Corazones en red

(Hace un año, o algo más, que colgué este post. Hoy vuelvo a colgarlo. Rezamos con mucha frecuencia la oración del Padrenuestro; pero tengo la sensación de que muchas veces lo hacemos de carrerilla, sin darnos cuenta y sin desgranar cada una de sus partes. Para los nuevos lectores de este Blog, o para los antiguos que ya lo olvidaron, vuelvo a traerlo a estas páginas. Yo lo he vuelto a leer, y me ha servido; si a otros les sirve, me doy por satisfecho, y habrá valido la pena repetirlo).

  * Padre: Algunos quieren ahora llamarte Madre.  También es muy bonito. Pero, ¿es que al nombre de Padre le falta algo? Es verdad que, a veces, los padres son muy distintos a las madres en cuanto a sensibilidad, delicadeza, ternura… Pero Tú no eres de este mundo, ni los padres de este mundo se te parecen mucho. ¿Qué te parece si lo dejamos en “Padre-Madre”? Todo lo bueno de uno y otro.  A mí me parece bien. Así nadie quedará defraudado, y tú saldrás ganando en la comprensión de todos.

* Nuestro: Eres de todos y de cada uno. Nadie se puede apropiar el derecho de tenerte como una propiedad privada. Nadie se puede arrogar el derecho de poseerte para él solo. De todos, sí. De los buenos y de los malos, de los justos y de los pecadores, de los judíos, de los cristianos y de todas las religiones que no traten de manipularte y encadenarte para ellos solos. Y también de los ateos, ¡cómo no!

* Que estás en el cielo: ¿Tú estás en el cielo? ¿No será, más bien, que el cielo está en Ti? ¿O sería mejor decir: “Padre nuestro, que eres el cielo”? Cuando alguien es encantador, decimos que es un cielo.

El cielo no es un lugar, es una situación de felicidad, de alegría, de bienestar. Y esa situación es el fruto de estar junto a Tií. ¡Ojalá que cada uno, en la tierra, fuésemos un cielo para los demás!

* Santificado sea tu nombre: Tu nombre, como todo tú, es santo. Pero no es santificado siempre. Es decir: no siempre es reconocido, respetado, rezado… santificado. Quisiera que todos respetasen tu nombre, y no se usase para justificar las guerras, para defender lo injusto, para creerse en posesión de toda la verdad,,,,

* Venga a nosotros tu Reino: “A  nosotros”, es decir a “todos” sin excepción de razas, colores, y creencias. También a los que la gente llama “malos”, pero que tú dijiste que nos precederán en el Reino de los Cielos. A todos, Señor, porque de lo contrario, tu Reino quedará incompleto.

* Hágase tu voluntad aquí, como se hace en el cielo: Ya sé que es pedirte casi un imposible, porque el cielo es el cielo, y la tierra es la tierra. Pero…¿qué te parece si lo intentásemos, al menos? Toca, Tú, nuestros corazones… ¡Acaso se pueda producir el milagro. Un día aprendí que el “milagro” no es que tú hagas nuestra voluntad, sino que nosotros hagamos la tuya.. (No lo que te pedimos, sino lo que nos pides tú)

*  Danos, hoy, nuestro pan de cada día. Danos, Señor, el doble pan que necesitamos: el pan tan rico que sale calentito del horno, y el Pan de tu Cuerpo que calienta el alma. Pero con sólo pan no se vive; tú lo dijiste:”no sólo de pan vive el hombre”. Que el pan de cada día venga acompañado de otros alimentos, para vivir sanos, y para poder compartir con quien no tenga porque otros se lo han arrebatado. Y que el otro Pan, el de cada día o el de los domingos, venga acompañado de perdón, de renuncia y servicio, de amor….

*  Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos. Aunque te lo pedimos cada día, Señor, no nos hagas mucho caso en todo. Perdónanos, eso sí, porque lo necesitamos una y mil veces. Pero hazlo como tú sabes; no lo hagas “como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”; porque somos muy rácanos y poco generosos en el perdón. Hazlo a tu manera; no a la nuestra. Pero perdónanos…

*  No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal: No te pido, Señor, que nos libres de las tentaciones, no. Tú las tuviste, también. Lo que sí te pedimos es que no nos dejes caer en ellas. Tú tampoco caíste. Pero eso, sí: que no flaqueemos en la lucha. Sabemos que, a veces, nos va a costar sangre. Tú sudaste sangre en el Huerto, al vencer la tentación de que pasase de ti el cáliz de sufrimiento que te esperaba. ¡Señor, y ya de paso, líbranos de todos los males; sobre todo del mal que podemos hacer a los demás!

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Y para terminar, permitidme decir que hay algo que me parece incoherente y sin sentido. Y es: rezar un “padrenuestro” cuando queremos pedir por algo o por alguien, o por cualquier otra necesidad que no sean las incluidas en el mismo padrenuestro. Recuerdo con cierta hilaridad cada vez que me viene a la memoria, que en un pueblecito de Soria, donde yo había ido a predicar la fiesta del Sagrado Corazón, al terminar la Eucaristía, y antes de salir la procesión, me rogaron que rezara “una Salve a San Pedro”, en el altar dedicado a él. Aquello me parecía esperpéntico, pero lo hice por no escandalizar, o al menos defraudar, a unas personas de buena voluntad que tenían esa costumbre inveterada. ¡Una salve a San Pedro!… Pues me parece que es algo parecido el rezar un Padre Nuestro para pedir cualquier cosa. El Padre nuestro tiene sus peticiones bien concretas. Si queremos pedir por otra cosa, hagámoslo.

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