Corazones en red

Ya sé que es el título de una película española, producida en 1951 No me importa tomarlo para título de este post. Pero mi escrito no va de películas. Mi personaje, en este caso, es Nelson Mandela, recientemente fallecido.

La noticia ha estado en todos los medios de comunicación escritos y hablados. Hacía algún tiempo que se esperaba la fatal noticia, pero eso no ha mermado la conmoción en el mundo entero. Su vida, su historia, su obra ha sido relatada con respeto y admiración por todos los comentadores.

Y al hablar de él, es imposible no traer al recuerdo las personalidades de dos personajes más: Gandhi y Luther King. Tres hombres que lucharon por la reconciliación.

Mandela recibió el premio Nobel de la Paz en 1993. Luchó contra el racismo, y el triunfo de la democracia en el apartheid, en Sudáfrica. Lo logró, pero le costó muchos años de cárcel. Fue el primer presidente negro, de negros y blancos, de Sudáfrica. Dijo que sólo estaría un mandato de cinco años; y lo cumplió. Después se retiró de la política activa.

Estas son palabras de un hombre cuya muerte lamentamos todos:“He luchado contra la dominación blanca y he luchado contra la dominación negra. He acariciado el ideal de una sociedad democrática y libre en la que las personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades”.

El mundo está plagado de políticos y charlatanes. Pero sólo unos pocos logran el reconocimiento y el afecto de los pueblos. El pueblo, en general, tiene buen olfato para detectar dónde hay honradez, dónde se lucha por el bien común y no por intereses propios, dónde están los profetas y dónde los aprovechados. Y la historia sabe guardar el recuerdo de aquellos que dejaron huella.

Pero todo el que quiera dejar esa huella y ser reconocido, debe estar dispuesto a dejar en la lucha, muchos retazos de su vida, de sus ilusiones y de su esfuerzo.

La verdad acaba por hacerse camino por su propia fuerza. Y las personas que se convierten en líderes, tienen que dejar claro el camino recto, el desinterés por el poder y el prestigio. A la larga, si son rectos en sus conductas, acabarán teniendo poder y teniendo prestigio. Pero no hay que buscarlo, serán los demás los que se lo concedan, porque se fían.

Hoy día nos parece absurdo el clasificar a las personas por el color de su piel, o por el lugar geográfico de donde proceden. Pero siguen existiendo los apartheids. Se sigue discriminando a personas y a poblaciones enteras. Porque “esos no son de los nuestros”. Pensemos en los inmigrantes, sobre todo si son subsaharianos; los sin-papeles.

Alguien ha dicho últimamente, que Nelson Mandela, presidente de Sudáfrica, debía haber sido presidente de todo el mundo. Necesitamos dirigentes con visión amplia, con conciencia recta, y con un corazón que sepa acoger. ¿Dónde estarán esos “mirlos blancos”?

Félix González

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