Corazones en red

En la Revista 21RS, del mes de octubre, J. A-O escribe algo que no puede dejar a nadie indiferente. Es un hecho concreto, pero podría considerarse como generalizado, porque la mayoría de las personas y la sociedad en su conjunto, actuamos así.

Escribe él: “Nos han llamado pidiendo alojamiento para una familia que acaba de llegar a Roma. Huyen de la guerra en Siria. Han atravesado el norte de África y se han metido en una barcaza para cruzar de Libia a Italia. Marido y mujer y dos niños. No pretenden quedarse en Roma. Quieren reunirse con conocidos en Alemania. Pero uno de los niños está enfermo. El tiempo de curarse, y se marcharán”

Hasta ahí nada de particular, y un hecho que puede ser corriente: alguien que necesita ayuda, y la pide. Pero la reacción es por una parte normal y corriente, y por otra parte, desoladora y poco evangélica

Escribe: él: “Hemos dicho que no. Nos complica mucho. ¿Quién va a estar a cargo de ellos? Tenemos muchas cosas que hacer. ¿Y la seguridad de la casa? Este sitio tiene otra función; nunca se nos dijo que nos veríamos en semejante aprieto. No estamos preparados. No puede ser. Quizás otra vez, si nos organizamos de otra manera”.

Las razones que esgrime para no aceptar a esa familia por un tiempo, son de mucha “prudencia” (Hasta podríamos decir que es evangélica, según la frase de Jesús: “sed prudentes como las serpientes” (¿)) .

Y no es que no hubiese sitio y posibilidades, ya que añade: “Nuestra casa es grande. Cuando no recibimos reuniones, hay habitaciones libres. Donde comen 12 pueden comer 16”.

Me vienen a la mente las palabras del Evangelio, en referencia a Belén: “No había sitio en la posada” para aquel matrimonio de Nazaret, con un niño a punto de nacer.

Pero no sería tan grave, si fuese la decisión de una persona, que se puede equivocar en un momento determinado. No. Veamos lo que dice a continuación: “Espera un poco; consulto y te respondo”. A quien consulta, se supone, es a la comunidad que habita la casa. La comunidad es la que dice que no. Me pregunto si no hubo nadie, en ella, que dijese que sí.

Termina con estas palabras: “Esta vez no ofrecimos refugio. Dejamos escapar a Jesús huyendo a Egipto… Lo siento. Perdón. Ojalá la próxima”.

Estas palabras, dan la impresión de que hay arrepentimiento; pero, me pregunto: ¿habrá propósito de enmienda? Comprendo que la cuestión es complicada y difícil. Como todo el Evangelio.

Sería bueno saber si hicieron algo por ayudar a aquella familia inmigrante a encontrar una solución a su problema, o, simplemente, quedó la cosa en que no se les podía recibir. Porque el panorama es algo distinto en un cao u otro.

Félix González

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