o, por el contrario, no llega porque no se le espera en el lugar apropiado?. Si no le esperamos en nosotros mismos, dentro de nosotros, nos cansaremos de esperar. Tampoco llegará.
El pueblo de Israel esperaba ansiosamente al Mesías. Lo había esperado durante siglos. Y llegó. Dice San Pablo, en su carta a los Gálatas, 4 : “Cuando llegó el momento culminante de la Historia, Dios envió a su Hijo para liberarnos de la esclavitud”.
Pero, hoy, ¿qué se espera? Unos esperan unas vacaciones; otros esperan unas fiestas alegres por el reencuentro de la familia; otros esperan divertirse unos días, no se sabe con qué motivo; otros no esperan nada porque la vida está difícil y no hay lugar para la alegría ni para la espera. Y si es así, no hay Adviento, ni hay Navidad.
Pero hay otros que no esperan al Godot que nunca llega; esperan al que vino, viene y vendrá: Jesús, Salvador. Y, como dice San Pablo en su Carta a los Romanos (5): “la esperanza no defrauda”.
Para estos, el Adviento tiene sentido pleno; no es tiempo de mera espera, sino, más bien, de esperanza. Y, aunque el camino es largo, vale la pena recorrerlo hasta llegar al final. Un camino de mayor y mejor oración, de ocuparse y preocuparse más por los más desvalidos, enfermos, pobres, huérfanos de un Padre que se llama Dios, desheredados de la tierra, despojados de sus derechos como personas…
Y, al final, llegará el “díes natalis solis invicti” (la Navidad cristiana); y el mundo sabrá quién es su verdadero Salvador, el que rompe las cadenas.
Félix González
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